Las autoridades sirias anuncian el fin de la sangrienta operación militar en el oeste del país

Las autoridades sirias anunciaron el lunes el fin de la operación militar contra personas leales al depuesto presidente Bashar al Asad, marcada por la peor violencia desde la caída del dirigente, con más de un millar de civiles muertos.
Prácticamente todos los 1.068 civiles fallecidos, en gran parte de la minoría alauita, a la que pertenece Al Asad, fueron víctimas de ejecuciones sumarias llevadas a cabo por las fuerzas de seguridad o grupos aliados, según un balance del Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH).
La ola violencia empezó en el oeste de Siria con un ataque de los partidarios de Al Asad contra las fuerzas de seguridad en la ciudad de Jableh, en la gobernación de Latakia.
La región es la cuna de la comunidad alauita, una rama del islam chiita de la que proviene el clan Al Asad que durante más de medio siglo, primero con Hafez y luego con su hijo Bashar, gobernó el país de forma autoritaria y represiva.
«Anunciamos el fin de la operación militar […] tras el éxito de nuestras fuerzas en alcanzar todos los objetivos fijados», afirmó el portavoz del Ministerio de Defensa, Hasan Abdel Ghani, citado por la agencia oficial de noticias SANA.
El presidente sirio interino, Ahmed al Sharaa, subrayó que no permitirá a los seguidores del derrocado presidente, respaldados según él por «partes externas», que «arrastren el país» a una nueva «guerra civil».
– «Comisión independiente» –
Al Asad, que huyó a Moscú con su familia, fue derrocado en diciembre de 2024 por una alianza de rebeldes islamistas sunitas encabezada por el grupo radical Hayat Tahrir al-Sham (HTS) de Al Sharaa.
El nuevo dirigente interino ordenó el domingo que una «comisión independiente» investigara las matanzas de civiles, que causaron indignación en la comunidad internacional.
«Lo que está pasando en el país (…) son desafíos que eran previsibles. Tenemos que preservar la unidad nacional, la paz civil, tanto como sea posible y, si Dios lo quiere, seremos capaces de vivir juntos en este país», subrayó en una mezquita de Damasco, la capital.
Amnistía Internacional instó el lunes a Siria a autorizar una investigación internacional sobre los hechos.
Según testigos, yihadistas extranjeros formaban parte de los combatientes que atacaban a los civiles.
Irán, un antiguo aliado de Al Asad, negó el lunes cualquier implicación en los actos de violencia que azotaron el país, escenario de una guerra civil durante más de 13 años.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, aseguró que su país «seguiría aportando todos los apoyos posibles» a Siria.
Siria es un país compuesto de varias comunidades: sunitas, mayoritarios, kurdos, cristianos y drusos. Los alauitas estuvieron fuertemente representados en el aparato militar y de seguridad del clan Al Asad.
El Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Volker Türk, dijo que las matanzas de civiles «deben cesar inmediatamente», mientras que el secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio condenó las «masacres» y pidió que sus responsables «rindan cuentas».
La administración autónoma kurda de Siria, que controla grandes partes del este y del norte de país, condenó también las «prácticas (que) nos llevan a una época negra que el pueblo sirio no quiere volver a vivir».
– «¡Estado sunita!» –
El lunes, había poco tráfico en las calles de Latakia, la mayor ciudad de la costa oeste, indicó un corresponsal de AFP.
«La situación es un poco más tranquila, la gente ha empezado a circular de nuevo tras veinte días de gran miedo y ansiedad», declaró Farah, una estudiante de 22 años que no quiso dar su apellido.
El OSDH y varios activistas publicaron estos días videos que muestran decenas de cuerpos y hombres con uniformes militares disparando a personas a quemarropa.
AFP no pudo verificar estas imágenes de forma independiente.
En Damasco, las fuerzas de seguridad dispersaron una sentada de protesta contra las matanzas, después de que contramanifestantes irrumpieran en la zona al grito de «¡Estado sunita!» y varios lemas contra la comunidad alauita.
Desde su llegada al poder, Al Sharaa ha tratado de ganarse el apoyo de la comunidad internacional y tranquilizar a las minorías.
Pero el recrudecimiento de la violencia pone en entredicho su capacidad para mantener la seguridad y asesta un duro golpe a sus intentos de ganarse la confianza internacional, indicaron los analistas.
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