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Más allá de la escuela: una educación integral para jóvenes de las Islas Galápagos

Susana Madera

Islas Galápagos (Ecuador), 7 mar (EFE).- En Isabela, la isla más grande de las Galápagos (Ecuador), un centenar de jóvenes se benefician de un programa educativo que busca transformar sus vidas al ofrecer una educación integral, que trasciende de los libros, y los prepara para enfrentar un futuro más allá de sus costas.

Con 4.588 kilómetros de superficie, Isabela representa el 60 % de la superficie terrestre de las Islas Galápagos, pero no es la más poblada. Aún así, es la sede del proyecto ‘Líderes de restauración ecológica’, que nació en 2021 con 19 estudiantes y del que ahora se benefician más de cien alumnos.

En esta zona del archipiélago, la Fundación intercultural Outreach Initiative (IOI) detectó que el enfoque educativo se centraba en lo ambiental, relegando ámbitos emocionales, sociales y económicos, esenciales en la formación de los jóvenes.

Sara Luz Ruiz, directora de IOI, indicó a EFE que el proyecto comenzó tras la pandemia de la covid-19, una época en la que los niños aprendían por Whatsapp y no todos podían conectarse a clases porque, a veces, había un teléfono en casas con entre 3 y 4 hijos.

Fue entonces cuando se acercó a las autoridades del colegio Stella Maris, el más antiguo de la isla, y comenzó el proyecto con 19 alumnos con los que trabajaron en conservación ambiental, desarrollo emocional «que era lo más importante en ese momento», gastronomía sostenible y el fortalecimiento de las áreas de inglés por medio de voluntarios internacionales.

También impartieron cursos de primeros auxilios con certificación internacional y propiciaron salidas de campo para que la educación sea vivencial.

Además construyeron un laboratorio para ciencias, un espacio para gastronomía, un huerto escolar, una sala de audiovisuales, un salón de actos y una sala de cómputo.

Evitar deserción

Al terminar el colegio e ir al continente, a unos mil kilómetros de distancia, «el joven de Isabela no va preparado para lo que tiene que vivir; al principio -dijo-, es su sueño dorado» vivir solos, pero enfrentan un «choque muy grande», pues muchos nunca han salido de Isabela y otros solo han visitado otros sitios del archipiélago.

Por ello, «a los seis meses muchos ya están llorando, y pidiendo que quieren regresar», explicó Ruiz, al indicar que por eso desarrollan para los alumnos mayores clases de desarrollo personal para trabajar en liderazgo, gestión de emociones, gastronomía sostenible y la vida fuera de las paradisíacas islas Galápagos.

La fundación hace un seguimiento de los 19 pioneros del proyecto: quince salieron a la universidad y cuatro se quedaron para estudiar a distancia, lo que para Ruiz es una prueba de que el proyecto «sí está dando resultado».

Salud emocional

El proyecto, en el que se invierten unos 60.000 dólares anuales, aborda con especial atención temas sobre el embarazo adolescente y la drogadicción, asuntos que no siempre se abordan en casa.

«Lo típico es ir donde el amigo a hablar de estos temas y, a veces, los amigos de la misma edad no son los mejores consejeros», reflexionó esta profesora de temas de salud emocional.

Salir del entorno es otro eje del proyecto, por lo que llevan a los jóvenes a otras islas, algo que para Ruiz es «súper importante», para que en el futuro sean líderes, con un conocimiento integral de la zona en que viven.

Dependiendo de las edades, en la isla Floreana, que tiene la población más pequeña de las Galápagos, conocen sobre los resultados de la restauración ecológica; en Santa Cruz, que tiene el mayor número de habitantes, visitan el laboratorio de la Agencia de Bioseguridad y en San Cristóbal, la capital insular, se empapan de las acciones del Parque Nacional Galápagos.

«La idea es que, al graduarse, estos jóvenes tengan ya ese conocimiento de Galápagos desde la realidad de las instituciones; desde su parte emocional, que sean muchachos estables y que puedan ser tomadores de decisiones», subrayó.

Intercambio cultural

En Isabela, que posee una cadena de volcanes intermitentemente activos, donde las olas parecen susurrar historias antiguas, donde el entorno enamora a los turistas, y donde la fauna y flora acreditan la declaratoria del archipiélago como patrimonio natural de la humanidad, por la Unesco, también hay espacio para el intercambio cultural.

Cuarenta familias de Isabela reciben una remuneración por acoger en sus casas a voluntarios que dan soporte al proyecto de IOI, y 18 restaurantes les ofrecen alimentación, con lo cual se dinamiza la economía «de una manera justa y equitativa» en una isla que se ocupa de su entorno natural y humano de forma integral. EFE

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