Educación virtual: una luz de esperanza para las niñas y mujeres afganas
De Bangladesh a Suiza, cada vez son más los esfuerzos comunitarios que buscan ayudar a las niñas y mujeres afganas a estudiar en línea en abierto desafío a la prohibición que tienen de educarse. Pese a los avances, los defensores de los derechos humanos exhortan a los estados a intensificar la presión sobre los talibanes para recuperar cuanto antes los derechos humanos básicos de la población.
Mahbube Ibrahimi tiene 19 años y actualmente dedica la mayor parte de su tiempo a estudiar. Está terminando la enseñanza secundaria en Zúrich, la ciudad que se ha convertido en su hogar desde que llegó a Suiza hace dos años. Si aún viviera en su natal Afganistán, Ibrahimi estaría encerrada en la casa familiar y tendría prohibido, como todas las niñas y mujeres, acceder a una educación que vaya más allá de la escuela primaria.
Preocupada por la situación de su país de origen, Ibrahimi creó en 2023 una plataforma de formación para niñas afganas que opera en línea. La organización no lucrativa llamada Wild Flower cuenta ya con 70 maestros voluntarios en Europa y 120 estudiantes afganas dispuestas a aprender matemáticas, informática e inglés. El objetivo de Ibrahimi es que sean al menos 500 niñas las que estén en formación, pero actualmente se dice satisfecha del impacto que ha tenido la iniciativa.
«Es algo más que ayudar», dice Ibrahimi, quien junto con su familia huyó de Afganistán cuando era niña para vivir durante algunos años en Irán. “Para muchas niñas no se trata solo de aprender, significa también tener un amigo en otra parte del mundo y saber que la gente que está fuera de Afganistán conoce lo que está sucediendo allí”.
Desde su retorno al poder en agosto del 2021, los talibanes limitaron los derechos de las niñas y de las mujeres afganas prohibiéndoles todo tipo de formación más allá de la educación básica, se les impide trabajar en la mayoría de los sectores y no pueden salir sin ir tuteladas por un hombre.
Esto ha provocado que más de dos millones de niñas no estén matriculadas en las escuelas afganas, según la organización Malala Fund, que defiende el derecho de las niñas a una educación gratuita y de calidad en todo el mundo.
Wild Flower es una de las innumerables iniciativas que hoy encabeza la población afgana -radicada en Afganistán y en el extranjero-, de la mano de organizaciones no lucrativas que imparten educación virtual a niñas y mujeres, abriendo para ellas espacios seguros para el aprendizaje. Todos estos movimientos comunitarios buscan paliar el vacío educativo que existe, pero son conscientes de que la comunidad internacional no está realizando un verdadero esfuerzo por estar cerca de la población afgana y obligar a los talibanes a restablecer los derechos básicos en este país.
Los derechos de las mujeres son un “obstáculo”
La llegada al poder de los talibanes en 2021 llevó a los líderes mundiales a imponer sanciones a este movimiento y a poner distancia en términos diplomáticos: hasta ahora ningún país ha reconocido formalmente al gobierno talibán. En abril de 2023, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, en su calidad de máximo organismo de seguridad, adoptó una resolución Enlace externoen la que pedía a los talibanes eliminar las restricciones que imponían en función del género.
Pero el impulso por lograr que los talibanes modifiquen su proceder ha ido menguando. En junio pasado, los talibanes aceptaron entablar conversaciones en Doha, Qatar, con un grupo de interlocutores que incluía representantes de la ONU, países como Suiza y alrededor de 25 organizaciones, pero pusieron como condición que no hubiera mujeres afganas en la mesa de negociación. Y el tema de los derechos humanos quedó fuera de la agenda de este encuentro, que era parte de un esfuerzo de la ONU por explorar el nivel de compromiso del régimen afgano.
Rosemary DiCarlo, la funcionaria de la ONU que presidió las conversaciones de Doha, insistió a los medios de comunicaciónEnlace externo que Afganistán no podía “regresar al ruedo internacional” mientras la mitad de su población estuviera privada de sus derechos, pero los talibanes ni se inmutaron. El jefe de la delegación afgana, Zabihullah Mujahid, calificóEnlace externo esta posición sobre los derechos de las mujeres como meras “diferencias políticas» con otros países y reiteró que se trata de un asunto interno, no de un tema de política exterior.
