¿Por qué un multimillonario suizo ayuda a los elefantes en Kenia?
En Kenia, la Academia Wyss para la Naturaleza, otorgó un presupuesto de 100 millones de francos suizos (115 millones de dólares) al desarrollo de proyectos de protección de elefantes y al combate a la desertización. El objetivo de la fundación es muy ambicioso: replantear la ayuda al desarrollo.
En la estela de cemento que observamos es casi imposible leer la inscripción original que citaba “Corredor para la fauna salvaje y el ganado” (Wildlife and Livestock Corridor) porque está dañada por todos lados. “Los niños y las cabras la han destrozado”, dice con una sonrisa Benjamin Loloju, topógrafo de la zona. Loloju trabaja desde hace años para la oenegé Salvemos a los Elefantes (Save The ElephantsEnlace externo).
Transcurre el mediodía de una bochornosa jornada del mes abril mientras las nubes se agolpan en el horizonte. Es la estación de lluvias en una sabana inusualmente verde. Las últimas extensiones de la sabana keniana se ubican al norte del monte Kenia, pero hoy son amenazadas por la presión de gigantescos proyectos de infraestructura que tienen previsto crear corredores de transporte y ciudades artificiales.
Cada vez son más las construcciones ubicadas a lo largo de la autopista que une Isolo, la capital del distrito, con la frontera etíope. Hace falta un plan territorial regulado. Los ecosistemas de las tierras altas cercanas al monte Kenia y las secas sabanas bajas del norte deben mantenerse enlazados si se desea que los elefantes sobrevivan.
“Los elefantes son los ingenieros de este ecosistema”, dice Loloju. Los paquidermos recorren centenares de kilómetros en sus procesos de migración. Sus heces permiten esparcir diversas especies vegetales en una vasta zona. La regla general es: donde viven los elefantes, la biodiversidad va bien. Y el suelo se mantiene más fresco en una sabana saludable.
Salvemos a los Elefantes posee un total de ocho leguas de tierra de unos 300 metros de diámetro. Son corredores que permiten a los elefantes y a otros animales salvajes desplazarse sin ser molestados, son zonas en las que no se construyen casas.
El dinero que financia este proyecto procede de Suiza. La Academia Wyss para la NaturalezaEnlace externo cofinancia el programa y colabora en la tarea de proteger las últimas rutas abiertas de migración de paquidermos que aún existen en África oriental.
La Academia Wyss para la Naturaleza tiene un gran compromiso: “una nueva relación con la naturaleza”. Fundada hace cuatro años por el empresario suizo Hansjörg Wyss y la Universidad de Berna, esta estructura se dedica a la investigación climática, a mejorar el uso del paisaje y proteger la biodiversidad.
Esta alianza opera en cuatro destinos del mundo con objeto de promover estrategias locales de protección de la naturaleza y las personas. Su meta es combinar los conocimientos locales y académicos con enfoques de investigación participativa. Y se basa en la búsqueda abierta de soluciones que no sean dictadas por la riqueza del Norte.
Wyss tiene 88 años en el presente y vive en Estados Unidos, pero creció en Berna. Trabajó para empresas como Chrysler y Monsanto antes de adquirir acciones en la subsidiaria estadounidense del grupo fabricante de implantes óseos Synthes. Se ocupó de reorganizar la empresa y en 2011 vendió las acciones que tenía en Johnson & Johnson en 2011 recibiendo a cambio una suma multimillonaria.
Durante los últimos años, Wyss ha ganado reconocimiento como un mecenas de las artes y compró el club de fútbol londinense Chelsea.
Las “mamás” elefante
Christine Lekiluai, Evaline Lesuuper y Esther Lenakwawi son el enlace con los medios de comunicación. Aceptan la intermediación con la prensa a cambio del pago de una tarifa de 8 francos suizos (9,25 dólares) para cada una. Realizamos un desplazamiento corto en coche desde el punto en donde nos dimos cita en la autopista, nos reciben ataviadas con collares tradicionales de cuentas de cristal.
Las tres mujeres pertenecen a los samburu, un pueblo nilótico del norte de Kenia. Trabajan a nombre de Salvemos a los Elefantes como “mamás Tembos”. Tembo significa elefante en la lengua suajili local.
Un total de 16 mujeres se dedican a documentar los movimientos del ganado y también de los animales salvajes, consignan también los incidentes que se producen entre los humanos y los animales en los ocho corredores de zonas protegidas ubicados al norte del monte Kenia. Lo hacen desde una aplicación que tienen descargada en el móvil.
“Patrullamos la zona cuatro veces por semana y difundimos en nuestra comunidad un mensaje de conservación”, dice Lesuuper cobijada por la sombra un árbol de acacia. Durante la última sequía, un elefante joven se acercó excesivamente a un asentamiento humano y un grupo de menores comenzó a provocar al animal. “Convocamos después a una reunión para explicar a las madres que los niños debían dejar de hacer esto”.
