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Los colonos israelíes duplican sus agresiones en Cisjordania tras el alto el fuego en Gaza

Paula Bernabéu

Arab al Mleihat (Cisjordania), 19 feb (EFE).- Los ataques de colonos israelíes a palestinos y sus propiedades en Cisjordania se duplicaron en enero de este año, coincidiendo con el inicio del alto el fuego entre Hamás e Israel. En el pueblo beduino de Arab al Mleihat, donde viven unas 75 familias, esas amenazas se tradujeron en la quema de la mezquita y del tractor que Suleiman Atallah utilizaba para conseguir agua.

El 7 de octubre de 2023, día en que comenzó la ofensiva de Israel en Gaza en respuesta al ataque de Hamás, Suleiman recuerda cómo Jibril Kalesh, policía israelí y líder de los grupos de colonos en los asentamientos que rodean su comunidad del centro de Cisjordania, le dijo «vais a arder en el infierno».

En la noche del 2 de febrero de 2025, dos semanas después del inicio de la tregua, el sonido del fuego le despertó: los colonos habían incendiado la mezquita local y la voracidad de las llamas sólo le permitió mirar cómo ardía hasta calcinarse.

Los ataques de colonos israelíes a palestinos y sus propiedades en Cisjordania se duplicaron en enero de este año (375, frente a los 186 del mismo mes de 2024), según los datos de la Comisión de Resistencia a la Colonización y al Muro, un organismo de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) que contabiliza estas agresiones.

«Cuando se anunció que iban a liberar a prisioneros palestinos como parte del acuerdo de alto el fuego en Gaza, los grupos (de WhatsApp) de colonos se llenaron de amenazas, hablaban de bloquear su puesta en libertad», cuenta a EFE Sam Stein, un activista judío estadounidense que reside en Cisjordania y ejerce una «presencia protectiva», interponiéndose entre los agresores y los palestinos cuando se producen estos ataques.

En Arab al Mleihat, tres días después del incendio de la mezquita los colonos volvieron a irrumpir en la aldea a media noche y cortaron el cable del generador que la abastece de electricidad.

«Lo siento por la hora», escribía esa noche a EFE en WhatsApp Suleiman, enviando una imagen del cable cortado. «Me quedo despierto hasta tarde por los niños para que puedan dormir seguros. Miedo a un incendio en casa».

Entre los azulejos resquebrajados de la mezquita y las cenizas que quedaron de algunos ejemplares del Corán, el palestino recuerda el incendio una semana después, sin dejar de lanzar miradas hacia la carretera en el exterior, que en esos momentos atraviesa un autobús dirigido a uno de los tres asentamientos que rodean su comunidad.

«Tuvimos que esperar a que el fuego se apagara, llamamos a los bomberos palestinos pero nos dijeron que no podían venir porque estamos en el área C», explica a EFE. El área C de Cisjordania, que supone un 60 % del territorio, está bajo la ocupación militar y administrativa de Israel, que dificulta con su sistema de puntos de control el paso de los servicios de emergencias.

Tanto la presencia de colonos (unos 500.000, según la organización pacifista israelí Peace Now) como la ocupación administrativa y militar son ilegales a ojos de la Corte Internacional de Justicia, que el pasado verano instó a Israel a desmantelar los asentamientos, evacuar a los colonos y desmontar el muro que rodea Cisjordania.

El recuento de Peace Now eleva a 147 los asentamientos israelíes en Cisjordania (excluyendo Jerusalén Este), y a 224 los puestos de avanzada, que suponen el inicio de una de estas colonias y que, a pesar de ir contra la legalidad israelí, acaban también recibiendo protección y en algunos casos regularizándose.

Crece la violencia en Cisjordania tras la tregua en Gaza

«Ha habido un pico de violencia desde el alto el fuego», explica Stein al teléfono. Desde el inicio de la tregua su móvil no deja de sonar por las llamadas de otros activistas o de sus vecinos palestinos, que reclaman su ayuda cuando se producen los ataques para, entre otros, comunicarse en hebreo con la policía.

«La mayoría de veces ni aparecen o no detienen a nadie», lamenta. La ONG israelí Yesh Din calcula que entre 2005 y 2023 el 93,7 % de los casos de violencia colona se saldaron sin presentar cargos contra los agresores.

Cada noche, activistas difunden las imágenes de nuevos ataques. El 18 de febrero, un grupo de colonos irrumpió en la aldea de Susiya, en el sur de Cisjordania, y quemaron el coche de Náser al Nawaja, un investigador palestino de la prestigiosa ONG israelí B’Tselem, que defiende los derechos humanos en los territorios ocupados.

Entre agresiones físicas, robos de ganado o la tala de olivos (estos últimos cruciales para la economía de muchas familias palestinas), activistas locales documentan diariamente el pico de ataques, que contrasta con el frágil cese de las hostilidades en Gaza.

El portavoz de B’Tselem Shai Barnes explica que el viraje hacia Cisjordania de la violencia israelí tiene también una vertiente oficial, con la macrooperación del Ejército en el norte del enclave, que empezó tan solo dos días después del inicio de la tregua, así como con el incremento de los puntos de control militares en las carreteras.

«Es indescriptible, no hay forma de describírtelo. Nunca, jamás, podré describir los ataques que afrontamos de estos monstruos», dice Suleiman, no sin reafirmar su compromiso de resistir en su tierra. EFE

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(foto) (vídeo)

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