¿Cómo puede Suiza prepararse para un segundo mandato de Trump?
Tras llegar por segunda vez a la Casa Blanca, se espera que Donald Trump adopte una política exterior aislacionista e impredecible. En el caso de que esto ocurra, ¿cómo conseguirá Suiza, una nación que defiende un sistema internacional estable y basado en reglas, mantener una relación fluida con Estados Unidos, un socio comercial clave?
Al día siguiente de la victoria contundente del candidato republicano en las presidenciales estadounidenses de 2024, Suzi LeVine, embajadora de EE.UU. en Suiza durante la presidencia de Barack Obama, asimilaba, al igual que muchos otros, la inminente vuelta de Trump al Despacho Oval.
“Estas elecciones tendrán repercusiones durante décadas”, dijo LeVine, y añadió: “y no solo en Estados Unidos, sino para todas las personas y todas las criaturas del mundo”.
La cuestión que ahora preocupa en las capitales del mundo es cómo prepararse mejor para algunas de las ideas más radicales de Trump en política exterior. El presidente electo amenazó con imponer aranceles elevados a las importaciones, con retirar su apoyo a la alianza defensiva transatlántica OTAN y con invalidar los compromisos climáticos globales de su país. Mientras tanto, Suiza, que no es miembro de la OTAN ni de la Unión Europea (UE), mantiene vínculos estrechos con ambos socios.
Sin embargo, naciones pequeñas tienen más probabilidades de mantenerse por debajo del radar de la Administración Trump, sostiene Stefan Legge, un experto en comercio internacional del Instituto de Derecho y Economía de la Universidad de San Galo.
David Sylvan, profesor emérito del Instituto de Altos Estudios Internacionales y del Desarrollo de Ginebra, coincide en este análisis: “Los suizos deben entender que [para Washington] apenas tienen prioridad”. Si Berna realmente consigue jugar bien sus cartas, esto podría ser una ventaja a la hora de evitar entrar en el punto de mira de los republicanos, añade.
¿Una nueva guerra comercial?
Una de las principales prioridades de Suiza consistirá en mantener buenas relaciones económicas con EE.UU., su segundo socio comercial más importante después de la UE y su mercado de exportación de mercancías más importante con 56.600 millones de francos suizos (64.300 millones de dólares) facturados en 2023.
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Trump prometió imponer aranceles de hasta el 20% a todas las importaciones (y hasta el 60% sobre los bienes importados de China). Economistas afirmanEnlace externo que varios sectores clave de la economía suiza, incluidas las industrias farmacéutica, maquinaria, relojera y alimentaria, se verían afectados por esta medida, lo cual podría provocar una caída del 0,2% del PIB.
La Secretaría de Estado de Economía comunicó que “Suiza claramente rechaza los planes [arancelarios]” y que discutirá el asunto con las autoridades estadounidenses relevantes y con otros socios comerciales como Alemania.
Las amenazas arancelarias de Trump puede que sólo sean una fanfarronada, o sea, un método para obtener ventajas frente a otros Estados, dice Legge. Desde el punto de vista de Trump, la UE juega un papel primordial, pues el presidente electo dijo que “pagará un precio alto” por su superávit comercial con EE.UU.
Como bloque, la UE planea estimularEnlace externo su competitividad después de la elección de Trump, lo cual son buenas noticias para Suiza, que depende de una fuerte economía europea para su propia prosperidad, comenta Legge.
Pero si las relaciones comerciales de Bruselas con Washington empeoran, una nueva guerra comercial similar a la del primer mandato de Trump podría causar problemas a Berna. Entonces, la UE no excluyó a Suiza de las medidas de represalia que tomó después de que EE.UU. levantara aranceles sobre los metales importados.
Pase lo que pase, es crucial que Suiza mantenga un “acceso privilegiado a otros mercados, incluido el gran mercado de la UE”, afirma Legge.
Acuerdos comerciales bilaterales
Para “derribar” futuras barreras aduaneras estadounidenses, algunos líderes de la industria suiza instanEnlace externo al gobierno a negociar un acuerdo de libre comercio (ALC). Ambos países mantuvieron primeras conversaciones de tanteo sobre un acuerdo durante la previa presidencia de Trump. Ed McMullen, quien en aquel entonces era embajador en Suiza, dijo que Estados Unidos tiene el “deseo de concluir un acuerdo” durante el segundo mandato de Trump.
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Sin embargo, Suiza no es el único país en querer cerrar un acuerdo bilateral para evitar el impacto negativo de una guerra comercial. El Gobierno británico está barajando varias opcionesEnlace externo, entre las cuales estaría llegar a un ALC con EE.UU. o estrechar los vínculos económicos con Europa. Y en Canadá, que tiene un acuerdo comercial continental con EE.UU. y México, que Trump pretende renegociar, algunos políticos creenEnlace externo que sería mejor para el país llegar a un acuerdo bilateral en lugar de mantener el tratado actual.
Pero Legge tiene sus dudas sobre si Suiza realmente puede llegar a un acuerdo con EE.UU. “¿Qué le podría ofrecer a EE.UU.? Muy poco, a no ser que abra el sector agrario”, señala, al tiempo que añade que es muy improbable que se consiga un consenso político para terminar con el proteccionismo suizo de la agricultura, incluso si se tratara de una liberalización parcial.
