El 21 de agosto de 1968, las tropas de la Unión Soviética y sus aliados pusieron fin a la Primavera de Praga. En Suiza, la población se solidarizó inmediatamente con el pueblo checoslovaco. El país recibió a miles de refugiados con apenas unas pocas formalidades.
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Historiador de formación y originario del cantón de Grisones; me interesan principalmente las cuestiones políticas y sociales.
En las horas y días siguientes a la intervención militar del Pacto de Varsovia se celebraron manifestaciones de solidaridad con la entonces Checoslovaquia y protestas contra la Unión Soviética en varias ciudades suizas. Las oficinas de Aeroflot en Zúrich y del Banco Comercial Soviético fueron blanco de actos vandálicos y los funcionarios de la embajada soviética, de agresiones verbales.
El Gobierno suizo reaccionó con relativa calma a la intervención. Al tiempo que señalaba su desacuerdo y subrayaba la «simpatía» del pueblo suizo por el deseo del pueblo checoslovaco de obtener «mayores libertades», Berna se opuso a cualquier petición de congelar las relaciones diplomáticas con los países del bloque soviético.
Sin embargo, inmediatamente después de los acontecimientos de Praga, Suiza decidió abrir sus fronteras a los refugiados checoslovacos, como lo hizo en 1956 con los que huían de Hungría, tras la ocupación de las tropas soviéticas. A finales de 1969, más de 11 000 checoslovacos habían encontrado refugio en Suiza, el principal país de acogida en Europa. La cifra se elevó a 13 000 en los años siguientes.
La práctica suiza de asilo para estos exiliados fue muy liberal y tuvo el respaldo de un amplio movimiento de solidaridad popular. El estatus de refugiados políticos fue otorgado a los afectados sin mucha formalidad y la mayoría de ellos encontraron trabajo sin mayores dificultades, ya que contaban con una buena formación profesional.
Si la actitud de Suiza se basó sin duda en sentimientos anticomunistas difusos, la rápida integración de los estos refugiados se vio favorecida por el hecho de que eran personas altamente cualificadas.
«Los suizos nos recibieron con gran generosidad. Todavía hoy estoy agradecido con Suiza», indica la psicóloga Jaromira Kirstein, que huyó a Suiza en 1968 a los 19 años. En esa época era estudiante en una escuela de arte. En Suiza se matriculó en la universidad. Es ciudadana suiza desde 1983. «Mi vida habría sido muy diferente si no hubiera seguido el consejo de mi madre y no hubiera dejado Checoslovaquia para poder estudiar”.
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