Nando Parrado: «Fuimos los primeros donantes conscientes de nuestros cuerpos»
Santo Domingo, 13 abr (EFE).- Fernando ‘Nando’ Parrado, uno de los dieciséis supervivientes del accidente aéreo de los Andes en 1972, considera que ellos fueron «los primeros donantes conscientes» de órganos, al decidir que si uno moría su cuerpo sirviera a los otros como alimento. «Hicimos una donación: si yo muero utilizad mi cuerpo para que al menos uno pueda salir de aquí alguna vez y decir a nuestras familias cuánto las queríamos, cómo las necesitábamos (…) El infierno parecía un lugar cómodo comparado con lo que teníamos que hacer», dijo este sábado Parrado en una conferencia en Santo Domingo, al explicar el pacto que hicieron las 29 personas que inicialmente sobrevivieron al accidente de los 45 ocupantes del avión. Tomaron esa decisión sin saber «quién iba a vivir y quién iba a morir» y lo hicieron hace 52 años, cuando la donación de órganos no era tan común como ahora, añadió Parrado. Pero, en su opinión, «en ese lugar, en esa situación, en esas condiciones ustedes habrían llegado al mismo pensamiento», pues «no saber cuándo uno va a comer de vuelta es el peor miedo, el más terrible que se puede tener». Parrado era uno de los ocupantes del avión de la Fuerza Aérea de Uruguay que en octubre de 1972 despegó de Montevideo con los jóvenes miembros de un equipo amateur de rugby uruguayo, familiares y amigos rumbo a Santiago de Chile y que, después de que el aparato chocara con una montaña, tuvieron que esperar 72 días a ser rescatados en medio de los Andes, una tragedia plasmada recientemente en la película «La sociedad de la nieve», del español Juan Antonio Bayona. Por eso, Parrado considera que «no tendría que estar aquí, porque no tendría que vivir. Lo que están viendo es un milagro». De hecho, cree que sobrevivieron gracias a «una cadena de pequeños milagros», desde la forma en que cayó el avión hasta donde lo hizo o el lugar del aparato donde cada uno estaba sentado y que hizo que unos salieran vivos del impacto y otros no, entre ellos su madre y su hermana. A su juicio, «cuando el destino atropella lo hace sin avisar ni para lo bueno ni para lo malo» y, en situaciones extremas, «el cerebro saca todo lo emocional y solo queda la lucha por la supervivencia». Recuerda «el sonido del choque, es inolvidable», y el silencio que reina después de una tragedia -en este caso «por un error fatal de navegación»- hasta chocar el avión en los Andes y quedar varado a 4.300 metros de altura. Fue Parrado junto con Roberto Canessa quien a los dos meses del accidente fue a buscar ayuda, para lo que tuvieron que escalar montañas sin experiencia alguna y sin equipamiento (la cumbre que coronaron ha sido bautizada como monte Seler, en homenaje a su padre) y quien, después de diez días de marcha, logró contactar con un arriero, lo que significó el inicio del rescate y el principio del fin de la pesadilla. Para Nando Parrado, una «supervivencia de esta magnitud cambia todo» y él decidió ir hacia delante, tener una vida y valorar lo que aprendió en la tragedia de los Andes, hasta llegar a la conclusión de que «todo valió la pena». EFE acm/rrt