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Indonesia se despide de Jokowi y elige como presidente a exgeneral acusado de violar DDHH

Bangkok, 16 dic (EFE).- Indonesia, la tercera mayor democracia del mundo, eligió este año como presidente a Prabowo Subianto, un exgeneral acusado hace décadas de violaciones de derechos humanos que ganó los comicios tras lavar su imagen en una campaña favorecida por el apoyo de su predecesor, el popular Joko Widodo.

La elección de Prabowo supone el regreso de un dirigente con perfil militar a Indonesia tras la excepción de Widodo, conocido como Jokowi, el único mandatario del archipiélago que no provenía de los círculos tradicionales del poder y que gobernó con una elevada aceptación popular el país en los últimos diez años.

Una década en la que Indonesia, que aún preserva su tradicional política de no alineamiento, elevó su caché en la escena internacional, sobre todo cuando en 2022 fue anfitrión del G20, lo que puso a Jokowi al frente de la primera cumbre global de relevancia tras la pandemia y la invasión rusa de Ucrania.

Y unos años en los que el boyante archipiélago, la mayor economía del Sudeste Asiático y el principal productor mundial de minerales clave como el níquel, ha ido despuntando hasta perfilarse como la posible cuarta mayor economía mundial en un futuro próximo.

El que fuera en su día bautizado como el «Obama indonesio», por su perfil original y esperanzador para una Indonesia de democracia aún incipiente, tras el fin de la dictadura de Suharto (1967-1998), acabó apoyando en los comicios del pasado febrero a Prabowo, pese a haber sido su contrincante en las anteriores dos citas en las urnas.

No solo respaldó a quien había ejercido como su ministro de Defensa. Su primogénito, Gibran Rakabuming Raka, se presentó con Prabowo en tándem y se convirtió en vicepresidente, lo que algunos vieron como una argucia de Jokowi para expandir su control en la sombra al impedirle la ley presentarse de nuevo a una elección.

El dispar archipiélago de más de 17.000 islas y unos 277 millones de habitantes queda así en el siguiente quinquenio bajo control oficial de Prabowo, de 73 años, sobre quien pesa un pasado cuestionable pese a haberse presentado en campaña electoral como un político renovado y cercano a la juventud bailando en TikTok.

Yerno del fallecido Suharto, el nuevo presidente indonesio fue jefe de las Fuerzas Especiales, los temidos Kopassus, cuando fue destituido del mando en 1998, y posteriormente fue acusado de ser el máximo responsable del secuestro y tortura de opositores al régimen del dictador, durante cuyo mandato se produjo la invasión indonesia de Timor Oriental (1975), en la que murieron unos 200.000 timorenses, según grupos de DDHH.

Nacido en Yakarta en el seno de una familia adinerada e influyente, el exgeneral nunca fue juzgado, pero las denuncias provocaron que Estados Unidos le vetara la entrada unos años y que se marchara a vivir a Jordania una temporada.

A su regreso a Indonesia, el país con más musulmanes del mundo y de tradición liberal, volvió a la política con un discurso populista y se acercó a facciones islamistas para las presidenciales de 2014 y 2019, en las que promovió protestas al alegar que hubo fraude electoral, si bien en un giro inesperado un pragmático Widodo lo nombró ministro de Defensa.

Algunos ven en este matrimonio de conveniencia un posible freno a los devaneos autoritarios de Prabowo y una garantía para las ambiciones de Widodo, quien abandonó este año la Presidencia con un índice de aprobación del 75 %, pese a que en los últimos meses fue criticado por su supuesta intención de querer perpetuarse y crear una dinastía política.

Por el momento Prabowo ha querido dar una imagen continuista, y el mes pasado viajó a China y EE.UU. y se estrenó en la escena internacional en Perú y Brasil en las cumbres de la APEC y el G20, reafirmando la neutralidad de Indonesia, política que definió de «interés nacional».

Entre otros ejemplos, Indonesia busca el apoyo de China en sectores como el de los vehículos eléctricos, aspirando a ser una pieza clave de la cadena de suministro global, y necesita el respaldo financiero de Pekín para el desarrollo de su nueva capital, Nusantara, que se construye desde cero en la isla de Borneo para reemplazar a la problemática Yakarta, el plan estrella de Widodo.

Prabowo se ha comprometido con continuar el proyecto de su antes némesis y ahora socio, así como con promover la inversión privada en un país con tradición de nacionalizar sus industrias clave. EFE

pav/raa/ep

(Recursos de archivo en www.lafototeca.com Cód: 21999262, 21999282 y 22383217 y otros)

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