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Los cambios de 2005, la reforma «inconclusa» a la Constitución de Pinochet

Sebastián Silva

Santiago de Chile, 30 ago (EFE).- Eliminar «enclaves autoritarios» y dar al texto «legitimidad democrática» fueron parte de los objetivos de Ricardo Lagos (2000-2006) para reformar en 2005 la Constitución en Chile, cambios que según expertos fueron importantes pero que no eliminaron la «esencia» de la escrita durante la dictadura.

El propio exmandatario reconoció en entrevista con Efe a fines de 2020 que la carta magna chilena era un «remanente» de la dictadura cívico militar de Augusto Pinochet (1973-1990) y debía cambiarse, pese a que el texto vigente lleva su firma y la de sus otrora ministros e incluso algunos hablen desde entonces de la «Constitución de Lagos».

En total fueron 58 las modificaciones introducidas en esa época, siendo las más destacadas la reducción del periodo presidencial de seis a cuatro años, la eliminación de los senadores vitalicios, el fin de la función de las Fuerzas Armadas como «garantes de la institucionalidad» y la consolidación de la prerrogativa presidencial para convocar al Consejo de Seguridad Nacional.

Pese a ello, el descontento en Chile estalló a fines de 2019 con la ola de protestas más graves desde el fin de la tiranía, movilización que desembocó en el actual proceso constituyente cuya propuesta de ley fundamental se plebiscitará el próximo 4 de septiembre en la séptima elección del país en dos años, quizás la más importante del siglo XXI.

«CHILE ARRASTRA UN PROBLEMA CONSTITUCIONAL»

Para la doctora en ciencia política y académica de la Universidad de Chile, Claudia Heiss, una de las tantas complejidades de la transición chilena posdictadura era su «democracia incompleta e inconclusa», truncada por los enclaves autoritarios del pinochetismo cristalizados en la Constitución de 1980.

«Chile arrastra un problema constitucional desde el inicio de la transición. La constitución del 80 siguió imponiendo enclaves autoritarios en la democracia y generó un sistema político de democracia incompleta», explicó la académica a Efe.

«Eso hizo que a partir de los años 2000, cuando se incorporó una nueva generación a la política, nacida en democracia, generó un malestar muy grande con las reglas del juego y permitió que la gente asociara los problemas sociales con las normas institucionales», agregó.

«NO CAMBIÓ EL ROL DEL ESTADO»

Según el doctor en ciencia política y académico de la Universidad Diego Portales, Rodrigo Espinoza, el paquete de reformas de 2005 buscaba «dotar a la Constitución del 80 de legitimidad democrática» y tuvo «avances muy importantes para su época».

«En síntesis, la reforma del año 2005 destrabó enclaves, más no todos. Se mantuvieron cuórums supramayoritarios, no cambió el rol del Estado ni se cambió el sistema electoral binominal de entonces. No cambiaron en esencia la Constitución del 80 porque siguió sobrepresentando a la derecha y dándole un poder de veto importante», apuntó Espinoza a Efe.

La falta de participación ciudadana que tuvo el proceso también fue uno de los aspectos criticados a la reforma, sin consulta a terceras fuerzas, por fuera de la Concertación y la derecha, y sin incluir a los movimientos sociales, explica el especialista.

«Fue entre los partidos políticos tradicionales. Progresivamente , desde 2006 a la fecha, con los movimientos sociales se llegó a un diagnóstico transversal de que el problema era que más allá de las voluntades políticas lo que no dejaba hacer trasformaciones sustantivas era la Constitución del 80, en primer lugar porque a través del rol del Estado subsidiario muchas de las reformas eran consideradas inconstitucionales», agregó.

«Hubo un problema de rigidez constitucional donde el texto vigente no logró adecuarse a las demandas de su entorno más allá de las reformas, importantes pero insuficientes, eso se fue acumulando desde 2011 hasta el estallido», puntualizó Espinoza.

«QUEDARON PROBLEMAS PENDIENTES»

Para el abogado constitucionalista y director del Instituto de Estudios de la Sociedad (IES), Claudio Alvarado, las reformas de Lagos fueron «evidentemente profundas y muy significativas para los actores políticos de la época».

«Partiendo por Lagos, no hay signo más elocuente que sus palabras al presentar el texto reformado. Él mismo lo llamó una nueva Constitución, no se hablaba de la Constitución de Lagos por casualidad, sino porque había un presidente muy satisfecho por el resultado obtenido», dijo Alvarado a Efe.

«Se habló de un piso institucional compartido, de que por fin se alcanzan ciertos estándares democráticos y eso no es casual, es que efectivamente fue un cambio constitucional que fue aplaudido a nivel global. Se consideró que por fin la carta constitucional de Chile estaba a la altura de las circunstancias», dijo.

A su juicio, las reformas dejaron «problemas pendientes», deteniéndose en los cuórums y en el sistema electoral, «un problema que tiene que ver más con el diseño político, donde también faltó probablemente un plebiscito de salida para que la ciudadanía lo sintiera como propio». EFE

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