Cómo los regímenes autoritarios utilizan el cuerpo de la mujer para aumentar su poder
La tasa de natalidad está disminuyendo en todo el mundo, siendo países desarrollados como Suiza los que registran las cifras más bajas en décadas. La clase política teme las consecuencias para el futuro, pero las soluciones que aporta para resolver el problema varían considerablemente. Los regímenes autoritarios utilizan la natalidad para restringir los derechos de la mujer y mantener el control.
“El designio de una mujer reside en su facultad natural absolutamente única de continuar el linaje familiar”, dijo el presidente ruso Vladímir PutinEnlace externo en una charla con estudiantes este mismo año. El mandatario subrayó la importancia de las familias en la crianza de al menos tres hijos y expuso que la educación superior y la planificación profesional son estorbos que dificultan la creación de una familia, que debería producirse a una edad más temprana.
Represión legislativa: Rusia prohíbe la «ideología childfree«
En noviembre, la Duma estatal, la cámara baja del parlamento ruso, adoptó una ley que castiga la “promoción de la ideología que propugna una vida sin hijos” con sanciones de entre 50.000 y cinco millones de rublos (445 a 44.500 francos suizos). Una de las transgresiones incluidas en el texto legal corresponde a la “promoción” en línea o en los medios de comunicación de ideas que defienden una vida “sin hijos”. Además, películas que “promuevan el rechazo de la maternidad” no recibirán licencias de distribución en Rusia, y los propietarios de sitios web deberán monitorizar los contenidos de los mismos para eliminar información que “promueva el rechazo de la maternidad”. Este tipo de contenidos será motivo para que las direcciones de Internet afectadas acaben en el registro de los sitios web prescritos.
Países desarrollados en todo el mundo están luchando para mantener unos índices de natalidad suficientemente elevados para el reemplazo que garanticen la estabilidad poblacional y económica en el futuro. Sin embargo, las legislaciones que aplican Estados autoritarios como Rusia demuestran hasta qué punto están dispuestos a llegar los mandatarios para mantenerse en el poder a expensas de los derechos de la mujer.
Retos de la natalidad mundial y respuestas autoritarias
“Este tipo de legislación se puede considerar como un aspecto de la extensa campaña de las autoridades rusas para promover los ‘valores de la familia tradicional’ en el ámbito nacional y en el exterior, como parte de una política de presión internacional concertada desde instituciones como el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas”, expone Joanna Bourke Martignoni, una investigadora del Instituto de Altos Estudios Internacionales y del Desarrollo de Ginebra y de la Academia de Derecho Internacional Humanitario y Derechos Humanos de Ginebra.
Bourke Martignoni explica que gobiernos conservadores, como el ruso y sus aliados en EE.UU., Europa, África y Oriente Medio, están propugnando leyes regresivas sobre orientación sexual, identidad de género y salud sexual y reproductiva. Esta influencia está creciendo en foros intergubernamentales como el Consejo de Derechos Humanos. Así lo demuestra, por ejemplo, la resolución sobre los derechos familiares adoptada en octubre y apoyada por países como Qatar, Arabia Saudí, China y Rusia. La resolución promueve enfoques de los derechos humanos “orientados en la familia”. Estas discusiones forman parte de un debate más amplio dirigido por gobiernos y ONG conservadores preocupados por poner el foco en temas como el aborto, los derechos LGBTQ+ y la educación sexual.
Bourke Martignoni sostiene que la ley que prohíbe como “propaganda” cualquier idea que promueva una “vida sin hijos” también capitaliza los sentimientos antioccidentales en un momento en el que “Rusia está en guerra con Ucrania y trata de buscar nuevas vías para unir a la nación en contra de sus enemigos exteriores”.
La maternidad aleja a las madres de “constituirse como fuerza política”
“Para Rusia se trata de un momento crítico porque, si las mujeres consiguieran unirse para constituirse como fuerza política, es evidente que lucharían en contra de la guerra y a favor del desarme de los soldados que vuelven del frente, de los cuales muchos son violentos y tienen acceso a armas”, explica la política y abogada rusa Alena Popova, quien fue etiquetada de “agente extranjera” por las autoridades rusas.
Demográficamente, las mujeres constituyen la mayoría en Rusia. Según Popova, antes de la guerra en Ucrania, la población rusa estaba compuesta por 77 millones de mujeres y 66 millones de hombres. La abogada relata que, para mantener una base electoral favorable a Putin, el régimen tiene que poner énfasis en los “valores familiares” para que la mayoría femenina no se dé cuenta que vive en la pobreza y no se subleve contra el gobierno.
