La antigua casa del comandante de Auschwitz es reconvertida en un centro contra el odio
Miguel Ángel Gayo Macías
Oświęcim, (Polonia), 25 ene (EFE).- Desde las ventanas de la casa en la que vivía el infame comandante de Auschwitz se pueden ver aún los barracones del lugar en el que los nazis asesinaron a más de un millón de personas. 80 años después de la liberación por el Ejército soviético del campo de concentración, la antigua residencia de Rudolf Höss, será reconvertida en un centro de memoria.
A partir del lunes, coincidiendo con el acto en el que decenas de jefes de Estado y de Gobierno conmemorarán la liberación soviética del campo, la antigua villa, situada justo al otro lado de los muros del campo de exterminio, servirá como lugar de investigación, educación y actividades contra el antisemitismo, el extremismo y la radicalización.
El centro, que abrirá las puertas justo en esa fecha para que algunos supervivientes del Holocausto puedan visitarlo, será dirigido por Jacek Purski, del Proyecto Contra el Extremismo (CEP), que busca «transformar un lugar que alguna vez simbolizó el odio en un centro de conciencia y valores humanitarios».
«Queremos que la gente que venga aquí preste atención a su responsabilidad por las amenazas actuales de radicalización y extremismo. Queremos que todos los que salgan de este lugar entiendan que no se trata sólo de una lección de la historia. La lección que hay al otro lado de estas paredes es la más importante», enfatizó en declaraciones a EFE Purski.
Rudolf Höss fue una figura clave en la maquinaria de exterminio nazi: fue el responsable del primer uso de Zyklon B para asesinar a prisioneros de guerra soviéticos en Auschwitz y del primer asesinato en masa en 1941. En 1942 comenzó a preparar sistemáticamente el campo para el asesinato de personas con gas venenoso y dos años después se encargó del asesinato en masa de judíos húngaros.
El «paraíso» junto al infierno
Desde las ventanas de la casa, que fue adquirida por la CEP a una señora polaca, se pueden ver aún hoy los barracones donde hacinaban a los condenados a sufrir horrores inimaginables y un poco más allá se situaban los hornos crematorios cuya realidad conocían bien la esposa de Höss y su hijo de 16 años, ya que «el olor a los cuerpos quemados no podía hacer dudar a nadie», según confesó el propio comandante.
La casa donde vivió con su familia, que su mujer calificó de «paraíso en la Tierra», contaba con piscina, un gran jardín, establos, sauna y todas las comodidades con las que apenas podían soñar los prisioneros que, a muy pocos metros, intentaban sobrevivir un día más.
La película «La zona de interés» (The Zone of Interest, 2023), basada en una novela de Martin Amis y premiada con un Oscar, retrata la vida idílica que Höss llevó allí con su familia y que solo se veía interrumpida por los encuentros ocasionales con prisioneros llegados al campo.
Cuando una visión desagradable le turbaba, contó Höss, un paseo a caballo bastaba para hacerle olvidarlo todo.
Al llevar a cabo la limpieza del edificio, se encontraron unos manuscritos y uno de los conocidos uniformes rayados que perteneció a un prisionero y que se colocó para tapar un agujero en la azotea donde estaba el cuarto de juegos del hijo de Höss.
Hoy, en la puerta de la casa se puede ver una «mezuzá», un pequeño pergamino con unos versículos de la Torá judía protegido en una cajita colocada en la bisagra y que se usa en los hogares judíos para proteger a los residentes e invitados.
El final de un verdugo
Höss fue ejecutado por ahorcamiento el 16 de abril de 1947, en el mismo sitio del antiguo campo de Auschwitz, cerca de los restos del edificio de la Gestapo y a pocos metros de su antigua casa.
Los antiguos prisioneros del campo solicitaron que la ejecución se llevara a cabo en ese lugar y, según las crónicas de la época, Höss solicitó permiso para enviar su anillo de bodas a su esposa, pidió una taza de café y él mismo se ajustó la soga con un movimiento de su cabeza.
Atrás quedaba una persecución de varios meses por parte de los aliados que, finalmente, le sorprendieron en pijama en una población cercana a Dinamarca y le enviaron a Varsovia para que fuese juzgado.
El juicio despertó tanta expectación que se tuvo que llevar a cabo en el edificio más grande de Varsovia que, tras la guerra, aún permanecía en pie.
A su declaración, en la que aseguró haber exterminado a 2,5 millones de personas, asistieron varios supervivientes de Auschwitz. EFE
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