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La línea dura de Trump con Cuba le reporta una victoria en la Pequeña Habana

El presidente de EEUU, Donald Trump, firma un memorándum sobre la política con Cuba el 16 de junio de 2017 en el Teatro Manuel Artime de Miami afp_tickers

La restricciones del presidente estadounidense, Donald Trump, a viajes y comercio con Cuba no van muy lejos en términos prácticos, pero hicieron ruido en donde más quería escucharse algo así: en la Pequeña Habana de Miami.

En respuesta, los cubanoestadounidenses que le dieron la bienvenida en el corazón de la capital del exilio lo premiaron con lo que Trump parece querer más: estruendosos aplausos.

Cientos de personas colmaron el teatro Manuel Artime, desde disidentes recién llegados hasta veteranos de fracasadas operaciones encubiertas de la CIA y la nueva generación de legisladores cubanoestadounidenses que tienen su escaño en el Capitolio.

En Washington, los críticos de Trump advirtieron de que sus restricciones a viajes de estadounidenses a Cuba y a los negocios con firmas cubanas dirigidas por militares empobrecerán aún más a los cubanos.

Además, dicen, jaquean las relaciones diplomáticas reanudadas en 2015 tras laboriosas gestiones de Barack Obama.

Firmas estadounidenses y grupos empresariales advirtieron de que se están cerrando caminos para hacer inversiones que darían beneficios a los cubanos y, a la vez, ganancias y empleos a compañías del norte del estrecho de Florida.

Otros observadores estimaron que las nuevas medidas no pasan de un endurecimiento de normas ya existentes.

Sin embargo, los resonantes discursos de Trump, del vicepresidente, Mike Pence, y del senador por Florida Marco Rubio generaron entusiasmo.

El público bramó «¡Viva Cuba libre¡», cantó «God Bless America» («Dios bendiga a Estados Unidos») y gritaba «¡Gracias, señor Presidente. Lo amamos!».

Hasta la campaña electoral del año pasado, Trump no había expresado su apoyo a la causa de la oposición cubana. Y desde que asumió en enero se ha acercado a otros regímenes autoritarios sin detenerse mucho en sus historiales en derechos humanos.

Empero, en la campaña electoral del año pasado, se reunió con veteranos de la Brigada 2506 formada por exiliados cubanos adiestrados por la CIA para la desastrosa invasión de la Bahía de Cochinos en 1961, intentada para derrocar a Fidel Castro.

Los veteranos volvieron el viernes a verlo en el teatro Artime, que lleva el nombre de uno de esos anticastristas. Estallaron de júbilo cuando Trump prometió revisar la estrategia de Obama y exigió a Cuba que implemente reformas democráticas.

– «El cambio no es radical» –

«El cambio no es radical. Trump no revirtió la política de Obama, sino que hizo ajustes», dijo a la AFP Sebastian Arcos, del Instituto de Investigaciones Cubanas de la Universidad Internacional de Florida.

Para Arcos, Trump hizo un gesto hacia una comunidad que lo ayudó a ganar las elecciones y el entusiasmo de su visita tiene razones políticas, pero las decisiones solo un peso simbólico.

Al justificar su decisión en términos de valores estadounidenses y derechos humanos y al tomar decisiones contra entidades del Gobierno cubano, Trump trata de convertir al embargo en una medida contra el presidente Raúl Castro y su Gobierno, pero no contra el pueblo cubano.

Este es un mensaje que tiene algo de apoyo, incluso en gente de la otrora monolítica comunidad cubana que ahora empezó a dudar acerca de la eficacia del embargo y algunos hasta saludaron la actitud de Obama de reanudar los interrumpidos lazos diplomáticos.

En las calles de la Pequeña Habana, donde personas mayores mayores juegan al dominó en un parque y se multiplican los bares en los que se escucha jazz, no es difícil encontrar a quienes repudien al «comunista Obama» y su supuesta rendición ante Castro.

Pero también se encuentran quienes valoran la apertura de posibilidades de negocios y haberse facilitado las visitas a sus parientes. Aunque esas personas también simpatizan con las decisiones de Trump.

El parque de dominó cierra a las 6.30 pm, pero Gerardo Díaz, de 65 años, y sus amigos no se apuran por volver a casa y disfrutan al hablar de política con los periodistas.

En mayor o menor medida, todos son anticastristas, pero Díaz y algunos de sus compañeros de dominó están esperanzados con la reanudación de los lazos entre los dos países. Después de todo, más de medio siglo de embargo estadounidense no ha servido de mucho.

Pero la idea de que haya militares cubanos sacando ventajas económicas, los irrita. «Coincido con Trump sobre los militares. La gente del Gobierno no debería estar beneficiándose», dijo Díaz.

Las nuevas normas de Trump prohíben hacer transacciones financieras con el conglomerado turístico GAESA, manejado por militares y dirigido por el yerno de Raúl Castro.

Ese grupo es un aliado indispensable para los hoteles extranjeros y la compañías de cruceros que quieren instalarse en Cuba.

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