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Los blinis, las tortitas rusas que no saben de ricos y pobres

Moscú, 5 mar (EFE).- Con una historia milenaria, los blinis, las tortitas rusas, no son solo un alimento, sino una tradición cultural profundamente arraigada, que disfrutan tanto ricos como pobres, en invierno y en verano, en jornadas de fiesta o en el día a día.

Con una fina sartén en la mano como principal herramienta, el cocinero del restaurante Tejnikum de Moscú cocinó en apenas unos minutos una montaña de blinis para los comensales que celebran estos días el carnaval ruso.

El resto ya depende del gusto del consumidor, ya que estas tortas rusas viajan diariamente desde el mar a la montaña, pasando por la huerta y la pastelería, sea a la hora del desayuno, la comida o la cena.

Es habitual que se coman solos o con crema agria, pero también puede ser un plato dulce, servirse con requesón y azúcar, leche condensada, nata, fruta, etc. Pero también puede ser salado, estar relleno de carne picada, salmón y hasta caviar.

La principal diferencia que caracteriza a los blinis rusos es su poco grosor, textura suave y elasticidad al realizarse con una crema mucho más líquida, mezclada con agua o leche.

Su capacidad para adaptarse a todos los gustos posibles, así como el bajo coste de la receta tradicional, lo ha posicionado como un plato para todos los públicos en una Rusia marcada por la gran desigualdad económica desde la caída de la URSS.

El origen está en el molino

La palabra ‘blin’ proviene del original ‘mlin’, que tiene relación con ‘molino’, esencial para elaborar uno de sus ingredientes básicos: la harina.

Su origen exacto es difícil de identificar: algunos dicen que se cocinaban al comienzo de la primavera por tener forma de sol, una deidad importante para los antiguos eslavos paganos que lo identificaban con el renacimiento después del frío invierno, mientras que otras fuentes hablan del culto a los muertos.

Los blinis hunden sus raíces en la antigua Rusia y se remontan a tiempos precristianos, consumiéndose en la celebración del carnaval, conocido en esta zona del mundo como Máslenitsa.

Pero la llegada del cristianismo los convirtió en ingrediente de un ritual durante la Máslenitsa: comer blinis era una despedida de los productos lácteos y de la carne previa al ayuno de la Cuaresma.

Más esponjosos que los creps franceses

La receta tradicional de los blinis varía según la región, pero generalmente se prepara a base de harina, huevos, leche, mantequilla y levadura, lo que les da una textura esponjosa y ligera, que la diferencia de los creps franceses por la característica liquidez de la crema.

La crema, después de reposar para fermentar, se cocina en una sartén con aceite caliente formando finas tortitas doradas y suaves.

Depende del líquido con el que se corte la crema, otorga unos resultados distintos. Con agua quedan más finos; con leche son más cremosos; con kefír son ligeramente ácidos; con cerveza son muy elásticos y con levadura, más esponjosos.

Cuatro pasos

La receta tradicional incluye cuatro pasos básicos. El primero consiste en mezclar 400 mililitros de leche con 100 mililitros de agua, a la que se le añaden dos cucharadas grandes de azúcar y un poco de sal.

Después se añaden dos huevos batidos y lentamente se suman 200 gramos de harina, mezclándolo todo hasta que desaparezcan los grumos.

Finalmente, se suman 30 mililitros de aceite de girasol, se bate todo y se deja reposar entre 10 y 15 minutos.

La crema resultante se echará en una sartén caliente con mantequilla o aceite, distribuyendo uniformemente la crema.

Cada lado de la tortita se hará a fuego alto durante aproximadamente 15 segundos para posteriormente amontonar los blinis en una pequeña montaña.

La experimentación es bienvenida

Existen variedades según cada país y región. Por ejemplo, en Ucrania se hacen más pequeños; en los Balcanes se conocen como palachinka; los oladie rusos son mucho más gruesos y pequeños; en Mordovia son más grandes y esponjosos y los llaman pachat; los tabani de Udmurtia se hacen con masa de levadura en lugar de trigo, mientras los tebikmek tártaros los cocinan con sémola.

En el restaurante Tejnikum, una de las mejores cocinas de blinis según la revista rusa Russpass, el top tres de los blinis más demandados son los de carne de ternera guisada con setas blancas; el blin-shawarma, relleno con ensalada de pollo y queso gratinado por encima, y los blinis flameados con whisky a los que añaden pomelo y helado de vainilla.

Eso sí, su jefe de cocina confesó que en los últimos años la gente pide cada vez más los oladie, que los experimentan con masa de calabacín que guarnicionan con pastrami y huevos escalfados, o con masa de batata, con cangrejo y aguacate.EFE

mos/jac

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