En los últimos años, las “Mamás Tembos” han concienciado a la comunidad sobre los problemas existentes explicando que los animales salvajes son buenos para su vida cotidiana, porque obtienen ingresos gracias a ellos. “Me encanta este trabajo y amo a los elefantes, igual que a nuestros animales de la granja, que son igual de importantes”, dice Lekiluai.
Hábitat compartido
El dilema del desarrollo en el llamado Sur Global se reduce a determinar quién paga el precio del crecimiento económico. Los afectados por el cambio climático suelen ser los que menos han provocado un efecto invernadero y la extinción de especies con el estilo de vida que llevan: los pueblos indígenas de los bosques primigenios más remotos de Sudamérica y del Sudeste Asiático, o los pueblos seminómadas de África Oriental.
Es irónico pues que los samburu, que tradicionalmente han coexistido con los animales en las sabanas y consideran que los elefantes gozan de la misma estatura espiritual que los humanos, deban ser concienciados sobre la importancia de preservar a los elefantes.
Contra la percepción que se tiene de que la sabana está conformada por naturaleza virgen, la realidad es que hay muchas zonas cultivadas: el 70% de los animales salvajes de Kenia viven fuera de las zonas protegidas y comparten terreno con los humanos.
La forma de vida de los pastores que habitan el norte de Kenia se ha adaptado a lo largo de los siglos al paisaje existente, a los animales salvajes y también a las plantas. El ritmo de transición entre las estaciones seca y lluviosa impacta los cursos de agua, los manantiales y las zonas de pastoreo.
En 2010, con la federalización de Kenia comenzó a acelerarse el desarrollo del norte. Las rutas de transporte ubicadas construidas entre las reservas petroleras y las costas del océano Índico, así como las urbanizaciones que se construyeron en esta zona, afectaron las vastas llanuras y el hábitat de los animales nativos y de las tierras de pastoreo.
Por su parte, las sabanas secas bajas, situadas al norte del monte Kenia, también están bajo presión. Y solo una verdadera planeación acompañada de una regulación territorial para estas tierras podría salvar las rutas migratorias de los elefantes y las tierras de pastoreo.
Establecer zonas protegidas no es la solución
Las rutas migratorias de los animales salvajes cercanas al monte Kenia se vieron afectadas por explotaciones ganaderas británicas durante la colonización keniana hace más de un siglo. Desde entonces, múltiples granjas de la época se han ido transformado en zonas protegidas para preservar especies amenazadas, son áreas cercadas que, en consecuencia, reducen las tierras de pastoreo disponibles para los agricultores.
Andreas Heinimann, científico de la Academia Wyss y de la Universidad de Berna, investiga actualmente los sistemas terrestres y la biodiversidad y ejerce como coordinador de desarrollo de tres sitios a cargo de la Academia Wyss para la Naturaleza en naciones en desarrollo. Heinimann está convencido de que la coexistencia de pastores y animales salvajes será crucial en el futuro de la zona, ya que no basta con delimitar zonas protegidas para las especies.
Se necesitan ambas cosas, dice. “En nuestras investigaciones de los últimos años hemos buscado demostrar que los beneficios para los servicios ecosistémicos suelen ser mayores en paisajes multifuncionales que operan a pequeña escala, que en las zonas geográficas protegidas que son aisladas de las grandes zonas agrícolas de monocultivo, pues se altera el funcionamiento ecológico al limitarse funciones, como la polinización”.
La condición del multimillonario
La Academia Wyss suscribe que los enfoques integradores son esenciales para la protección de las personas y de la biodiversidad. Por ello, Hansjörg Wyss ha destinado 100 millones de francos suizos a trabajar en los centros de Perú, Laos y África Oriental durante un lapso de 10 años. La condición que puso para donar estos fondos era que el cantón de Berna y la Universidad de Berna aportaran también 50 millones de francos cada uno en ese lapso, con objeto de desarrollar proyectos concretos en el cantón de Berna.
La Academia Wyss se ha fijado una ambiciosa misión: descentralizar la investigación aplicada. La institución se considera una mediadora entre las iniciativas ciudadanas y el trabajo de las oenegés. Desea ser un catalizador de mejoras, como la preservación de hábitats en peligro y beneficios sociales en los países en desarrollo.
Al cantón de Berna, el proyecto le concede prestigio y permite posicionar a la Universidad de Berna como un centro de excelencia de renombre internacional en materia de investigación interdisciplinar. Heinimann lo define así: “La Universidad de Berna logró convencer al filántropo de que la investigación puede contribuir verdaderamente a que las personas y el medioambiente se beneficien a partes iguales”.
