Los ‘generación Z’ cubanos que no votarán este domingo: «No me representan»
Juan Carlos Espinosa
La Habana, 22 mar (EFE).- Para María, una cubana de 21 años, el mayor acto de rebeldía en las elecciones parlamentarias del domingo en la isla será pasar el día en la cama: “Valen más mis horas de sueño”.
No está sola. Según explicó a EFE esta universitaria, «el 90 %» de sus amistades piensa igual: los comicios del 26 de marzo no solo no la representan, sino que le importan “cero”. Por eso no irá a votar.
«No lo veo como una cosa ideológica, es más bien inconformidad. Normalmente tú vas porque tienes que hacerlo, no porque quieres», cuenta.
La voz de esta joven se replica en otros tres de la generación Z -aquellos nacidos a finales de los noventa y principios del 2000- con los que ha conversado EFE, con nombres cambiados, porque hablaron a condición de mantener su anonimato.
Su relato es relevante porque las elecciones de este domingo a la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP) se celebran bajo la sombra de la abstención y los analistas consideran que la participación es clave en el sistema socialista cubano.
Si históricamente la abstención se ha mantenido por debajo del 10 %, la tendencia ha sido ascendente en los últimos años y en las municipales de noviembre registró su máximo histórico al alcanzar el 30 %.
“MI ABUELO ES DE OTRO MUNDO”
Apatía, desafección, desinterés e incluso resignación con el rumbo del país son algunos de los sentimientos que expresan estos cuatro jóvenes. En Cuba no se publican encuestas de intención de voto que ahonden en estas cuestiones.
Tres de los cuatro jóvenes coinciden en que esta actitud choca contra el muro de las diferencias de edad. «Mi abuelo es una persona de otro mundo, diferente al que estoy viviendo hoy», relata Mario, de 19 años.
Su abuelo ve el noticiero todas las noches y considera que ir a las elecciones es una obligación ciudadana. «Yo no sé ni quiénes son (los candidatos) ni si ellos entienden mis problemas. No me representan», remacha.
Para Gabriela, de 24, no todo es una cuestión de edad. «La gente que va (a los colegios) lo hace porque en su familia hay militares, porque son de las agrupaciones de masas (grupos afines al Partido Comunista de Cuba -PCC-, único legal) o simplemente para evitar problemas», dice.
Julia, también de 24 años, está en la misma línea: «Mi mamá es de la idea de que hay que ir porque lo mejor que puedes hacer es pasar desapercibido y cumplir». Otra dice que le «da pena» (vergüenza) quedar mal en su Comité de Defensa de la Revolución (CDR), las agrupaciones políticas vecinales.
Si bien es cierto que el desinterés en los comicios dentro de la generación Z es algo que sucede en otras latitudes, el caso de la isla es un fenómeno más que llamativo, subraya a EFE la investigadora cubana Hilda Landrove, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
«(En Cuba) tienes un modelo social en el que la ideología está en el centro. Es subversivo (la apatía o desinterés) en el momento en el que tiene un impacto y no se participa en los rituales de reproducción del sistema como el Primero de Mayo o las elecciones”, agrega.
Landrove argumenta que si el discurso oficial no permea en esta generación es porque “la ideología está vencida y no da perspectivas de futuro”.
“MI META ES SALIR DEL PAÍS”
Mario no se enteró de que había elecciones –a pesar de la intensa campaña en los medios estatales– hasta hace unas semanas, cuando los representantes de la oficialista Federación Estudiantil Universitaria (FEU) se presentaron en su aula para “invitarlos a participar”.
“Yo no quiero ir a votar. Tal vez lo haga porque los de la FEU y los CDR te lo preguntan constantemente. La verdad es que mi meta es salir del país, ser parte de las elecciones no está entre mis prioridades”, explica.
El joven hace así referencia a un éxodo sin precedentes que vive el país, del que se marchó alrededor de un 3 % de su población en 2022. La mayoría de los migrantes son jóvenes formados y familias jóvenes, y abandonan la isla por la grave situación económica.
María coincide con Mario y agrega: «La idea es graduarnos de la universidad, aprovechar –por decirlo de alguna forma– la educación gratuita que recibimos, y tener un diploma para salir (del país) y buscar trabajo».
En su opinión, «no tiene sentido» formar parte del proceso electoral de un país en el que «no se ven en el futuro».
RELATO AJENO
Gabriela, que trabaja en un hospital en la provincia de Pinar del Río (occidente), cree que quedarse el domingo en la cama es una forma de mostrar su insatisfacción.
Según cuenta, en su trabajo nota claramente cómo el trato hacia los pacientes con dengue cambia en función de sus conexiones con el partido o sus agrupaciones afines. «Para la gente fuera de esos círculos no hay ni carros fúnebres», critica.
Estas sensaciones hacen que más de uno tenga cierta reserva para interactuar con compañeros dentro de la FEU o de las juventudes del PCC. Uno de los cuatro consultados dijo que a veces, al contrastar impresiones sobre la dirección del país, siente que hablan “diferentes idiomas”. EFE
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