Conferencia sobre Ucrania en un escenario cargado de historia
El complejo hotelero Bürgenstock, que los próximos 15 y 16 de junio acogerá la conferencia de paz de Ucrania, cuenta con un largo historial como anfitrión de reuniones políticas de alto nivel. Su ubicación garantiza seguridad y discreción. Una ventaja que también ha atraído a personalidades del mundo del espectáculo.
Encaramado en una cresta rocosa que domina el lago de Lucerna, 400 metros por encima de la orilla, en la frontera entre los cantones de Lucerna y Nidwalden, este hotel —rodeado por las cumbres de la Suiza Central— ofrece un paisaje de agua, bosques, prados, pueblos y ciudades, y, a veces, niebla.
Es una Suiza de postal: la imagen de una montaña encantada. Una isla de paz, aislada del mundo, pero atravesada por sus propias inquietudes —como sacada de una película de James Bond—, encrucijada de conspiraciones mundiales y escenario elegante de reuniones de la jet-set.
El Bürgenstock —al igual que el hotel-sanatorio Schatzalp de Davos, que inspiró a Thomas Mann para escribir su famosa novela La montaña mágica— es descendiente de la belle époque, la primera edad de oro del turismo suizo. Construido en 1873 por iniciativa de dos empresarios locales, el Grand Hotel Bürgenstock fue el primer eslabón de una cadena de hoteles de lujo que se extendía desde Suiza hasta Italia y Egipto.
Destino de la alta sociedad
Las dos guerras mundiales trajeron crisis y cambios de propiedad, pero, tras la Segunda Guerra Mundial, el Bürgenstock volvió a ser un destino popular para la alta sociedad internacional. La actriz Audrey Hepburn se casó en la capilla del complejo en 1954; Sofia Loren y su marido Carlo Ponti alquilaron un chalé en las inmediaciones; y durante el rodaje en Suiza de Goldfinger, uno de los episodios más famosos de la saga del Agente 007, Sean Connery se alojó en el hotel.
Pero este lujoso complejo no solo ha atraído a estrellas de cine. El canciller alemán Konrad Adenauer veraneó aquí en varias ocasiones a principios de la década de 1950, donde se reunió con sus ministros para mover los hilos del Gobierno. Desde este lugar de vacaciones fue desde donde, en 1950, siguió las negociaciones sobre el plan Schumann para sentar las bases de la integración europea.
Aquel mismo verano, el hotel acogió también a otra destacada figura política: el primer presidente del Estado de Israel, Chaïm Weizmann. Una proximidad incómoda apenas cinco años después del final de la Segunda Guerra Mundial. El Holocausto [o Shoad, en hebreo] estaba demasiado cerca, así que los dos hombres de Estado mantuvieron las distancias. Tuvieron que pasar otros diez años para que Konrad Adenauer y el primer ministro israelí David Ben Gurion se reunieran oficialmente en el Hotel Astoria de Nueva York.
Reuniones discretas en la montaña
La lista de personalidades de la política que en la segunda mitad del siglo XX se alojaron en el Bürgenstock es larga. Incluye al propio Ben Gurion, Golda Meir, ministra de Asuntos Exteriores de Israel y futura primera ministra, el primer ministro indio Jawaharlal Nehru y su hija Indira Gandhi, el presidente sirio Hafez al-Asad, el futuro presidente estadounidense Jimmy Carter y otros muchos.
Algunas de estas personas participaron en las excepcionales conferencias internacionales que también han contribuido a la reputación del Bürgenstock. El complejo hotelero acogió en tres ocasiones —1960, 1981 y 1995— conferencias del Club Bilderberg (que lleva el nombre del hotel holandés donde en 1954 se celebró la primera reunión).
Este grupo, que reúne a personalidades del mundo político, empresarial, militar y científico, se creó para reforzar la cooperación entre Estados Unidos y Europa Occidental. Los temas de los que tratan y qué personalidades participan son confidenciales. Así que las reuniones están envueltas en un halo de secretismo que enloquece a quienes teorizan sobre la conspiración. Pero también son prueba de la discreción y seguridad del Bürgenstock.
Mostrar más
Protegido del mundo
“Es el lugar perfecto para celebrar conferencias cerradas con altas exigencias de seguridad”, escribeEnlace externo la historiadora Evelyne Lüthi-Graf en el Neue Zürcher Zeitung. Solo se puede acceder al complejo hotelero por una carretera sinuosa o en funicular desde la orilla del lago. Y no está lejos del aeropuerto de Zúrich.
La política suiza también se beneficia de vez en cuando del espíritu del lugar. En septiembre de 1969, la Comisión de Política Exterior del Consejo Nacional se reunióEnlace externo con representantes del Departamento Político Federal (que más tarde se convertiría en el Departamento Federal de Asuntos Exteriores), el consejero federal Willy Spühler entre ellos. Se trató sobre las relaciones de Suiza con las Naciones Unidas.
La mayoría de quienes acudieron reconocieron la creciente importancia de los organismos internacionales, pero también fueron conscientes del escepticismo de la opinión pública. El debate se prolongó durante años, y en 1986, en referéndum, las tres cuartas partes de la población rechazaron un proyecto de reglamento sobre la adhesión. Esta cuestión —lejos de cerrarse— reapareció en la agenda política diez años después.
Éxitos y fracasos diplomáticos
En marzo de 2002, otra votación popular confirmó el ingreso de Suiza en la ONU. Dos meses antes, la diplomacia suiza, apoyada por Estados Unidos, había logrado un éxito citado a menudo como ejemplo de la eficacia de sus tradicionales buenos oficios.
Tras meses de intercambios y mediaciones, en enero de 2002 en Bürgenstock, representantes del Gobierno sudanés y del Ejército Popular de Liberación de Sudán (SPLA) rubricaron un acuerdo de alto el fuego en el conflicto entre el sur y el norte del país. La firma fue un primer paso hacia la paz y la independencia de Sudán del Sur, declarada en 2011.
En 2004, el intento de Kofi Annan, entonces secretario general de la ONU, de negociar una reunificación de la isla de Chipre no despertó el mismo entusiasmo. Los jefes de Gobierno griego y turco y las representaciones grecochipriotas y turcochipriotas se reunieron en el mismo lugar para intentar llegar a un acuerdo sobre una constitución federal inspirada en Suiza. Ese mismo año, una amplia mayoría de grecochipriotas rechazaron la propuesta en las urnas.
Mientras tanto, el complejo atravesó un largo periodo de crisis y una cadena hotelera controlada por el fondo soberano de Qatar, Katara Hospitality, lo compró en 2008. El nuevo propietario invirtió 500 millones de francos en renovar el hotel. Las autoridades suizas han subrayado que el país árabe no ha tenido nada que ver con la organización de la conferencia sobre Ucrania.
Texto adaptado del francés por Lupe Calvo / Carla Wolff
En cumplimiento de los estándares JTI
Mostrar más: SWI swissinfo.ch, certificado por la JTI
Puede encontrar todos nuestros debates aquí y participar en las discusiones.
Si quiere iniciar una conversación sobre un tema planteado en este artículo o quiere informar de errores factuales, envíenos un correo electrónico a spanish@swissinfo.ch.