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Leonardo López, el arqueólogo mexicano tras el rescate de la memoria de Tenochitlan

Madrid, 15 mar (EFE).- Bajo el asfalto y los rascacielos de la Ciudad de México, yace un testimonio vivo de la historia mesoamericana: Tenochtitlan. Leonardo López Luján, arqueólogo y director del Proyecto Templo Mayor, lleva más de tres décadas descifrando los secretos ocultos que se encuentran bajo la metrópoli moderna.

López Luján (Ciudad de México, 1964) estaba predestinado a rescatar la memoria de Tenochtitlan: Su madre fue asistente del arqueólogo francés nacionalizado mexicano más famoso del siglo XX, Alberto Ruz Lhuiller, y su padre fue historiador especializado en la civilización mexica.

Con solo ocho años, comenzó a ayudar en excavaciones durante los veranos, encargándose del “trabajo más terrible que puede hacer un arqueólogo”, lavar y marcar toneladas de fragmentos de cerámica, recuerda en una entrevista con EFE.

El ambiente en la casa de la familia López Luján, donde el tema de conversación durante las comidas era el estudio del mundo indígena, y los constantes viajes a las zonas arqueológicas, moldearon su vocación.

A los 16 años, López Luján ingresó en el proyecto ‘Templo Mayor’ del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México y en 1980 se sumó al equipo de arqueólogos más importante del país, que dirige desde 1991.

Los retos de excavar en una gran metrópoli

Durante más de 40 años, ‘Templo Mayor’ se ha dedicado a exhumar gran parte del recinto sagrado de Tenochtitlan, lo que ha permitido descubrir aspectos fundamentales de la civilización mexica, auqnue el proceso no está exento de dificultades.

En Ciudad de México, detalló, conviven tres capas de historia: en la superficie, la contemporánea; unos metros más abajo, la que fue capital de Nueva España durante 300 años; y más profundo aún, Tenochtitlan, la gran ciudad mexica.

La densidad urbana y la inestabilidad del subsuelo son algunos de los muchos obstáculos que enfrenta López Luján junto a su equipo, de aproximadamente 30 personas, para desenterrar los vestigios de un pasado que sigue vivo y que aún tiene mucho por revelar.

“No excavamos donde queremos, sino donde podemos. Donde hay una obra pública, una obra privada, la construcción del metro (..) nuestras excavaciones son muy limitadas, pequeños pozos, nos permiten ver muy poco. No tenemos grandes perspectivas”, señaló.

A estos problemas se suman los saqueos y la venta ilegal de piezas arqueológicas. Muchos de estos tesoros terminan en grandes subastas en ciudades como Nueva York, Bruselas o París.

“Muchas veces los constructores sin avisar hacen una obra y destruyen algún vestigio o es objeto de saqueo”, lamentó.

No obstante, López Luján rescata el valor de la arqueología. El estudio del pasado, asegura, es clave para comprender el presente y construir un futuro más consciente.

Las civilizaciones prehispánicas “nos proyectan sus luces y sus sombras”, con lecciones valiosas sobre la relación con la naturaleza y sobre errores que no debemos repetir.EFE

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