Jomeini, el padre de la República Islámica de Irán
Fue en el otoño de su vida cuando Ruholá Jomeini se puso a la cabeza de la Revolución Islámica iraní de 1979, dando un vuelco al paisaje político y religioso de Oriente Medio.
El ayatolá, con mirada sombría bajo su turbante negro, pasó 15 años en el exilio antes de convertirse en Guía de la República Islámica de Irán, un país en el que el islam chiita es la religión de Estado desde el siglo XVI.
Cuarenta años después, la revolución iraní sigue exacerbando la rivalidad en el mundo musulmán entre las dos grandes ramas del islam, chiismo y sunismo.
Nacido en 1902 en el centro de Irán, Ruholá («espíritu de Dios») Jomeini procede de una familia de religiosos. Apenas tenía unos meses cuando su padre, un ayatolá, fue asesinado por haberse opuesto al régimen imperial.
– Exiliado en 1964 –
Criado por su madre y su tía, realizó estudios religiosos. Adquirió un gran dominio en materia de filosofía, derecho y jurisprudencia islámicas y luego comenzó a formar a sus primeros discípulos.
Reputado por su erudición y rigor moral, en 1929 se casó con una joven de 16 años con la que tuvo tres hijas y dos hijos.
Jomeini no entró en política hasta 1962 –cuando tenía 60 años– para denunciar la «Revolución Blanca» comenzada por el sah para modernizar el campo.
La muerte del gran ayatolá Hosein Boroujerdi en 1961, la principal autoridad espiritual de Irán en aquel momento y partidario de una estricta no intervención del clérigo chiita en la vida política, dejó vía libre a Jomeini para hacer valer sus ideas.
En 1963, en un sermón incendiario, Jomeini advirtió al sah del riesgo de ser expulsado un día en medio de la alegría popular.
Jomeini fue encarcelado tras una serie de disturbios en Qom en 1963 y volvió a ser detenido en 1964 tras una nueva carga contra el régimen imperial, cuando acababa de conceder la inmunidad diplomática al personal militar estadounidense en Irán. Se vio forzado al exilio.
De Turquía pasó a Irak en 1965. Se instaló en la gran ciudad santa chiita de Náyaf, donde radicalizó su discurso y desarrolló la teoría del «Velayat-é faqih» (gobierno del jurista musulmán), por el que se concede el poder a un ulema para dirigir al mismo tiempo el Estado y la comunidad de creyentes. Más tarde, sería el principio fundador de la República Islámica.
Expulsado de Náyaf por el gobierno iraquí, aterrizó en Francia en 1978, donde se instaló en Neauphle-le-Château, en la periferia parisina. Desde allí lideró la fase final de su lucha.
Arengaba a su partidarios con feroces diatribas contra el sah, grabadas en casetes que lograba enviar a Irán, donde la sangrienta represión de los manifestantes impulsaba a más iraníes a salir a las calles.
La revolución estaba en marcha: el sah huyó de Teherán el 16 de enero de 1979, y el 1 de enero «el avión de la revolución» llevó al triunfal «imán».
El 1 de abril se proclamó la República Islámica.
– «Gran Satán» –
Aunque sus discursos se dirigían a los desheredados, Jomeini comprometió la República Islámica en una nueva vía, la expulsión del «Gran Satán» estadounidense.
En noviembre, la embajada de Estados Unidos fue ocupada por estudiantes, haciendo rehenes a 52 diplomáticos durante 444 días.
A finales de 1979, la nueva Constitución confirió a Jomeini los poderes de Guía de la República Islámica. En los primeros años tras la Revolución, la sociedad iraní vivió una rápida (re)islamización.
El fervor revolucionario en Irán preocupaba a algunos países vecinos. En 1980, Irak, dirigido por Sadam Husein, lanzó una guerra contra la República Islámica para recuperar territorios cedidos en los acuerdos de Argel de 1975 e impedir la propagación de la revolución islámica a Irak, país de mayoría chiita.
Tras ocho años de conflicto, el guía supremo iraní aceptó el fin de los combates. La guerra reforzó la República Islámica y, al mismo tiempo, reprimió a los «enemigos del interior», como los marxistas o los nacionalistas laicos, quienes habían participado en la revolución de 1979.
En 1989, debilitado por un cáncer de próstata, Jomeini afirmó su voluntad de «no permitir a los liberales tomar el poder».
Poco antes de su muerte, el 3 de junio de 1989, lanzó una fatua apelando al asesinato del escritor británico de origen indio Salman Rushdie por su libro «Los versos satánicos», que considera blasfematorio.
Su mausoleo, al oeste de Teherán, se convirtió en un lugar de peregrinación que cada año recibe a millones de iraníes.