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Los cristianos de Irak, cada día más tentados de marcharse

Varios feligreses saliendo de la catedral de San José de Bagdad, el 7 de noviembre de 2020 afp_tickers

En la catedral de San José de Bagdad tocan las campanas, el órgano resuena y la misa empieza, como en cualquier parte del mundo. Pero en los bancos de la nave cada vez hay menos gente, un indicio de que los feligreses siguen abandonando el país.

Mariam acude cada domingo, «sea cual sea la situación en el país», sumergido desde hace cuarenta años en violentos conflictos.

Sin embargo, para esta iraquí de 17 años que prefiere no revelar su apellido, la iglesia rodeada por enormes bloques de hormigón constituye un «lugar seguro».

El diácono, Nael, tiene 53 años y lleva 35 sirviendo en la catedral y tuvo que ver a su familia partir. «Mi padre, mi madre y mis hermanos se fueron en 2003», durante la invasión estadounidense que derrocó a Sadam Husein.

«Soy el único que se quedó porque esperaba días mejores», comenta.

Pero hoy se siente bastante solo.

Después de 2003, durante los peores años de la guerra civil (2006-2008), muchos fieles se fueron de Irak, un país de mayoría musulmana chiita. También migraron muchos después del ataque contra la iglesia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro de Bagdad, en 2010, que dejó una cincuentena de muertos.

Sin olvidar el ascenso fulgurante de los yihadistas del grupo Estado Islámico en 2014.

Sigue habiendo «amenazas, secuestros, extorsiones y asesinatos», denuncia el diputado Yonadam Kanna, del Movimiento Democrático Asirio.

– Por los hijos –

Para el cardenal Louis Raphael Sako, patriarca de la Iglesia católica caldea de Irak, «los cristianos se fueron contra su voluntad pues este país es su tierra y su historia. Pero se fueron para garantizarle un futuro mejor a sus hijos».

No es fácil obtener cifras oficiales precisas y recientes sobre cuántos cristianos viven en Irak pero, en vista de la afluencia de las iglesias y del cierre de numerosos lugares de culto, está claro que la comunidad se está reduciendo más y más cada año.

La iglesia de la Santa Trinidad, en el barrio de Al Baladiate de Bagdad, cerró sus puertas hace cuatro años. Solo las reabre para las fiestas.

El diácono Nael también lo constata. Hoy, oficia ante una cincuentena de fieles. «Hace tan solo tres o cuatro años, la iglesia estaba llena, incluso cuando no era fiesta, para los oficios habituales», recuerda.

Hasta 2003, Irak contaba con un millón y medio de cristianos. Hoy, no serían más de 300.000 o 400.000, según William Warda, de la oenegé Hammurabi, que milita por la defensa de los derechos de la minoría cristiana de Irak.

Solo en Bagdad «eran 750.000 hace 17 años y hoy, tan solo 75.000», afirma. En el barrio de Al Dura, «los comerciantes, los médicos y los dueños de cafeterías cristianos se fueron, ya no quedan más que un millar de miembros de la comunidad», mientras que antes del éxodo masivo había 150.000.

– «No es mi lugar» –

Pero las guerras y los ataques yihadistas no son las únicas razones que empujan a los cristianos iraquíes a abandonar su tierra, sino que hoy en día, con el grupo EI derrotado desde hace tres, son el paro y la pobreza galopante las principales preocupaciones de la población.

Y con un Estado sumido en la peor crisis económica de su historia, lograr una plaza de funcionario es prácticamente misión imposible.

En un país dominado por el clientelismo político, en el que los puestos de funcionarios se suelen lograr por pertenecer a partidos influyentes, todos chiitas y sunitas, «los cristianos no tienen trabajo en las administraciones», señala el cardenal Sako.

Y sí, existen leyes que garantizan los derechos de las minorías pero «la corrupción lleva a la emigración», recalca el responsable religioso.

Ninos, de 25 años, ya intentó probar suerte en el extranjero. Pero, al no encontrar empleo, tuvo que volver al centro de belleza de Bagdad en el que trabajaba.

«Estoy aquí pero tengo la sensación de no encontrar mi lugar, de poder sentirme realizado», admite el joven.

Según Warda, «los cristianos tienen la sensación de que las autoridades son cada vez más religiosas, e incluso los musulmanes laicos ya no encuentran su lugar».

Por su parte, Mariam espera que le llegue la oportunidad de largarse.

«Al mismo tiempo, me gustaría tanto que mi país me ofrezca lo que ofrecen los otros países», matiza. «Así no tendría necesidad de exiliarme».

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