De los pastos al desierto
En la aldea de Kimanjo, al sur del corredor de los elefantes, el empresario Emanuel Miliko busca también maneras de conseguir mejoras sociales para la población masai de la zona de conservación de la Comunidad de Naibunga. Esta comunidad habita el extremo norte de la meseta de Laikipia, a unas tres horas por tierra de la capital provincial de Nanyuki, a los pies del monte Kenia.
Durante la estación de lluvias, el camino de tierra está en un estado desolador. Las peores erosiones se compensan improvisadamente con algunos arbustos y sacos de arena que intentan mantener la carretera transitable.
Miliko lidera un grupo de jóvenes hombres y mujeres llamado los Guerreros de la Tierra Verde, que son el motor de un ambicioso proyecto de regeneración de tierras que se derivó de las sequías de los últimos tres años.
A largos periodos de sequía provocados por la crisis climática sobrevienen fuertes lluvias, erosión del suelo y posteriormente, más escasez de agua. Se genera un círculo vicioso. Desde una vista aérea, la desolación del paisaje en el norte de Kenia se observa a simple vista. Lo mismo ocurre en la zona de conservación de la Comunidad de Naibunga.
“Cuando analizamos los modelos climáticos, nos queda claro que el estrés térmico se intensificará a tal punto que muchas zonas de Kenia se volverán inhabitables”, afirma Heinimann.
Estos acontecimientos locales tienen consecuencias globales: alrededor de un tercio de la capacidad mundial de almacenamiento de CO2 se explica en los pastizales. Según un informe de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación, la mitad de los pastizales del mundo, como estepas y sabanas, están altamente deteriorados. Crece poca hierba y hay muchos arbustos invasores. El suelo se seca y la tierra se convierte en desierto.
Una solución sencilla
Una comisión de expertos de la ONU aconseja preservar y fomentar el pastoreo para proteger los pastizales.
En Kenia, la confianza de la población en las autoridades y las organizaciones privadas se ha ido mermando sistemáticamente con el paso de las décadas debido a la marginación constante y las promesas vacías.
La Academia Wyss busca evitar esos errores. Trabaja en equipo con la población, las universidades y otras oenegés. Por ejemplo, con la oenegé JustdiggitEnlace externo considerada pionera en la restauración participativa de tierras en África Occidental. Justdiggit usa técnicas probadamente eficaces y hace campaña a nivel mundial para restaurar tierras a través de métodos naturales. Realizan pequeñas excavaciones de tierra en forma de medialuna y al lado se plantan pastos y árboles en la sabana. Gracias a los agujeros, el agua penetra mucho mejor en el suelo seco, llegando a capas más profundas donde se almacena.
A continuación, el método de los hoyos explicado (en inglés):
A Miliko esta técnica le sonaba como un cuento de hadas. “Me preguntaba cómo íbamos a cavar con palas en esta tierra. Después de tres años de sequía, el suelo estaba tan duro como el hormigón”.
Pero el método lleva siglos probándose en el Sahel. Justdiggit cuenta con asociaciones en Tanzania y Kenia y con una amplia base de donantes. En los últimos 10 años se han cavado millones de estas medias lunas en la tierra.
La idea llegó a los Guerreros de la Tierra Verde a través del centro de operaciones de África del Este de la Academia Wyss. Y en dos años se han cavado 5.000 medias lunas.
Setas comestibles y estiércol de elefante
No obstante, las soluciones unidimensionales no ayudan en el largo plazo porque el crecimiento de más pastos también atrae más ganado. Entonces se crea otro círculo vicioso. Se requieren también alternativas para la ganadería.
La Academia Wyss de Kenia promueve proyectos piloto de producción ecológica de goma arábiga. Asimismo, setas comestibles que son nutridas con un extracto de estiércol de elefante, un nuevo método que fue codesarrollado por científicos del Museo Nacional de Kenia.
Miliko y sus Guerreros de la Tierra Verde han puesto grandes esperanzas en las setas. Pero su paciencia es más escasa que la de la fundación. “Sigo recibiendo llamadas de la gente de Naibunga que quiere hacer lo mismo, pero actualmente no tenemos dinero para la expansión”, dice.
La Academia Wyss es consciente de esta urgencia, pero dice que el proyecto está aún en fase de prueba. Hay muchos detalles por resolver, como la aceptación que tendrían en el mercado o cómo pueden reducirse los costos de producción de las setas. “Se necesita más tiempo para hacer las cosas de forma correcta”, afirma Heinimann.
En Kenia se escucha a menudo: “Los europeos tienen el dinero, nosotros tenemos tiempo”. Pero la realidad es que en Kenia el tiempo también es un bien escaso.
Texto original editado por Marc Leutenegger; y adaptado del inlgés por Andrea Ornelas / Carla Wolff
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