Jartum recobra la esperanza y sus ciudadanos empiezan desde cero tras la huida de las FAR
Al Nur al Zaki
Jartum, 28 mar (EFE).- Por primera vez desde hace casi dos años, Bozaina Omar, residente en el barrio de Al Yraif, en el este de Jartum, puede ir al mercado a comprar los alimentos básicos para su familia; atrás quedó el miedo a la brutalidad del grupo paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) que dominaba la zona.
«Estábamos en una cárcel dentro de nuestra casa. Hemos pasado hambre, y en cualquier momento podían entrar los miembros armados de las FAR, levantar sus armas contra nosotros sin motivo ninguno», recuerda esta mujer, de 55 años, en una conversación con EFE.
Esta situación cambió este pasado miércoles, cuando el presidente del Consejo Soberano de Sudán, Abdelfatah Al Burhan, anunció desde el recién recuperado Palacio Presidencial que Jartum quedó «libre» de los rebeldes, que huyeron de sus últimas posiciones en la capital tras el avance de las tropas regulares del Ejército de Sudán.
«Ya se acabó. Jartum está libre», declaró Al Burhan, también comandante de las Fuerzas Armadas sudanesas, en una emisión de la televisión oficial de Sudán después de aterrizar en helicóptero por primera vez en la capital desde que estallara la guerra civil el 15 de abril de 2023 y adoptara la ciudad oriental de Port Sudán como capital provisional.
En este tiempo, la vida de Bozaina, que es profesora de grado básico, cambió radicalmente. Su marido está muerto y tuvo que hacerse cargo ella sola de dos hijas y un hijo. Sin dinero para salir de Al Yraif, tenía miedo de que violaran a sus hijas, por eso el único que salía de casa era su hijo, quien les traía los suministros, pero no sin riesgo: Fue expuesto a abusos y golpes tres veces por las FAR, relata.
«Dependíamos de lo que mi hijo conseguía de su trabajo en una huerta a la orilla del Nilo Azul, además del cultivo de tomates y pepinos», explica Bozaina llena de «gran felicidad» porque las FAR abandonaron su barrio el pasado martes. «Gracias a Dios, se fue la pesadilla y nos sentimos seguros».
Saqueos, robos y torturas
El avance decisivo del Ejército empezó a finales del pasado año. Siguió en enero, cuando recuperó los barrios de Jartum Norte, pero actualmente los residentes siguen sin electricidad ni agua, por lo que dependen del agua del río que transportan en coches privados con un coste muy elevado.
Algunos vecinos de la zona de Al Halfaia, en Jartum Norte, compraron placas solares para iluminar sus casas y siguen con dificultades para conseguir gas para cocinar.
Ahmed Jalil, de 43 años y dueño de una panadería en Al Halfaia, dijo a EFE que retomó su trabajo la semana pasada después de una gran inversión: su obrador fue destruido y saqueado por las FAR. Tuvo que arreglar el edificio y comprar a plazos nuevo equipamiento a una empresa en la ciudad de Atbara, en el norte del país.
«Las FAR nos torturaron y mataron a algunos habitantes del barrio y secuestraron a otros a cambio de un rescate que impusieron a sus familias», contó a EFE.
Un escenario parecido se encontró el Ejército al desplegarse este miércoles en los barrios del sur y el este de Jartum.
Jaled Suleiman, de 59 años, dijo a EFE que regresaron a sus casas la tarde del jueves, pero la encontraron en ruinas e inhabitable. «Vivían líderes de las FAR porque queda cerca del centro de Jartum y al oeste del aeropuerto Internacional», aclaró.
Agregó que la mayoría de sus casas fueron saqueadas «incluso las puertas, las ventas y los ventiladores». «Nos chocó encontrar la casa vacía y destruida. No es posible vivir. Algunos vecinos encontraron cadáveres enterrados en los jardines de sus casas, además de metrallas», relató.
«Gracias a Dios, nos volvió la seguridad. Empezaremos desde cero para mantener la casa y comprar los muebles básicos después de haber perdido mi trabajo en una empresa privada», explicó.
Estos testimonios comparten la esperanza de poder empezar de nuevo y dejar atrás la pesadilla que vivieron en los últimos dos años, si bien todavía se muestran temerosos dado que el conflicto sigue latente en otras partes de Sudán, especialmente en Darfur y algunas zonas de Kordofán, donde los paramilitares aún mantienen posiciones. EFE
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