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La Siria de Bashar al Asad, de la Primavera de Damasco a la guerra civil

Foto de un mosaico en el que está representado el expresidente sirio Hafez al Asad, tomada el 25 de marzo de 2018, en la periferia de Damasco afp_tickers

Cuando murió su padre, Bashar al Asad representaba para muchos la esperanza de una apertura democrática en el país. Pero veinte años después, y con los nueve últimos empañados por la guerra, la Siria que dirige está exhausta y aislada.

Bashar al Asad, oftalmólogo de formación y educado en el Reino Unido, se puso al frente del país un mes después del deceso de su padre, fallecido el 10 de junio de 2000, tras 30 años gobernando el país con puño de hierro.

A sus 34 años, «Bashar» se forjó una imagen de reformista, dispuesto a emprender una liberalización económica y una relativa apertura política. Un perfil que dista mucho de su imagen actual de paria y dirigente autoritario, que reprimió a sangre y fuego la revuelta popular de marzo de 2011.

Cuando llegó al gobierno, se respiraba «mucha ansiedad. Siria no había conocido una transición pacífica del poder desde hacía décadas», recuerda Faysal Itani, del gabinete de reflexión Center for Global Policy.

«Esto se disipó rápidamente, a medida que Bashar se instalaba y proyectaba esa aura de modernidad, de juventud y de apertura», agrega.

Un año después de la ascensión al trono de jóvenes monarcas en Jordania y Marruecos, la sucesión de Hafez al Asad alentó la esperanza de un cambio en la región.

De hecho, en Siria, en unos meses, intelectuales, abogados y profesores organizaron debates políticos y publicaron y distribuyeron comunicados reclamando reformas.

Esta «Primavera de Damasco» representó un paréntesis inédito en un país que llevaba en estado de emergencia desde hacía casi 40 años, con los ciudadanos acostumbrados al miedo y al silencio.

El mandato de Hafez al Asad quedó marcado por su antagonismo con los Hermanos Musulmanes, que culminó en 1982 con la insurrección islamista de Hama (centro), duramente reprimida. Las operaciones militares, lideradas por un cuerpo de élite liderado por su hermano Rifaat, dejaron entre 10.000 y 40.000 muertos en un mes, según varias fuentes.

– «Corrupción feroz» –

Bashar al Asad era «muy diferente a las otras figuras del régimen: joven, educado en el extranjero», destaca Daniel Neep, experto en Siria de la Universidad de Georgetown.

Su ascenso al poder ni siquiera estaba programado. En principio, era su hermano mayor, Basel, quien debía suceder al padre, pero falleció en un accidente de tráfico en 1994.

Con todo, el optimismo tampoco duró mucho. Los opositores no tardaron en ser amordazados y encarcelados. Y en cuanto a la apertura económica, dio lugar a la emergencia de una guardia personal que acaparó importantes riquezas, lo que Faysal Itani califica de «corrupción feroz dentro del círculo cercano de Bashar».

«Las desigualdades económicas aumentaron, gran parte de la clase media y de la población rural se sumió en la extrema pobreza», añade.

Bashar trató de abrirse hueco en la escena internacional, y en 2008 fue invitado al desfile del 14 de julio, día de la Fiesta Nacional en Francia, por el entonces presidente Nicolas Sarkozy.

Sin embargo, cuando su régimen reprimió violentamente el levantamiento de 2011, en plena Primavera Árabe, Siria quedó inmersa en una guerra civil que ha dejado hasta la fecha más de 380.000 muertos. Ahora, los gobiernos occidentales reclaman que Bashar al Asad abandone el poder y han impuesto sanciones económicas.

– «Sombra de lo que fue» –

Sin embargo, han pasado casi diez años y Bashar al Asad sigue aferrado al poder, en contra de todo pronóstico, con la ayuda de sus aliados, Rusia e Irán.

Entretanto, los Occidentales bajaron el tono de sus reivindicaciones, eclipsadas durante años por la lucha contra el grupo Estado Islámico (EI).

Pero Siria está arruinada y está fragmentada bajo la influencia de las potencias extranjeras, mientras que su moneda su hunde más y más.

A mil leguas de la Siria que dejó Asad padre.

«Hafez al Asad presidía un Estado políticamente estable, seguro hasta el extremo» pero «igualmente empobrecido», señala Itani.

En aquel entonces, Damasco era un actor destacado en la escena regional, que organizaba la acción de Hezbolá en Líbano contra Israel, al tiempo que intervenía como potencia tutelar en el país del cedro.

«Siria no será más que la sombra empobrecida de lo que fue. Los territorios del régimen serán un terreno de competición para Irán y Rusia», vaticina el experto del Center for Global Policy.

«Bashar se parece a Hafez en su tenacidad y su capacidad para mantener intacto el corazón del régimen. Lo único es que no es tan competente, o tan afortunado», comenta Itani.

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