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La medicina de género también es buena para los hombres

Jessica Davis Plüss

Los esfuerzos para que en la investigación médica y en el desarrollo de fármacos exista mayor diversidad de género se centran en subsanar las diferencias en la salud de las mujeres. Pero entender las diferencias de género que hay en la medicina también beneficiará a los hombres.

Los varones han sido la norma en la investigación y el desarrollo de nuevos fármacos y vacunas. Muchos de los medicamentos que se toman en la actualidad solo se han testado en animales machos o en hombres. En Estados Unidos durante unos 15 años se prohibió a las mujeres en edad fértil participar en los ensayos clínicos de la fase inicial. Restricciones similares se aplicaron en otros países hasta la década de 1990.

Aunque las políticas para fomentar e, incluso, imponer la diversidad de género en los ensayos clínicos han cambiado, las mujeres siguen estando infrarrepresentadas en muchas áreas de la investigación biomédica. Algunas de las razones que explican por qué se ha dejado de lado a las mujeres son los prejuicios, los problemas de seguridad, los costes o simplemente “la forma en que siempre hemos hecho las cosas”.  

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No hay duda de que esto ha sido una mala noticia para la salud de las mujeres. Hay más mujeres diagnosticadas erróneamente o sobremedicadas porque las herramientas de diagnóstico y los fármacos no se han desarrollado teniendo en cuenta sus cuerpos. Muchas mujeres embarazadas dejan de tomar su medicación habitual porque no saben si es segura para ellas o para el feto. Las mujeres denuncian con más frecuencia los efectos secundarios adversos de los medicamentos una vez que ya están en el mercado.    

Ahora hay un movimiento para remediarlo e integrar las diferencias de género y sexo en la atención al paciente, los diagnósticos y el desarrollo de fármacos. Y esto debería contribuir a garantizar que los medicamentos que se comercializan son seguros y eficaces para las mujeres.

Pero la medicina que tiene en cuenta el género no va a beneficiar solo a las mujeres. Al ignorar las diferencias de sexo (biología) y de género (identidad) en la medicina y en el desarrollo de fármacos, también se ha hecho un flaco favor a los hombres. El enfoque de los ensayos clínicos en los hombres ha dejado brechas enormes en nuestra comprensión de enfermedades que afectan tanto a mujeres como a hombres.   

Pensemos, por ejemplo, en la esclerosis múltiple. Los equipos de investigación llevan décadas intentando comprender las causas de esta enfermedad debilitante que afecta a unos 2,9 millones de personas en todo el mundo y va en aumento. El riesgo de padecerla es tres veces mayor en las mujeres que en los hombres. ¿Podrían tener la clave de la enfermedad las hormonas masculinas o la grasa corporal de los hombres?

En una línea similar, la enfermedad de Parkinson —que afecta al sistema nervioso— afecta de manera desproporcionada a los hombres. En este caso quienes investigan la enfermedad tampoco tienen claro si se debe a la genética o a factores ambientales, como la exposición a pesticidas.  

Hay también algunas enfermedades en las que los hombres quedan al margen de la investigación. La mayoría de las intervenciones en salud mental —según Carole Clair, que lidera la unidad de salud y género del Centro Universitario de Medicina General y Salud Pública (Unisanté) de Lausana— se adaptan a las mujeres porque las estadísticas muestran que ellas sufren más depresión, ansiedad y otros trastornos mentales.

 “Los hombres también sufren problemas de salud mental, pero a menudo no se reconoce lo suficiente. Si seguimos investigando la mayoría de los fármacos antidepresivos en mujeres, nunca descubriremos las especificidades masculinas”, afirma Clair.

La importancia de las diferencias de género se ha hecho todavía más patente durante la pandemia de COVID-19. Las tasas de mortalidad por COVID han sido más altas entre los hombres que entre las mujeres. Pero, sin embargo, las mujeres constituyen la mayoría de las personas con COVID persistente y, además, las mujeres han notificado más efectos secundarios adversos de las vacunas contra la COVID-19. Estas diferencias podrían influir en la forma en que se atiende y trata a las personas enfermas.

Corregir los prejuicios masculinos y atraer a más mujeres a la investigación básica y a los ensayos clínicos es, sin duda, necesario. Pero no debemos verlo solo como una forma de mejorar la salud de las mujeres, sino la de todo el mundo.

Texto editado por Virginie Mangin; y adaptado del inglés por Lupe Calvo / Carla Wolff

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