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Las elecciones presidenciales en Irán, a favor o en contra de la apertura internacional

Varios partidarios del presidente saliente de Irán y candidato a la reelección, Hasan Rohani, durante un mitin de campaña el 17 de mayo de 2017 en la ciudad de Ardabil (noroeste) afp_tickers

Los iraníes votan el viernes para conceder o no un segundo mandato al presidente, el moderado Hasan Rohani, y su política de apertura al mundo que suscitó una gran esperanza, en parte decepcionada.

El balance de Rohani, de 68 años de edad, es cuestionado por su principal adversario, el religioso conservador Ebrahim Raisi, de 56 años y próximo al guía supremo, el ayatolá Alí Jamenei.

Estas elecciones se desarrollan en un ambiente de creciente tensión con Estados Unidos tras la elección de Donald Trump, que el sábado estará en Arabia Saudí, el gran rival de Irán en la región.

Elegido en la primera vuelta en 2013, con el 50,7% de los votos, Hasan Rohani, aliado de los reformistas, aspira a un segundo mandato de cuatro años.

Hasan Roahni recibió el martes el apoyo de su primer vicepresidente, Es-hagh Jahanguiri, un reformista que retiró su candidatura y llamó a votar por él.

La intención de Rohani, pese a la hostilidad estadounidense, es continuar con la apertura iniciada en julio de 2015 con un acuerdo nuclear histórico con las grandes potencias, entre ellas Estados Unidos.

A cambio de su compromiso a desarrollar una política nuclear con fines estrictamente civiles, Teherán obtuvo un levantamiento parcial de las sanciones internacionales que obstaculizaban el desarrollo de la economía.

«Durante estas negociaciones nucleares, hemos podido reencontrar nuestros derechos, algo que nadie creía posible. Es el poder de la diplomacia iraní», valoró recientemente Rohani.

También ha habido una impresionante bajada de la inflación, que ha disminuido de cerca del 40% en 2013 a alrededor del 9,5% actual.

Sin embargo, más allá de la recuperación de sus exportaciones de petróleo, el acuerdo nuclear, que entró en vigor en enero de 2016, de momento no ha atraído las inversiones extranjeras esperadas. Son únicamente de uno a dos millones de dólares, mientras que el Gobierno cifra en 50.000 millones por año la suma necesaria para relanzar su economía.

Los inversores y grandes bancos internacionales continúan reticentes por la actitud de Estados Unidos, que desde la llegada al poder de Donald Trump en enero ha reforzado las sanciones no relacionadas con el programa nuclear, así como con el opaco sistema económico y financiero de Irán.

– De la esperanza a la desilusión –

Ebrahim Raisi, que no cuestiona el acuerdo deseado por el guía supremo, Alí Jamenei, se ha beneficiado denunciando la falta de resultados de este compromiso, que no ha favorecido a los más necesitados, a los que Raisi dice querer defender.

Éste pone por delante las malas cifras de desempleo que golpea al 12,5% de la población y al 27% de los jóvenes. Asimismo, acusa al gobierno de Rohani de actuar solo para «la oligarquía» del «4% más rico» del país.

Tanto para él como para el guía supremo, la salvación pasa sobre todo por «la economía de resistencia», con el foco sobre la producción y las inversiones nacionales.

«La gente pensaba que después del acuerdo nuclear todos los problemas se solucionarían, algo que evidentemente no era posible», señala Amir Mohebian, un politólogo cercano a los conservadores moderados que teme que «la esperanza se convierta en desesperanza».

La gran desconocida de esta votación presidencial es la tasa de participación y la posibilidad de una segunda vuelta el 26 de mayo, si uno de los candidatos no obtiene más del 50% de los votos.

«Los responsables estadounidenses, europeos y los del régimen sionista vigilan nuestras elecciones para ver cuál será el nivel de participación», afirmó este miércoles Alí Jamenei.

Si esta participación «es alta, su juicio será diferente», porque frente «a los enemigos el pueblo debe mostrar un rostro decidido y tranquilo», añadió.

Los habitantes de los barrios populares de Teherán se hacen pocas ilusiones con los cambios que puedan ocurrir en sus vidas tras las elecciones, sea cual sea el resultado.

Para su legitimidad, «el régimen necesita que haya participación, es lo que más les importa, no el resultado», afirma Clement Therme, del Instituto de Estudios Estratégicos (IISS).

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