Rusia también tiene uno de los índices de divorcios más altosEnlace externo de los Estados miembro de la ONU. Después del divorcio, la responsabilidad familiar, incluida la manutención financiera, recae ampliamente sobre las mujeres. En 2019, los rusos debían pensiones alimenticiasEnlace externo por un valor récord de 152 mil millones de rublos.
Esta ideología también la comparte Recep Tayyip Erdoğan, que apoyó a Putin durante mucho tiempo. En repetidas ocasiones, el líder turco declaró su oposición a la igualdad de género, invitando a las mujeres turcas a tener al menos tres hijos, al tiempo que calificó como “incompletas” a las mujeres sin hijos. En octubre, su esposa Emine Erdoğan hizo un llamamiento a las mujeres para que dieran preferencia a un parto “fisiológico” y “natural”, argumentando que las cesáreas eran “antinaturales”.
China pasa de la política del hijo único al fomento de las familias numerosas
En Asia, el Gobierno chino, que lidera la segunda economía mundial, dio un giro de 180 grados en su política de natalidad. Hoy, las autoridades chinas animan a las mujeres a tener hasta tres hijosEnlace externo: en 2023, China registró una de las tasas de natalidad más bajas del mundo, el resultado de su antigua política de “un hijo por familia” implementada en los años 1970.
“Durante décadas, China controló los derechos reproductivos de la mujer, considerando la capacidad reproductiva de las mujeres como un activo nacional cuando la necesitaba, o como un lastre, cuando no era así”, comenta Anna Kwok, directora ejecutiva del Consejo de Democracia de Hong Kong. Si bien estos controles estrictos no se aplicaron en su Hong Kong natal, fueron impuestos con dureza en regiones como Tíbet o Turkestán Oriental, donde las mujeres uigures están siendo forzadas a parir hijos de ‘chinos han’ en el marco de un intento más generalizado de las autoridades por eliminar la identidad uigur.
Kwok admite que los países democráticos se están dando cuenta cada vez más de estas violaciones de los derechos humanos, pero que es difícil encontrar respuestas eficaces debido a la influencia que China ejerce a escala global, incluido dentro de la ONU. “Tampoco me parece descabellado pensar que China pueda compartir sus métodos con otros regímenes autoritarios para controlar los cuerpos de las mujeres y la tasa de natalidad”, añade.
El periódico ‘The New York Times’ informó recientemente sobre los esfuerzos del funcionariado chino en influir en las decisiones de las mujeresEnlace externo por tener hijos, llamándoles por teléfono o visitándoles en sus casas para preguntarles cuándo pensaban fundar una familia. Las autoridades locales incluso regalaron a algunas parejas vitaminas prenatales para la boda. En las redes sociales, algunas mujeres relataron cómo funcionarios locales les preguntaban por su último ciclo menstrual. Y ahora las universidades chinas ofrecen cursos específicos para promover una “visión positiva del matrimonio y de la maternidad”.
La narrativa autoritaria sobre la maternidad se está extendiendo
Los mensajes que transmiten y las tácticas que utilizan países como Rusia, China y Turquía para incentivar la maternidad transcienden las fronteras. El medio de comunicación británico ‘Byline TimesEnlace externo’ desveló en 2002 que los mecanismos de influencia puestos en marcha por Vladímir Putin debilitaron activamente los derechos de la mujer y de las comunidades LGBTQ+ en toda Europa y que difundieron desinformación, financiaron campañas contrarias a la igualdad entre los géneros y respaldaron partidos de extrema derecha que defienden las “familias tradicionales” o las “teorías contrarias a la igualdad de género”.
‘Byline Times’ reveló que, entre 2009 y 2018, los oligarcas rusos invirtieron en Europa al menos 186,7 millones de dólares (165 millones de francos suizos) en iniciativas contrarias a la igualdad de género. Estos fondos fueron a parar a organizaciones vinculadas al estratega político derechista estadounidense Steve Bannon, especialmente en Italia y España.
En Italia, el gobierno de la primera ministra derechista Giorgia Meloni consiguió que se aprobara una ley que impone elevadas multas y condenas de prisión a ciudadanos y ciudadanas que se desplazan al extranjero para tener acceso a madres subrogadas.
Esta ley es un reflejo de las políticas conservadores implementadas por la primera mujer que en Italia accedió al cargo de primera ministra y que lidera el partido ultraderechista Hermanos de Italia. Meloni se autoproclama cristiana y madre y defiende que sólo las parejas heterosexuales deberían tener derecho a criar a sus hijos. La mandataria italiana se opuso abiertamente a la maternidad subrogada para las parejas LGBTQ+ y convirtió el mensaje anti-LGBTQ+ en el elemento clave de su plataforma de campaña.