Para Sahar Halaimzai, titular de la Iniciativa para Afganistán en Malala FundEnlace externo, las conversaciones de Doha evidencian que los derechos de las mujeres afganas “son más un obstáculo que un objetivo” en la relación con los talibanes. “Nuestra preocupación aumenta debido al tiempo que está tomando un cambio en la política de los talibanes hacia las niñas”, añade Halaimzai.
Para Bashir Mobasher, becario postdoctoral en sociología de la American University de Washingon DC y profesor en línea de mujeres afganas, las prioridades de la comunidad internacional han cambiado a tres años del regreso de los talibanes al poder. Hoy, los países se concentran más en la seguridad, incluida la lucha contra el terrorismo, ya que hay miembros del Estado Islámico en tierra afgana. Y son muchos los interesados en una paz relativa durante el régimen talibán después de 40 años de conflicto en este territorio.
Existe un «apartheid de género»
Los defensores de los derechos humanos insisten, no obstante, en que los Estados deben obligar a los talibanes a rendir cuentas por los abusos que cometen. Una forma de lograrlo es empezar a considerar la situación que vive Afganistán como un apartheid de género, Enlace externoque se definiría como «un patrón institucionalizado de dominación y opresión sistémicas basado en el criterio del género «. Sobre el tema, Amnistía Internacional afirmaEnlace externo que la legislación vigente en términos de persecución por motivos de género reconoce a esta práctica como un crimen contra la humanidad, pero “no refleja plenamente la amplitud y el alcance de dominación sistémica” que supone un aparheid.
Para Halaimzi, tipificar el apartheid de género (en el derecho internacional) permitiría sustraer el tema de la educación de las niñas del ambiguo terreno político en el que se mueven los talibanes. “Habría principios obligatorios claros para los talibanes. La educación de las niñas no es negociable. Estamos ante una línea roja que simplemente estamos ignorando”, dice.
Un número creciente de países, entre los que se cuentan Austria, México, Malta y Filipinas, han hecho patente su apoyo a la propuesta de incluir el apartheid de género en un proyecto de tratado sobre crímenes contra la humanidad, dice Halaimzai y añade que “sería una gran victoria para esta campaña que Suiza, como defensora del derecho internacional y de los derechos humanos, se sumara a los impulsores de este proyecto”.
Cuestionado sobre el tema, el Ministerio de Asuntos Exteriores de Suiza respondió a través de un correo electrónico: «El apartheid sugiere la existencia de dos sistemas separados para distintos grupos de una población, en Afganistán las mujeres y las niñas están casi totalmente excluidas de la vida pública, política y económica». Por ello, precisa la autoridad, los talibanes “podrían ser potencialmente acusados de crimen contra la humanidad” porque están realizando una persecución basada en el género de las personas.
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“La esperanza en el nivel más elevado”
Ante lo distante que parece un cambio en la postura de los talibanes con respecto a la educación, el objetivo de las personas a las que SWI swissinfo.ch entrevistó es esencialmente ayudar a que las mujeres y las niñas afganas puedan desafiar esa prohibición. El Fondo Malala ha concedido subvenciones por 6 millones de dólares (5,1 millones de francos suizos) a organizaciones en Afganistán y otros países que ofrecen educación a distancia.
«Terminé la universidad justo antes de que los talibanes cerraran las escuelas para las niñas y las mujeres. Los talibanes tenían la regla de no entregar diplomas a las niñas. Pero esta regla se levantó, pese a ello debí esperar más de año y medio para obtener el mío.
Me decepcionó mucho que, como mujer graduada, no pudiera seguir estudiando en ningún sitio. Al principio me sentí realmente desesperada, pero al cabo de unos meses comencé a reflexionar: ¿Por qué me estoy sintiendo así? Estoy aquí para ser fuerte. Desde entonces, hago todo lo posible para no perder la esperanza.
