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Joséphine Baker, del cinturón de bananas a la inmortalidad

La cantante y bailarina franco-estadounidense Josephine Baker, en una foto de estudio en París afp_tickers

Joséphine Baker superó el imaginario racista que la había convertido en una famosa artista negra para consagrarse como mujer libre, heroína de la resistencia, adalid de la fraternidad universal y, ahora, “inmortal” en el Panteón de los grandes personajes de Francia.

La “Venus de Ébano”, nacida en la pobreza en Estados Unidos, se convirtió en una adulada diva, se unió al servicio de contraespionaje durante la Segunda Guerra Mundial y lideró una lucha internacional contra el racismo, adoptando además a 12 niños de todo el mundo.

Sin plumas ni lentejuelas, sino vestida con el uniforme de la Francia Libre, habló tras Martin Luther King y su famoso “I have a dream” en 1963 en Washington. La marcha por los derechos civiles fue el día “más feliz” de su vida.

“Nunca supe si este trabajo la satisfacía por completo y si no quería ser más bien una personalidad política”, aseguró su amigo y mandamás del espectáculo en Francia Bruno Coquatrix. “Ella quería nada menos que la reconciliación de toda la humanidad (…) y se dedicó a su profesión de ‘vedete’ de revista para ganar dinero, para ganar esta batalla”.

– Mujer negra –

Freda Josephine McDonald nació el 3 de junio de 1906 en Saint Louis, en Estados Unidos, de una madre amerindia negra y de un efímero padre de origen español. Creció entre miseria y segregación. Colocada como criada, dejó la escuela para casarse a los 13 años. Un fracaso.

A continuación, se unió a una compañía de artistas callejeros y dos años después de su primer matrimonio se casó en 1921 con Willie Baker. La joven abandonó su marido para probar suerte en Nueva York, pero conservó su apellido.

Baker logró integrar dos compañías en Broadway, antes de que una productora la convenciera de viajar a París con Sidney Bechet, músico de jazz.

El 2 de octubre de 1925, la bailarina afroestadounidense se convirtió en la vedete de la “Revue Nègre” (La Revista Negra) en el teatro de los Campos Elíseos y aceptó con reticencias aparecer con los pechos desnudos.

Esa noche, deleitó a los asistentes con su “danza salvaje”. Con un decorado de sabana, la artista interpreta un extraño charlestón en un arrebato de la batería de jazz, con una inmensa sonrisa.

“Impulsada por fuerzas oscuras que desconocía, improvisé, embriagada por la música, el teatro recalentado y lleno hasta los topes bajo el calor de los focos”, recordó.

El público se sorprendió al descubrir a esta mujer negra que jugaba con los fantasmas coloniales. En 1927, la artista brilló en el escenario del “Folies Bergères” vestida con un simple cinturón de bananas, acompañada de una pantera viva.

– “Estrella escandalosa” –

“Ella es consciente de encarnar ‘la salvaje’, pero inventará su propia forma de ocupar este molesto lugar”, explica la directora Ilana Navaro en su documental “Baker, primer icono negro”. “Alrededor de sus riñones, las bananas, símbolos racistas por excelencia, se transforman en trofeos fálicos”.

La primera canción que interpretó –“J’ai deux amours, mon pays et Paris” (Tengo dos amores, mi país y París)– en 1930 en el Casino de París, la consagró como una diva.

“Si quiero convertirme en una estrella, tengo que ser escandalosa”, defendió con su acento estadounidense Baker, que llegó a pasear con una serpiente alrededor del cuello o con una cabra con correa.

A esta mujer libre se le atribuyeron aventuras con hombres y con mujeres.

Su representante Giuseppe Abatino, un siciliano que vivió con ella diez años, le organizó una gira mundial. Pero en Estados Unidos, la acogida fue tibia.

En 1937, la “Princesa Tam-Tam” se casó con el empresario Jean Lion y se nacionalizó francesa. “Francia me ha convertido en lo que soy y le estaré eternamente agradecida”, afirmó.

– “Una raza humana” –

Como mujer negra y casada con un judío, Joséphine Baker fue un objetivo para los nazis. Desde entonces, su compromiso político pasó a ser fundamental.

Cantó para los soldados en el frente y se convirtió en agente para el general Charles De Gaulle, obteniendo, entre otras cosas, informaciones sobre las intenciones de Mussolini.

La subteniente Joséphine Baker hizo llegar a Londres informes escritos con tinta invisible en sus partituras, lo que le valió la Cruz de Guerra.

Esta militante por los derechos civiles de los negros en Estados Unidos se sumó a la Liga Internacional contra el Racismo. Y en 1966 participó en la conferencia Tricontinental celebrada en Cuba.

Para demostrar que “solo hay una raza humana”, adoptó, con su nuevo marido, el director de orquesta Jo Bouillon, doce niños de diferentes lugares del mundo.

Su “tribu arcoíris” se instaló en el castillo de Milandes, en el sur de Francia, donde fundó la “capital de la fraternidad”. Pero este desmesurado proyecto, que incluía un parque de atracciones, la arruinó, por lo que volvió a los escenarios para intentar salvar su propiedad, en vano.

Joséphine Baker murió el 12 de abril de 1975 en París, tres días después de haber festejado sus bodas de oro sobre el escenario.

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