Si Suiza tiene poco que ofrecer, es mejor abandonar la idea de un ALC y mantener un perfil bajo, insiste Sylvan. Al igual que la UE, Suiza tiene un superávit comercial en mercancías con EE.UU., un hecho con el que Trump podría mostrarse en desacuerdo si se le llamara la atención sobre este particular, añade el profesor emérito. “Lo último que [los suizos] quieren es que se les pregunte qué pueden hacer para nosotros?”, recalca Sylvan, “porque, una vez llegados a este punto, es cuando las cosas realmente pueden ponerse difíciles”.
¿Adherirse a la OTAN?
Otro dilema podría darse para Suiza si Trump cumple su promesa de llegar a “un acuerdo rápido” para terminar la guerra en Ucrania. A este respecto, el presidente electo aún tiene que desarrollar sus planes, pero si presiona a Ucrania para que acepte un acuerdo en contra de la voluntad de sus aliados europeos, “se podrían producir todo tipo de tensiones”, advierte Sylvan. Suiza tendría que decidir qué es lo que más le convendría, si apoyar a los europeos o a los norteamericanos en su apuesta por un acuerdo.
Las cosas también podrían complicarse si una Rusia envalentonada se anduviera con bravuconadas con los Estados bálticos, pues la posibilidad de que el Kremlin decida atacar a otro país fuera de Ucrania es una preocupación real en el continente, indica Sylvan. “¿Se sentiría segura [Suiza] en tal circunstancia? Creo que no”, dice.
La respuesta, según el presidente de El Centro, Gerhard Pfister, es que Suiza se acerque a la OTAN sin renunciar a su neutralidad. Semejante escenario sería crítico para Suiza, pues con sus actuales capacidades militares no sería capaz de defenderse a sí misma, advierte.
En declaraciones al periódico ‘SonntagsBlick’, John Bolton, exasesor de seguridad nacional de Trump, se aventuró incluso a aconsejar a Suiza la adhesión a la OTAN, como se vieron obligadas a hacerlo Suecia y Finlandia tras la invasión rusa en Ucrania. “La neutralidad no tiene futuro a la luz de la nueva situación geopolítica”. Trump “no entiende lo que significa una defensa común” y podría promover la salida de EE.UU. de la alianza, recalcó.
Para Legge es evidente que Suiza tiene que aumentar sus gastos en defensa. El Parlamento aprobó medidas para incrementar el presupuesto del Ejército hasta el 1% del PIB en 2030. El objetivo de los Estados miembros de la OTAN es el 2%. Pero Suiza, como país sin acceso al mar, necesita cuidar sus buenas relaciones con todas las potencias clave, tanto con la UE, EE.UU. como con China. El gigante asiático mantiene con Estados Unidos una “rivalidad estratégica” y tiene estrechos vínculos económicos con Suiza.
“En conclusión, Trump es impredecible”, resume Legge. “Tenemos que examinar todas las eventualidades, ser pragmáticos y encontrar vías para perfeccionar las relaciones bilaterales, para que ninguno de los grandes actores tenga un incentivo para ir a por nosotros”. Citando el ejemplo de los aviones de combate F35 que Suiza compró a EE.UU. en 2022, Legge alude al material de guerra como posible cebo para calmar las ansias del presidente electo por negociar un trato.
Una oportunidad para liderar la transición energética
Una promesa que Trump hizo en campaña y que para Sylvan está claro que va a cumplir, es la de sacar a EE.UU del Acuerdo Climático de París, como lo hizo ya durante su primer mandato. Trump también anunció que revocaría la Ley de Reducción de la Inflación, que fue aprobada bajo la presidencia de Joe Biden para promover las energías limpias, además de abolir otras reglas para permitir el aumento de la producción de petróleo y gas, a pesar de que la extracción de combustible fósil ya alcanzó su punto álgido, subraya Sylvan. El ministro de Energía designado por Trump es Chris WrightEnlace externo, un ejecutivo de la industria petrolera que en el pasado negó la existencia de la crisis climática.
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Todo ello significa que EE.UU. “probablemente seguirá siendo el país más contaminante del planeta durante muchos años más”, advierte el diputado Nicolas Walder del Partido Ecologista, miembro del Comité de Asuntos Exteriores en la Cámara de Representantes (cámara baja). Las propuestas de Trump podrían disuadir a otros Estados de realizar “reformas ambiciosas” para la protección del clima e incitarlos a invertir en combustibles fósiles, añade.
Las propuestas del presidente electo también tendrían un impacto directo en Suiza, señala la exembajadora LeVine. Como Estado signatario de los Acuerdos de París, Suiza podría perder sus glaciares alpinos de aquí a finales del siglo debido a la subida de las temperaturas.
Para contrarrestar cualquier acción de EE.UU., Walder advierte de que Berna debería cooperar más estrechamente con Bruselas para alcanzar los objetivos climáticos, como los establecidos en el Acuerdo Verde de la UE de 2019Enlace externo.
La próxima Administración de EE.UU. no necesariamente tiene por qué acabar con la lucha global contra el cambio climático, cree Walder. “Esto ofrece a Suiza y a Europa la oportunidad de asumir un papel de liderazgo en la crucial transición energética”, dice, y concluye: “Para mí es una oportunidad que nuestro país no debería desaprovechar.”
Texto editado por Lindsey Johnstone; y adaptado del inglés por Antonio Suárez Varela / Carla Wolff
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