Pilar Lunas y su red de artesanas hacen de la piel de pescado un tejido sostenible
María Muñoz Rivera
Madrid, 26 ene (EFE).- Cuando la fotógrafa hondureña Pilar Lunas visitó una comunidad de pescadores en 2015 descubrió el eje de un nuevo proyecto: curtir la piel de pescado con la que dar una segunda vida a estos desechos en el mundo textil, en procesos realizados por comunidades de mujeres de zonas pesqueras de Honduras y Costa Rica.
«Hemos formado más de 540 mujeres de comunidades que son indígenas y vulnerables en esta práctica sostenible», explica a Efe Lunas en una entrevista telefónica sobre su firma ‘Vos’, con la que da salida a las 3,2 toneladas de piel de pescado que se tiran cada año tras la pesca artesanal para el consumo humano, según los datos de la ONG Oceana.
Con una textura similar al cuero, «la piel de pescado no solo cuenta una historia que es única y humana, local e internacional, sino que es una solución a los problemas de desperdicio y sobreexplotación de la moda tradicional», explica la diseñadora, que expande su técnica de curtición a comunidades costeras de Guatemala y Panamá.
De este material elaborado de forma artesanal y sostenible, el proyecto de Lunas comercializa desde zapatos, accesorios y prendas de envío internacional hasta tapicería para yates de lujo. «El interés crece, porque ofrecemos una historia auténtica de impacto positivo, y el lujo cada vez valora más la sostenibilidad», añade.
«La piel de todo ser vivo es proteína, y las fibras proteicas del pescado están entrecruzadas, lo que convierte su piel en altamente resistente», explica sobre un proceso de curtición que tarda unos diez días, por el medio del cual se reducen las cantidades de agua en las fibras para eliminar el olor y que perdure en el tiempo.
La diseñadora concibió el proyecto en un viaje hacia la región de Moskitia, en Honduras. «Había que atravesar una tercera parte de la biosfera del río Plátano, con una biodiversidad indescriptible, y al visitar una comunidad de pescadores artesanales con mi cámara visualicé esa piel plateada y brillante como algo más que un desecho».
Cuando preguntó por la piel, la respuesta fue que se desechaba directamente, al ser considerada basura. «Al escuchar esa palabra quise buscar la forma de transformar ese desecho en algo útil, no solo como material, sino también para las comunidades que cada día trabajan con ello», explica sobre su primer contacto con la piel de pescado.
«Aunque fuera fotógrafa mi camino hacia el diseño no fue lineal, y aunque me gustara jugar con composiciones y colores, lo que me impulsó hacia el diseño fue ver que era la forma de lograr generar un impacto positivo en el mundo», dice Lunas, que ha convertido su firma en «un proyecto de vida».
Tras el viaje fueron múltiples los prototipos creados para dar con la fórmula, algo complejo teniendo en cuenta el objetivo de Lunas: que el proceso fuera sostenible y no emplease químicos o productos abrasivos que contaminaran el agua de las pequeñas zonas pesqueras donde se realizaría la curtición.
También realiza diversos controles internos: «que no sean pescados en peligro de extinción y vengan de prácticas pesqueras responsables, o que midan más de 12 centímetros, lo que indica que han cumplido su ciclo reproductivo y que no dañamos el ecosistema ni promovemos una pescar irresponsable», añade.
«Trabajamos con comunidades sin acceso a energía eléctrica, lo que me llevó a probar diferentes técnicas que dieran con algo que fuera totalmente artesanal», explica Lunas.
Además de implementar una nueva praxis sostenible en la industria de la moda, la segunda más contaminante, Lunas busca, sobre todo, crear ecosistemas empresariales en cada comunidad. «La moda avanza hacia estos lugares, porque los consumidores son más conscientes del impacto social y medioambiental de lo que consumen». EFE
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