Irene Montero, de agitadora a ministra en ascenso en España

A sus 33 años, Irene Montero es uno de los rostros más mediáticos del gobierno español de izquierdas. Ministra de Igualdad, esta antigua «indignada» y feminista, radical y molesta para la derecha, gana puntos en la escena política.
Una bandera arcoiris cuelga de la fachada de su ministerio. Las minorías son el estandarte de su departamento, que en primavera quiere presentar un proyecto de ley sobre los derechos de las personas transgénero para que puedan cambiar de género sin necesidad de un informe médico.
Su proyecto se topa con el rechazo de los socialistas, que gobiernan en coalición con su partido de izquierda radical Podemos, liderado por su pareja y número 3 del ejecutivo, Pablo Iglesias.
Educada en una escuela de métodos pedagógicos alternativos y afiliada de adolescente a las juventudes comunistas, esta hija única, de madre profesora y padre empleado de una empresa de mudanzas, lleva el compromiso político en la sangre.
Arquetipo de la cantera de Podemos, formación heredera del movimiento antiausteridad de los indignados, surgido en 2011, emplea una comunicación desacomplejada y un feminismo incisivo.
Doctoranda en Psicología, Montero asumió en el nacimiento de la formación en 2014 el puesto de jefa de gabinete de Pablo Iglesias y consiguió ser elegida diputada en 2015, cuando Podemos entró con fuerza en el Congreso español.
– Pareja en el poder –
Con un estilo desenfadado, luciendo camisetas bajo sus chaquetas, Montero tiene «capacidad de hablar mucho el lenguaje de la gente, de forma sencilla, poco sofisticada e incluso menos culta que sus colegas de Podemos, casi todos politólogos o profesores de universidad», señala el analista político Euprepio Padula.
Con 29 años se convirtió en jefa parlamentaria de Podemos en el Congreso, asumiendo la responsabilidad de subir a la tribuna y defender una fallida moción de censura presentada en 2017 contra el jefe de gobierno conservador Mariano Rajoy.
«Sentía mucha responsabilidad. Era la primera vez que una mujer defendía una moción de censura» en España, explica en una entrevista a la AFP.
A medida que crece su visibilidad (la revista Forbes la incluye entre las personalidades políticas jóvenes más influyentes de Europa), su relación con Pablo Iglesias también se hace pública.
En enero de 2020, cuando Podemos entra al gobierno, asume la cartera de Igualdad. Para el partido, con un arraigo irregular en el electorado femenino, supone una oportunidad de competir con los socialistas, «que atraen más el voto femenino desde hace muchos años», señala José Rama, politólogo en la Universidad Autónoma de Madrid.
Pareja en la cumbre, Iglesias y Montero «tienen un poder brutal porque no solo es que los dos tienen carteras ministeriales (…) sino que también controlan los órganos internos del partido», explica Rama.
Esta concentración de poder les valió críticas en su propio partido, donde también molestó la polémica surgida por la compra de un chalet con piscina cerca de Madrid en 2018.
A ella le disgustan las alusiones públicas a su vida privada. En octubre, una senadora conservadora metió el dedo en la llaga interpelándola sobre su pareja. «Me meto en la cama con quien me da la gana», le reprochó Montero en pleno hemiciclo.
Ella, que se describe como «psicóloga, madre, feminista», puede llevar a su bebé en bandolera a un debate televisivo, amamantarlo en plena entrevista o dejar escapar alguna lágrima durante un discurso sobre la violencia de género.
– Radical –
Sus opiniones en cuestiones como la prostitución o la autodeterminación de género le han valido habitualmente la calificación de «feminista radical» por parte del centro y la derecha, pero también han causado división en el movimiento feminista.
¿Una feminidad sobria garantiza legitimidad en política? Muy poca para ella, que desea que las mujeres ocupen el espacio público sin pedir permiso.
«Es evidente que para una mujer joven hacer política es difícil», asegura esta madre de tres niños. «Da igual la solvencia, la experiencia o el acierto político que demuestres, siempre va a haber un argumento político que te deslegitime, ya sea la pareja que tienes, los amigos, tu juventud…»
Y pese a su pasado de activista radical, defiende ahora su rol ministerial: «si queremos abordar las transformaciones profundas que nuestra sociedad necesita (…), necesitamos formar parte de los gobiernos que toman esas decisiones».