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Museo Hebreo presenta en Moscú abarcador panorama audiovisual de la danza del siglo XX

Moscú, 11 abr (EFE).- El Museo Hebreo de Moscú abrió hoy al público ‘La danza del siglo XX. Matisse, Malevich, Diáguilev, Kandinski y otros’, un abarcador panorama audiovisual del arte danzario de la pasada centuria que va de la célebre Isadora Duncan hasta los irreverentes Yvonne Rainer y Merce Cunningham.

«Esta exposición da la posibilidad al público de participar en la danza, lo implica en este proceso», afirmó a EFE María Gadás, la curadora de la muestra.

Según la comisaria de la exposición, diseñada por el arquitecto Alexéi Tregúbov, la danza está estrechamente ligada a las sensaciones del cuerpo en el espacio, y la propia concepción de la muestra busca subrayar este principio básico.

«La danza comienza de la sensación de nuestras fronteras personales, de la comprensión sobre el punto en el que tiene lugar tu contacto con el mundo externo», explicó.

Un dios que supiera bailar

Esta ambiciosa muestra, que incluye más de 260 piezas, cuenta con obras como la ‘Bailarina’ de Henri Matisse (1869-1954), las zapatillas de Galina Ulánova (1910-1998) con su autógrafo, o un raro vídeo de apenas unos segundos que muestra a Isadora Duncan bailando ante el público, el único que se conservó hasta nuestros días.

«Isadora es realmente nuestro punto de referencia», afirma Gadás, al señalar que ella «protagonizó una verdadera revolución» de la danza, ya que «renovó totalmente tanto los movimientos como el vestuario del danzarín, y en general la actitud respecto a la danza, porque para ella el baile era una vía para comprender el mundo».

Recordó que a Duncan le gustaba citar a Friedich Nietzsche, que dijo: «Yo solo creería en un dios que supiera bailar».

Exposición interactiva

La exposición se extiende a lo largo de diez salas con espacios y artefactos con los que el visitante puede interactuar físicamente en una especie de baile propio.

Ya en la segunda sala, dedicada a Isadora Duncan, el movimiento ‘duncanista’ que se acogió a sus preceptos de la ‘Danza Libre’, el espectador puede probarse en el rol de bailarín ante una barra de ballet ubicada frente a un espejo con marcas en el piso de las seis posiciones básicas del ballet clásico.

Estos espejos, ubicados en salas posteriores, en la última sala se convierten en ventanas que permiten observar como otros visitantes practican estos ejercicios, convirtiéndoles de espectadores en actores.

El arte del movimiento

La muestra no se contenta con clásicos que trataron de llevar el movimiento a sus pinturas como Matisse, Kazimir Malevich (1879-1935) o Vasili Kandinski (1866-1944), entre otros, sino que presenta vídeos de bailarines o compañías renovadoras, que los visitantes pueden escuchar gracias a audífonos durante el recorrido.

Así, el público puede ver los raros ‘Ensayos biomecánicos’ del celebre Vsévolod Meyerhold (1874-1940), víctima de la represión estalinista, a la par de la conceptualista estadounidense Yvonne Rainer (1934-), creadora del ‘Manifiesto NO’, o del coreógrafo Merce Cunningham (1919-2009), enemigo de todo movimiento preconcebido.

Como particular curiosidad, la exposición muestra por primera vez al público una obra inédita de Robert Rauschenberg (1925-2008), vinculado a Cunningham, que había permanecido oculto hasta estos momentos en las reservas del Museo Hermitage de San Petersburgo.

No faltan referencias históricas como los experimentos del coréografo Kazyan Goleizovski (1892-1970) con su compañía danzaria ‘Girls’ que se desempeñó magistralmente en la comedia soviética ‘Circo’ (1936), protagonizada por la histriónica Liubov Orlova.

También destacan las investigaciones del ‘Laboratorio Coreológico’ encabezado en 1926 por los investigadores Alexéi Sídorov y Alexandr Lariónov, que organizó exposiciones llamadas ‘El arte del movimiento’.

Especial atención merece la compañía de Serguéi Diáguilev (1872-1929), que no solo llevó el ballet ruso a la fama mundial, sino que fue un renovador del vestuario, con un concepto que buscaba desdibujar o desproporcionar el cuerpo del bailarín.

Los visitantes tienen también la rara ocasión de acercarse a la danza japonesa ‘ankoku butō’ de Kazuo Ono y Tatsumi, surgida en los años 50 bajo el influjo de la tragedia de Hiroshima y Nagasaki y en la que el dolor juega un papel protagónico.

«A diferencia del ballet clásico, en el que los bailarines buscan elevarse e incluso levitar, la danza butō busca descender a la tierra, aferrarse a ella», explica Gadás.EFE

mos/ad

(foto)(vídeo)

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