Los palestinos celebran el Ramadán en Gaza bajo la sombra del hambre y la guerra
Ahmad Awad
Beit Lahia (Gaza), 12 mar (EFE).- Cuando Abu Abdulah Zaidan pudo al fin regresar con su familia a su vivienda en el norte de la Franja de Gaza solo encontró escombros. Ahora, entre muebles hechos trizas y montañas de piedra, celebran un mes de Ramadán sombrío con la amenaza del hambre y la guerra.
«Como puedes ver, estamos sentados y pasando el Ramadán entre escombros y tiendas de campaña», dice a EFE este gazatí de 60 años, señalando calles cubiertas de polvo y ruínas en el barrio Al Muntazahat, en la norteña ciudad de Beit Lahia, donde parece que no queda un solo edificio en pie.
Zaidan y su familia, compuesta por 12 personas, en su mayoría niños y jóvenes, estuvieron más de un año forzosamente desplazados hasta que pudieron regresar al norte después de la entrada en vigor del actual alto el fuego, el pasado 19 de enero.
Ramadán en tiendas de campaña
La familia ha creado habitaciones con paredes de plástico, pero sigue viviendo en tiendas de campaña. Escombros de lo que fuera su salón se acumulan en el suelo. Las mujeres cocinan entre carpas afuera del edificio. Amasan pan y cocinan en una hoguera preparando ‘el iftar’, la comida nocturna con la que los musulmanes rompen el ayuno diario.
«El Ramadán pasado fue muy difícil para nosotros (por la guerra) y este lo es aún más. Pero esta es una forma de adoración y adoramos a nuestro Señor con la oración y el ayuno en cualquier lugar», explica Zaidan.
Incontables familias palestinas han intentado como ellos regresar a sus casas y se han topado con un lugar inhabitable. «Hemos vivido guerras antes, pero no de esta manera. El norte de Gaza se ha convertido en escombros. Yo era un desplazado y cuando regresé, no reconocía (dónde quedaba) mi casa. Seguí preguntando hasta que me indicaron dónde estaba», dice un vecino que prefiere no decir su nombre.
Además, Israel no ha permitido la entrada de maquinaria pesada para retirar toneladas de escombros -y miles de cuerpos aún desaparecidos- y cualquier inicio de reconstrucción depende de las negociaciones en curso para la segunda fase del alto el fuego; hasta hoy estancadas pese a un último encuentro en Doha.
Otro vecino, Mohamed (no su nombre real), dice que en la ciudad de Gaza, otrora la vibrante capital, solo hay dos excavadoras: «Nosotros, como pueblo de Gaza, ¿qué hemos ganado con la tregua? Trabajamos con nuestras manos (para descombrar)», dice.
“Desde (los barrios de) Sheij Radwan hasta la zona de Al Jalaa se necesita una hora y media (…) Si una mujer embarazada viaja en coche o en autobús, perderá al bebé (debido al deterioro de las carreteras)», denuncia desesperado Mohamed.
Bloqueo de alimentos y electricidad
Pese al alto el fuego, los palestinos denuncian que los ataques israelíes no se han detenido y que Gaza sigue sin ser un lugar seguro. Ya son más de 48.500 las personas muertas desde el inicio de la guerra en octubre de 2023.
Desde el alto el fuego, unas 90 personas han fallecido por fuego israelí, según el Ministerio de Sanidad del gobierno de Hamás, tras la muerte ayer de cuatro gazatíes por un dron, según fuentes locales, cuando estaban retirando piedras de la carretera de Salah al Din, que conecta el norte con el sur del enclave.
Además Israel, en un intento de presionar a Hamás y en contra de sus obligaciones como potencia ocupante según el Derecho Internacional, no permite la entrada de ayuda a Gaza desde hace once días; lo que amenaza con un regreso a la escasez de comida y productos básicos.
Hace tres días, el ministro de Energía e Infraestructura israelí, Eli Cohen, anunció también un corte total e «inmediato» de electricidad al enclave gazatí, de por sí mayoritariamente sumido en la penumbra debido a la escala de destrucción.
«La falta de gas y la austeridad que padecemos nos han causado muchas crisis. Crisis en la cocina, crisis en todo», reconoce un vecino de Beit Lahia.
Por ello, son muchos quienes tienen que usar madera para cocinar en esta época festiva, mientras que una desalinizadora que producía agua potable funciona ahora parcialmente, con generadores y paneles solares, lo que ha disminuido la reserva hídrica en el área central de Gaza en un 70 %.
«Hemos sacrificado nuestras vidas, nuestras casas, nuestros hijos», continúa Mohamed, con la mente en los 16 meses de masacre. «Pedimos que nos miren con compasión. Somos un pueblo como cualquier otro y queremos vivir como el resto».EFE
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