Madres e hijas desplegadas «juntas» en el frente ucraniano
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La nieve cae en gruesas capas en un parque de la región de Donetsk, y Natalia ajusta con un gesto tierno la capucha de camuflaje de Veronika. Ambas son soldadas ucranianas, pero una madre sigue siendo madre.
Natalia, de 53 años, dejó su trabajo como modelista para enlistarse al inicio de la invasión rusa, el 24 de febrero de 2022. No pasaron muchos días antes de que su hija de 26 años, Veronika, pidiera unirse a ella.
Al principio «como madre estaba preocupada», cuenta Natalia a la AFP. Luego pensó que lo mejor era estar «juntas».
«Sea lo que sea, estarás cerca de mí, bajo mi ala. Te protegeré con mi propio cuerpo si es necesario, mientras que si te quedas no podré hacer nada», le dijo Natalia a su hija.
«Mi madre me ayudó a no tener miedo», opina Veronika, quien sonríe y señala que «los niños intentan imitar a sus padres».
Ambas sirven en la 100ª brigada, en el frente este. Desempeñan funciones administrativas y saben que no serán enviadas a las trincheras.
El ejército ucraniano se feminizó considerablemente en los últimos años. En 2024, 68.000 mujeres estaban enroladas, según el Ministerio de Defensa, que destaca un fuerte aumento en la última década.
Unirse al ejército no es una opción fácil dado que decenas de miles de soldados ucranianos murieron en tres años de invasión.
La gran mayoría de las mujeres militares se mantienen alejadas de las posiciones de combate, que les fueron prohibidas por ley hasta 2018.
En este entorno ultramasculino, donde algunas se sienten víctimas de sexismo o acoso sexual, Natalia y Veronika, respectivamente exesposa e hija de militar, aseguran que ellas son «consentidas» por sus compañeros.
Cuando se les pregunta si tuvieron malas experiencias, Natalia responde que no, lo que provoca una mirada escéptica de su hija.
Al principio de la guerra «mi madre tenía un admirador», explica Veronika. Sus sentimientos no eran correspondidos y Natalia finalmente tuvo que darle una bofetada porque «las palabras no eran suficientes» para alejarlo, continúa su hija.
Veronika recibe algunas miradas pero los soldados «no se atreven. Tiene carácter fuerte», ríe Natalia.
Las dos mujeres, que se parecen mucho, reconstruyeron una vida familiar en el frente, en el departamento que comparten.
Por las mañanas se preparan con música. Por la noche, hacen ejercicio. Y cada vez que cae una bomba Veronika llama a su mamá para asegurarse de que está viva.
Natalia asegura ser feliz. «Mi hija está aquí, esta es mi casa, ¿dónde querría ir?», comenta.
– Vida tranquila –
Olga y María, otro dúo, sirven juntas en la brigada Khartia, pero están tan ocupadas que solo se cruzan una vez por semana.
Hace poco finalmente encontraron tiempo para verse. Al cabo de una hora sonó el teléfono de Olga. Luego el de María. Las necesitaban en el trabajo y tuvieron que irse.
Pero incluso sin verse, saber que su «madre está cerca» tranquiliza a María, de 21 años y con un tatuaje de «Girl Power» en la cadera.
En 2020 ingresó a una escuela de formación de oficiales y, tres años después, su madre enfermera recibió una oferta de reclutamiento del ejército.
«Si servimos, vamos juntas», le dijo su hija, recuerda Olga, de 48 años.
Están destinadas en la región de Járkov, en el noreste, donde Olga trabaja en una clínica dental para soldados y María es oficial administrativa.
El padre, Petro, un bombero jubilado, llega a veces a compartir una pizza con ellas, pero vive lejos del frente. La familia huyó en 2022 de su ciudad natal, en el este del país. Dicen que su casa está ahora ocupada por soldados rusos.
Petro afirma a menudo que quisiera enlistarse.
«Yo le digo, vamos papá, ya tienes 60 años», responde María. Dice que necesitan que se ocupe de la casa o que les envíe ropa, incluso que riegue una planta llamada Cleopatra, se ríe María.
Volviéndose a su madre, María le pregunta si ella hubiera preferido que su hija tomase «otro camino» distinto del ejército.
«No, no», segura Olga. María, en cambio, habría soñado para su madre «una vida apacible».
Una vida que consistiera simplemente en «hacerse un té tranquilamente en la casa, leer un libro, en lugar de estar uniformada», dijo María.
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