Cuando Suiza le arrebató al Gobierno las ganas de autoritarismo
La Segunda Guerra Mundial había terminado. Pero los miembros del Gobierno suizo le habían cogido el gusto a gobernar de forma autoritaria y no querían renunciar a los plenos poderesEnlace externo que les había otorgado el Parlamento. Apenas en 1949 – hace 70 años – los electores consiguieron devolver a los gobernantes a su sitio, gracias a la iniciativa popular ‘regreso a la democracia directa’ aprobada por la raspada mayoría del 50,7% de los votos.
Este artículo forma parte de #DearDemocracy, la plataforma de swissinfo.ch sobre democracia directa.
En tiempos de crisis, la democracia es considerada un proceso demasiado lento. Por esta razón, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, el Parlamento suizo otorgó plenos poderes al Gobierno. El Consejo Federal obtuvo competencias para decidir el rumbo del país de forma autónoma y sin restricciones legislativas. Con esta medida se pretendía que el Gobierno pudiera actuar con más celeridad durante la guerra.
Pueblo sin voz
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¿Qué es un referéndum?
En contrapartida, el Parlamento podría hacer un amplio uso de la cláusula de urgencia. De este modo, el pueblo, la tercera fuerza junto con el Gobierno y el Parlamento en un régimen de democracia semidirecta como el suizo, quedó arrinconado. La cláusula de urgencia privaba a los votantes del derecho de rechazar leyes a través del referéndum.
Los ciudadanos no tenían prácticamente ninguna influencia sobre la agenda política. El Gobierno y el Parlamento habían sometido la democracia directa a un coma artificial.
En 1945, el Consejo Federal siguió gobernando con plenos poderes, a pesar de que la guerra había terminado y se había decidido restablecer la democracia. Pero las cosas avanzaban a paso de tortuga.
“Tonos paternalistas y Estado policial”
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¿Qué es una iniciativa popular o ciudadana?
De no haber sido por las dos iniciativas populares presentadas en 1946 que exigían el restablecimiento de la democracia directa, Suiza hubiera tardado mucho más en recuperar la normalidad. Ambas iniciativas atacaban directamente los poderes casi ilimitados de los siete consejeros federales [ministros].
Los miembros del Gobierno aplazaban la votación de las iniciativas. “El Consejo Federal no tiene prisa en volver a la democracia directa”, titulaba un periódico en la época.
El adversario más vehemente del régimen de plenos poderes era el constitucionalista Zaccaria Giacometti. En la táctica dilatoria del Gobierno veía “tonos paternalistas de un Estado policial”, que a su juicio eran la expresión de una profunda crisis de la democracia suiza. El profesor de la Universidad de Zúrich consideraba que el régimen entonces vigente sencillamente era “ilegal”.
Desprecio del parlamentarismo
Retrocedemos en el tiempo: ya en los años 1930 algunos políticos e intelectuales habían elaborado la denominada geistige LandesverteidigungEnlace externo (defensa espiritual de la patriaEnlace externo): El culto a Suiza como garante de la identidad nacional era un programa para luchar contra la amenaza nacionalsocialista representada por la doctrina hitleriana de “sangre y suelo” (Blut und Boden).
La denominada defensa espiritual encontró su personificación en la figura de los antiguos confederados [los fundadores de la Confederación] que empuñaban alabardas y luceros del alba, dos armas típicas de las tropas de mercenarios suizos en la Edad Media. En este programa, en cambio, la democracia pasaba a un segundo plano.
La crisis de la democracia en Suiza y en otros países no comenzó con el ruido de los sables en Alemania. Después de La Gran Depresión de 1929 las voces críticas hacia el sistema democrático habían ganado terreno en Suiza y el resto de Europa. Su objetivo era mermar la influencia de la democracia, considerada un obstáculo para gobernar eficientemente en tiempos de crisis.
