El PJD, mayor partido marroquí, se muestra dividido en un año electoral
Mohamed Siali
Rabat, 22 ene (EFE).- El mayor partido político en Marruecos, el islamista Justicia y Desarrollo (PJD, que encabeza el Gobierno) aparece dividido en este año de elecciones generales debido a varias razones, entre las que destaca la normalización diplomática entre Marruecos e Israel.
Varios militantes y cargos del partido han dimitido en protesta por esta decisión, que va contra la ideología fundacional del partido, y ha despertado el descontento entre sus bases y varios de sus dirigentes.
De entre todos ellos, destaca el alcalde de Casablanca, Abdelaziz El Omari, que presentó su renuncia a la Secretaría General del partido, aunque sigue al frente de la ciudad, o el predicador Al Moqri abu Zaid, considerado uno de los ideólogos del partido, quien ha declarado que «congela» su militancia.
Ha sido el papel del secretario general del PJD, Saadedín Otmani, que es también presidente del Gobierno, el que más ha dolido en el seno del partido islamista.
El pasado 22 de diciembre, Otmani firmó ante el rey Mohamed VI -único responsable de la política exterior marroquí- una declaración conjunta con representantes de Israel y Estados Unidos que oficializaba el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Marruecos y el estado hebreo.
El descontento se ha agudizado porque la nueva postura del PJD respecto a Israel fue tomada por su secretaría general sin contar con el Consejo Nacional (el «parlamento» del partido), tal como lo estipula su propio reglamento interno.
El programa político del partido llama a «la suspensión de todo tipo de normalización secreta o declarada» con Israel, y el partido nunca ha ocultado su cercanía con los movimientos palestinos Hamas y la Jihad Islámica.
Las imágenes de Otmani firmando el documento chocaron a las bases del partido, más habituadas a ver a sus líderes encabezando protestas enojadas en las calles de Rabat tachando de traidores a los países que pactan con Israel.
UN PARTIDO HASTA AHORA EN ALZA
El PJD ha sido el partido más votado en las tres últimas citas electorales de 2011 (comicios generales), 2015 (regionales y municipales) y 2016 (generales), y hasta esa fecha ha ido subiendo en escaños sin sufrir el desgaste de gobierno.
Actualmente tiene 125 de los 395 escaños (el 27 %) que componen la Cámara de Representantes (cámara baja del Parlamento), controla además el 25,6 de los escaños en los «parlamentos» regionales y administra ciudades grandes como Rabat, Fez, Casablanca, Tetuán o Tánger.
Pero los actuales problemas internos podrían costarle caro en la próxima cita legislativa de este año.
En los últimos meses ha surgido en el seno del partido una denominada «iniciativa de crítica y evaluación», que acusa al liderazgo del PJD de monopolizar las decisiones y de hacer demasiadas concesiones al Estado, exigiendo en consecuencia un congreso extraordinario para corregir un camino que les ha hecho perder su «espíritu militante».
Tras las elecciones legislativas de 2016, estaba previsto que el líder histórico del PJD, Abdelilah Benkiran, presidente del Gobierno saliente, formase un nuevo gabinete, tal como lo estipula la Constitución, que otorga al partido ganador de las elecciones la iniciativa de formar gobierno.
Sin embargo, el rey Mohamed VI descartó a Benkirán en favor de Otmani, una decisión que los militantes del PJD vieron como un claro intento de neutralizar a su líder histórico y dínamo del partido.
El miembro de la secretaria general del PJD Abdelaziz Aftati explicó a Efe que sería natural que se dirija la presión que existe en el seno del partido hacia el Estado para establecer una monarquía parlamentaria y llevar a cabo una transición democrática nunca concluida.
«El partido no necesita una reforma interna porque, por defecto, es una formación democrática», recordó.
Asimismo, Aftati lamentó que el partido haya tenido que sufrir constantes «intervenciones» para determinar la formación de los dos últimos gobiernos, nombrar al presidente del Parlamento o cambiar el contenido de algunas leyes, como la de educación.
Esa situación ha causado tensión dentro del partido, seguida de un «diálogo interno» que ha durado dos años (2018-2019) y ha tratado, sobre todo, la identidad ideológica de la formación, su gestión interna y su traducción en la acción política.
Este diálogo concluyó en una visión que insiste en conciliar «la ambición con el realismo», una alusión apenas velada al poder que acumula la monarquía y el estrecho margen de maniobra del propio gobierno.
«El partido ha vivido momentos difíciles, pero este es particularmente duro», dice a Efe un destacado líder del PJD que pide el anonimato.
Aftati, por su parte, minimiza los riesgos electorales del partido, arguyendo que frente a él no hay ningún competidor «real y objetivo». EFE
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