La justicia sigue pendiente una década después de la masacre en la escuela de Peshawar
Amjad Ali
Islamabad, 16 dic (EFE).- Una década después del tiroteo en una escuela pública de Peshawar, donde murieron 150 personas -entre ellos, 132 niños-, las familias de los fallecidos prosiguen con su proceso de recuperación y búsqueda de justicia, y Pakistán lucha contra el terrorismo en medio de una de sus peores oleadas de violencia en años.
«Aún no hemos salido del 16 de diciembre (de 2014), mi salud se ha deteriorado, he perdido mi negocio y el dolor de un hijo no se puede sacar del corazón», asegura Tahir Khan, quien como muchos otros padres perdió a un hijo en el ataque a la Escuela Pública del Ejército (APS, por sus siglas en inglés).
El ataque tuvo lugar el 16 de diciembre de 2014 en un colegio de Peshawar gestionado por el Ejército, cuando siete insurgentes del principal grupo talibán paquistaní, el Tehreek-e-Taliban Pakistan (TTP), penetraron en el centro y, aula por aula, abrieron fuego contra estudiantes y profesores.
Tras escalar un muro que delimitaba el centro, los insurgentes entraron en el salón de actos de la escuela, donde un grupo de estudiantes recibía una clase de primeros auxilios y dispararon indiscriminadamente.
Los atacantes, armados con granadas y rifles automáticos, se dirigieron después a las aulas, donde tirotearon a profesores y a niños sin tomar rehenes.
La matanza se prolongó durante horas hasta que comandos del Grupo de Servicios Especiales (SSG) del Ejército paquistaní mataron a los atacantes, que llevaban chalecos suicidas revestidos con explosivos.
Shaheer Khan, el hijo de Tahir, estudiaba octavo grado (13 años). Su padre asegura que todavía sigue vivo para él.
«No lo puedo olvidar porque es mi sangre. El único día que olvidaré a mi hijo es cuando yo mismo vaya a la tumba», dijo a EFE.
Muneeb, el hermano de Shaheer, sobrevivió a los ataques ya que los cuerpos de tres de sus compañeros de clase cayeron sobre él, cubriéndolo y protegiéndolo de los disparos.
«Un terrorista vino a comprobar si estaban vivos y regresó pensando que todos estaban muertos porque la sangre cubría a Muneeb», dijo el padre de los jóvenes.
Para Tufail Khattak, padre del también asesinado Sher Shah, las heridas siguen siendo tan «crudas y dolorosas» como el día del ataque. «Dicen que el tiempo cura, pero no lo creo porque a medida que pasan los años la herida se hace más profunda», lamenta.
Un problema que aún persiste
En el décimo aniversario del ataque, Pakistán ha reafirmado su determinación por erradicar la insurgencia en este país. Su primer ministro, Shehbaz Sharif, publicó un mensaje conmemorativo.
«Hoy, cuando se cumplen diez años de una tragedia inolvidable en la historia de Pakistán, nuestro corazón está entristecido y llora lágrimas de sangre», dijo el mandatario en un comunicado.
Tahir recuerda que el día del ataque, después de saber que se había producido el tiroteo, un oficial del Ejército no le permitió entrar en la escuela pública.
Además, afirma que diez días antes del incidente, 18 soldados que tenían como función garantizar la seguridad en la escuela fueron desplegados en otras tareas.
El Gobierno paquistaní, entonces liderado por Nawaz Sharif, hermano del actual primer ministro, prometió una lucha constante hasta que el último terrorista responsable del ataque fuese asesinado y anunció que formaría una comisión judicial propia para investigar los asesinatos.
En agosto de 2015, la Justicia militar paquistaní condenó a muerte a siete personas por varios ataques terroristas, entre los que se incluía la masacre de la APS. Otro hombre, implicado en este ataque, fue condenado a cadena perpetua.
Las autoridades ahorcaron a cuatro hombres pocos días antes del primer aniversario del ataque.
Además, la comisión investigadora ha mencionado que se cometieron negligencias y fallas de seguridad en la escuela, lo que muestra que «los militares son responsables», según Tahir.
En respuesta a la masacre, el Gobierno paquistaní lanzó una amplia ofensiva contra los grupos insurgentes islamistas que operaban en Pakistán, estableció tribunales militares para acelerar los juicios a sospechosos de terrorismo y levantó una moratoria de seis años sobre la pena de muerte, restableciendo la pena capital como medio para los crímenes de terrorismo.
Ahora, diez años después del ataque de Peshawar, Pakistán experimenta un aumento alarmante de ataques terroristas, especialmente en las provincias de Baluchistán y Khyber Pakhtunkhwa, ambas fronterizas con Afganistán.
En noviembre, un ataque suicida en una estación de tren cerca de la ciudad de Quetta causó al menos 26 muertos y medio centenar de heridos, a lo que se suman ataques esporádicos contra las fuerzas de seguridad. EFE
aa-jgv/hbc/jac
(foto) (video)