Fuera de Europa, en los Estados Unidos, la organización Congreso Mundial de Familias (WCF, por sus siglas en inglés) defiende los valores de la familia tradicional, realzando la importancia de la maternidad y oponiéndose al divorcio, al aborto, a los métodos anticonceptivos y a la comunidad LGBTQ+. El WCF utiliza los fondos rusos para alimentar sus campañas estadounidenses en defensa de sus principales intereses. El presidente del WCF, Brian Brown, también está al frente de la Organización Nacional para el Matrimonio y mantiene vínculos con políticos europeos de derechas, como el primer ministro húngaro Viktor Orbán y el viceprimer ministro italiano Matteo Salvini.
Las narrativas del WCF se hicieron eco en la última campaña presidencial en Estados Unidos, en la que el vicepresidente electo J.D. Vance acusó a la candidata y actual vicepresidenta Kamala Harris y a otras demócratas por sus supuestas actitudes anti-familia, tildándolas de “solteronas sin hijos”Enlace externo. Con anterioridad, Vance ya había alabado las políticas impulsadas por Viktor OrbánEnlace externo para motivar a la gente a tener más hijos, proponiendo que Estados Unidos copiara el modelo húngaro.
Karen Olson-Robins, una activista demócrata estadounidense residente en Ginebra y exorganizadora de base de la campaña de Barack Obama en 2008, dice que las mujeres estadounidenses deberían ponerse en guardia ante semejantes aseveraciones. “Evidentemente, a diferencia de Estados Unidos, en la mayoría de los países europeos se considera la atención sanitaria como un derecho humano. Y en Estados Unidos hay un intento por parte de Trump y sus simpatizantes por controlar las decisiones de las mujeres sobre su propia salud, lo cual es inmoral e inaceptable porque pone en peligro la salud de las mujeres”, advierte.
Los países conservadores se unen para reprimir los derechos de la mujer
Países como Irán, que durante mucho tiempo estuvieron sujetos a sanciones internacionales y que intervienen en los conflictos internacionales más enrevesados, también utilizan la maternidad para potenciar sus economías y afianzar su poder.
Mojdeh Abtahi, una investigadora independiente de Oriente Medio que trabaja en Ginebra, señala que las autoridades iraníes quieren demostrar a sus enemigos que son poderosos gracias al tamaño de su población.
“Dicen que países como Israel con seis millones de habitantes no van a ser capaces de competir con un país con 90 millones”, recalca.
Las autoridades iraníes no sólo promulgaron leyes para obligar a las mujeres a llevar el hiyab, desatando protestas generalizadas en el país, sino que también impusieron políticas restrictivas relativas a la atención prenatal.
Recientemente, las autoridades retiraron los permisos de detección prenatal que permiten a las mujeres detectar problemas de salud fetal. Esta decisión impide a las mujeres acceder al aborto cuando se descubren serias anomalías fetales, obligándoles a continuar con el embarazo.
Instituciones humanitarias luchan para contrarrestar este movimiento
Bourke Martignoni cree que hay una reacción global contra el feminismo y las libertades y los derechos reproductivos y sexuales.
“Se puede apreciar en las instituciones humanitarias, donde se forjan muchas ‘alianzas impías’ entre gobiernos conservadores y autoritarios de todo el mundo para promover agendas que restringen la igualdad de derechos de las mujeres y de las comunidades LGBTQ+ en nombre de la protección de los ‘valores tradiciones’”, explica.
Philip Jaffé, profesor de la Universidad de Ginebra y miembro del Comité de los Derechos del Niño de la ONU, así como coautor del libro “Women’s rights and children’s rightsEnlace externo” (Derechos de la mujer y derechos del niño), afirma que los derechos reproductivos y fundamentales de las mujeres y las niñas “están siendo atacados en muchos países diferentes, como en EE.UU. o Europa del Este”.
El Comité se está dirigiendo constantemente a los Estados que persiguen políticas que favorecen la violación de los derechos de la mujer y advierte que los “gobiernos deben interferir lo menos posible” en asuntos relacionados con las opciones reproductivas de las mujeres. “Las proscripciones, prohibiciones y restricciones son inaceptables”, dice.
Adriana Lamačková, directora asociada para Europa en el Centro de Derechos Reproductivos de Ginebra, afirma que “las instituciones humanitarias están desempeñando un papel fundamental en la protección y promoción de los derechos [de la mujer] al monitorizar las acciones estatales, ofrecer asesoramiento y responsabilizar a los gobiernos por sus promesas”.
Pero, al mismo tiempo, admite que “el poder de determinadas fuerzas conservadoras, mezclado con actitudes religiosas, muchas veces te hace sentir como si estuvieras gritando al vacío”.
Texto original editado por Veronica DeVore, Geraldine Wong Sak Ho; y adaptado del inglés por Antonio Suárez Varela / Carla Wolff
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