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Los orígenes del reloj de fabricación suiza

'Swiss made', la marca reúne criterios cada vez más estrictos.

El Museo Internacional de la Relojería de La-Chaux-de-Fonds consagra una exposición al 'Swiss made', en un momento en que el sector plantea reforzar la célebre marca.

Aunque formalmente nació a fines del siglo XIX, tiene como ancestros menciones mucho más antiguas cuyo objetivo entonces ya era luchar contra las imitaciones.

En 1601, cuando la corporación de relojeros ginebrinos se une para proteger su profesión lo hace para luchar contra el trabajo de mala calidad. Entonces se decreta que cada reloj fabricado en Ginebra debía llevar el sello del fabricante.

La exposición que ofrece hasta el 25 de noviembre el Museo Internacional de la Relojería de la Chaux-de-Fonds se remonta al origen de la marca ‘Swiss made’ y abarca varios siglos de historia, partiendo de los lugares de origen de la relojería suiza: Ginebra y la región montañosa en torno a Neuchâtel, donde la fabricación de relojes era menos corporativista que en Ginebra.

En los ejemplares producidos en los talleres familiares diseminados por los valles figura también una indicación sobre su proveniencia. La Chaux-de-Fonds, Le Locle, pero también La Sagne o Les Convers entran así en los anales de la relojería suiza.

Del papel de ‘colts’

Mientras los relojes suizos son aún artesanales, en Estados Unidos soplan nuevos vientos a mediados del siglo XIX. Los americanos aplican al sector relojero la experiencia adquirida en la fabricación de … las armas de fuego.

«Los famosos ‘colts’ (revólver), tan célebres en el Oeste americano, sirven de modelos para la producción en masa. La mayoría de sus piezas son intercambiables», explica Jean-Michel Piguet, conservador adjunto del Museo.

Tras la Exposición Universal de Filadelfia de 1876 y la multiplicación de manufacturas americanas los relojeros helvéticos adquieren una nueva conciencia. Para hacer frente a la creciente competencia de sus rivales estadounidenses, se vuelcan en buscar la precisión y crean una marca para protegerla.

Así nace en torno a 1880 la marca ‘Swiss made’, en inglés, ya que la competencia proviene de Estados Unidos. Así se explica también la aparición en Suiza de fábricas de bocetos, donde se producen las piezas de movimiento que pueden ensamblarse en otro lugar.

La brevedad del inglés

Con la internacionalización de la publicidad, a fines del siglo XIX, crece la presión sobre los fabricantes de relojes suizos. Marcas como ‘Marvin’ o ‘Urania’ aprovechan el paisaje alpino para presumir de la fiabilidad de sus productos. El mensaje de un anuncio publicitario de Marvin, por ejemplo, asegura que se trata de un reloj «suizo de precisión, insensible a las variaciones de la temperatura».

Al mismo tiempo, la necesidad de proteger mejor los valores distintivos que caracterizan a la relojería suiza – calidad, precisión, durabilidad – lleva al gobierno helvético a instituir en 1880 una primera ley sobre protección de marcas de fábrica y de comercio.

Pero es sólo más adelante, en el transcurso del siglo XX, que el ‘Swiss made’ encuentra su emplazamiento definitivo a ambos lados de la cifra 6 en la parte inferior del cuadrante, sin plantearse cambiar el idioma. «Desde el punto de vista gráfico, la mención en inglés, muy breve, era conveniente ya que requiere muy poco espacio en el cuadrante», precisa Jean-Michel Piguet.

Finalmente, en 1971, el ‘Swiss made’ se convierte en una marca jurídica: sólo se considera suizo un reloj que cumpla determinadas condiciones en términos de fabricación, ensamblaje del mecanismo y control final.

Imitaciones también en Suiza

Esto no significa que el problema de la burda falsificación que enfrentaron los relojeros ginebrinos en 1601 perdiera actualidad. La exposición presenta algunos modelos Omega y Rolex de imitación que llevan el distintivo ‘Swiss made’ en la parte inferior del cuadrante.

«Estos ejemplares datan de una época en la que el argumento del ‘Swiss made’ tenía menos importancia. Hoy, casi todas las imitaciones llevan esa mención», señala Jean-Michel Piguet.

Para luchar contra ese fenómeno – cada año se fabrican cerca de 40 millones de imitaciones, lo que genera pérdidas que se estiman en 800 millones de francos – la Federación de la Industria Relojera Suiza (FH) se pronunció recientemente a favor de reforzar la marca ‘Swiss made’.

Lo irónico es que en el siglo XVIII, los mismos suizos fabricaban imitaciones, recuerda Jean-Michel Piguet. Hoy, esos ejemplares históricos desgranan los segundos en las colecciones del Museo Internacional de la relojería.

swissinfo, Carole Wälti

La industria relojera suiza produce cerca de 25 millones de relojes anuales.

Se cuentan más de 40 millones de imitaciones, producidas anualmente en el mundo, de las cuales un 70% proviene de China.

En 2006, la industria relojera suiza registró un nuevo récord de exportaciones que alcanzaron 13.700 millones de francos (+10,9% con relación a 2005).

Los efectivos de la relojería suiza aumentaron 6,5% el año pasado, hasta rondar las 45.000 empleos, cerca de la mitad menos que en 1970.

El número de empresas del sector se mantuvo estable en 595.

La reglamentación actual sobre la marca ‘Swiss made’ data de 1971. Desde hace varios años es objeto de críticas sobre todo por parte del sector relojero, porque se juzga demasiado laxista frente al fenómeno de las imitaciones.

Recientemente, la Federación de la Industria Relojera suiza (FH) se dirigió al Consejo Federal (gobierno) para pedir una adaptación del decreto ‘Swiss made’.

El proyecto propuesto prevé que al menos el 80% del coste de fabricación de un reloj mecánico debe ser imputable a operaciones realizadas en Suiza. En el caso de los relojes electrónicos, ese mínimo es del 60%. La construcción técnica y el prototipo también deben efectuarse en suelo helvético.

Para fortalecer la marca ‘Swiss made’ se requiere la aprobación de la Unión Europea en el marco del acuerdo de libre comercio suscrito con Suiza.

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