Nazis suizos y políticos de centro
Suiza bajo una “dictadura comisarial”
La expresión fue acuñada por Hans NawjaskyEnlace externo, jurista austriaco que huyó de Alemania. Una acusación sin fundamento, según el profesor de Derecho Público en Zúrich, Andreas Kley. “El Consejo Federal tenía poderes para intervenir en la Constitución, las leyes y los decretos, y no estaba sometido a la Constitución. Podía dictar la ley de excepción en ámbitos que eran competencia de los cantones, y no tenía que acatar las libertades civiles”.
Hubo dos iniciativas populares para restablecer la democracia directa:
En 1949, la mayoría de los ciudadanos y los cantones aprobaron la primera – el Gobierno y el Parlamento estaban conmocionados. La segunda fue retirada. La abolición definitiva del régimen de plenos poderes se produjo en 1952, a raíz de un contraproyecto a la iniciativa retirada.
(Fuente: Andreas Kley, Neue Zürcher Zeitung del 4 de mayo de 2015)
En Suiza, esta actitud se observaba en su forma más radical entre los simpatizantes del nazismo y el fascismoEnlace externo. Estos grupos despreciaban el Parlamento elegido democráticamente, del que decían que era una “caseta de charlatanes”. A su juicio, la democracia debía dar paso a un Estado gobernado con mano firme.
La convicción de las deficiencias del sistema democrático se había extendido más allá de los círculos de extrema derecha. En el periodo de entreguerras, después de la Huelga General de 1918, algunos lobbies políticos pasaron a utilizar nuevos métodos de propaganda. Su objetivo era introducir en el imaginario colectivo la figura de un enemigo político que no podía ser vencido con métodos democráticos. Este enemigo fue identificado con la figura del conspirador judeo-bolchevique.
Para muchos, la solución a los problemas de la época estaba en las llamadas formas corporativas de gobierno. La idea era que estas corporaciones – organizaciones profesionales que se asemejan a los gremios y agrupaciones de oficios en la Edad Media – sustituyeran a los parlamentos. El Estado sería gobernado con mano firme por un grupo o un solo autócrata. Y el papel de corporaciones sería de carácter consultivo.
Democracia al borde del abismo
La tendencia hacia formas de gobierno autoritarias sobrevivió a los años de la guerra. Tres años después del conflicto, el Consejo Federal y el Parlamento seguían oponiéndose a restablecer una democracia referendaria.
En 1948, el ministro católico-conservador Karl Wick llegó a decir que un Estado también podía “democratizarse hasta la muerte”: “La democracia es importante, pero más importante es la seguridad interna y externa del Estado”.
Pocos parlamentarios respaldaron las dos iniciativas populares, lanzadas paralelamente, que pedían el restablecimiento de la democracia directa. Uno de ellos era el diputado nacional y sindicalista Max Weber. “No podemos combatir el peligro de una dictadura, el peligro de medidas antidemocráticas, restringiendo la democracia”, dijo.
Alianzas extrañas: la Ligue Vaudoise
No obstante, los reflejos de la democracia directa aún funcionaban. El impulso determinante fue una iniciativa popular titulada ‘Retorno a la democracia directa’. Irónicamente, los autores no provenían de ambientes que destacaran por una impecable vocación democrática. Al contrario, el núcleo duro de los promotores eran miembros de una organización llamada Ligue VaudoiseEnlace externo (Liga del cantón de Vaud).
Se trataba de un movimiento de protesta del cantón de Vaud integrado por varios partidos. Había sido fundado en 1933 para luchar contra la introducción de impuestos cantonales sobre los vinos regionales.
La Ligue se oponía al Estado centralizado. Su fundador, Marcel Regamey, era uno de los autores de la iniciativa y no disimulaba su desprecio hacia la democracia. En 1944 había lamentado la caída del Tercer Reich. Consideraba “defendible” la “liberación de la economía de las garras del capitalismo judío internacional” y la unión de todos los países europeos bajo una única bandera.
Los propios padres de la iniciativa difundían el mismo espíritu que pretendía combatir la iniciativa. Paradójicamente, fueron fuerzas antidemocráticas las que dieron el impulso para resucitar la democracia directa en Suiza.
Traducción del alemán: Belén Couceiro
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