Supe de Wild Flower por un amigo. Deseo estudiar una maestría en el extranjero, así que estoy intentando mejorar mi inglés. Es bueno tener un profesor profesional para progresar. Tomo una clase semanal vía WhatsApp y hago mis deberes. Tengo una hermana que también está en formación gracias a Wild Flower.
Carecemos de ordenador, así que las tareas las hago en papel, después utilizo una aplicación para transferir a mi maestro los archivos escaneados. En nuestra casa hay una mala conexión a Internet. Por ello, cuando tengo clase debo sentarme en el patio o, incluso, en el techo de la casa para mejorar el acceso a la red. Por supuesto, existe el riesgo de que los talibanes se den cuenta (de que tomamos clase en línea). Así que elimino semanalmente todos mis mensajes.
Mi padre y mi madre me apoyan mucho. Dicen: Estudia y postula para obtener becas en el extranjero. Quiero mejorar todas mis habilidades y luego volver a Afganistán y enseñar a muchas chicas. Sé que un día los talibanes dejarán de gobernar. Y nosotras, a pesar de que nos cerraron las escuelas, seguimos aprendiendo. Nada puede detenernos”.
Relato de una estudiante de Wild Flower en Herat.
En Estados Unidos, el programa de aprendizaje digital Enlace externo que crearon Bashir Mobasher creó junto con ALPA en el exilio -asociación de académicos afganos que él dirige- tiene hoy alrededor de 1.500 estudiantes registrados. Ofrece cursos gratuitos de nivel universitario, como idiomas y derecho, así como herramientas prácticas.
“Formamos profesores que puedan crear escuelas en sus casas”, dice Mobasher. El grupo también quiere ofrecer formación en oficios como la peluquería o la sastrería, para que las mujeres puedan montar negocios clandestinos en sus casas y ganarse la vida.
En el caso de Ibrahimi, quien está basada en Suiza, su propuesta educativa se adapta a las necesidades de las alumnas. Busca personas voluntarias que cuenten con una formación en psicología para poder apoyar a las alumnas de Wild Flower que luchan con padecimientos de salud mental y que están encerradas en sus casas.
Dado que solo el 6% de las mujeres Enlace externo afirma tener acceso a Internet, la educación virtual solo beneficia actualmente a una porción muy pequeña de la población femenina y no puede sustituir a la educación formal. Las clases de Wild Flower, por ejemplo, se imparten semanalmente a pequeños grupos a través de WhatsApp -la organización financia el acceso a Internet de las alumnas-, pero son formaciones que no siguen el programa oficial de estudios de Afganistán.
Pese a las limitaciones a las que se enfrentan, algunas alumnas aspiran a salir de Afganistán para estudiar en el extranjero, y se empeñan con esmero en aprender inglés (ver el recuadro previo). Una meta que no es fácil de cumplir debido a los costos y al hecho de que las mujeres afganas no pueden salir del país si no van tuteladas por un hombre.
Por otra parte, son pocas las instituciones que les ofrecen becas completasEnlace externo. Una de ellas es la Universidad Asiática para Mujeres (AUW, por sus siglas en inglés), basada en Chittagong, Bangladesh, que recibe 3.000 solicitudes de Afganistán en cada ciclo escolar, confirma Suman Chatterjee, responsable de las admisiones. La AUW, que también ofrece un programa de aprendizaje a distanciaEnlace externo para la población afgana, ahora cuenta con 500 estudiantes de este país en su campus.
Chatterjee asegura que la AUW tiene una visión a largo plazo de la educación. “Forjamos mujeres líderes que tomarán las riendas cuando caiga el régimen actual de Afganistán. Esperamos que esto llegue pronto a su fin. Y nuestras (graduadas) estarán listas para volver a su paíes a construir un nuevo Afganistán”.
Mientras eso sucede, la enseñanza en línea es una opción para que las niñas y mujeres puedan seguirse formando.
“Después de asegurar la alimentación, tener esperanza es algo realmente importante para un ser humano”, dice Ibrahimi. “Hay que mantener la esperanza en su nivel más elevado porque eso les ayuda a seguir adelante con sus vidas”.
Texto original editado por Virginie Mangin/sb; y adaptado del inglés por Andrea Ornelas / Carla Wolff
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