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Rompiendo el círculo de la explotación sexual en Bangladesh: El burdel de Daulatdia

Una vez desembarcadas en Daulatdia, muchas mujeres quedan atrapadas allí de por vida, junto con sus hijas en muchos casos.
Una vez desembarcadas en Daulatdia, muchas mujeres quedan atrapadas allí de por vida, junto con sus hijas en muchos casos. Afp Or Licensors

Bangladesh alberga el burdel más grande del mundo. Con frecuencia, el destino de las hijas de las prostitutas está marcado desde su nacimiento. Iniciativas locales luchan por quebrar este círculo vicioso.

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Transcurre la tarde y reina la calma en el burdel de Daulatdia. Las mujeres están sentadas frente a sus habitaciones mirando las pantallas de sus teléfonos celulares. Mientras, decenas de hombres transportan mercancías por las estrechas callejuelas y algunos niños juegan al aire libre. Los clientes llegarán sólo por la noche, a una zona donde, además de servicios sexuales, se ofrecen apuestas y drogas.

El burdel está considerado como uno de los mayores del mundo, donde trabajan entre 1.300 y 1.500 prostitutas. La ciudad de Daulatdia está ubicada en un importante cruce de carreteras en el distrito de Rajbari y, según la leyenda, el prostíbulo existe desde la época de la colonización británica. Las organizaciones no gubernamentales (ONG), estiman que recibe diariamente a unos 3.000 clientes, principalmente personas de tránsito hacia la capital, Dhaka, que está a 70 kilómetros de distancia.

En Daulatdia confluyen los ríos Brahmaputra y Padma. Antes, las personas que viajaban por allí estaban obligadas a tomar un transbordador. La construcción de un puente ha simplificado el cruce de esta barrera natural y esto ha reducido el número de trabajadoras sexuales y, por consiguiente, el de su clientela en esa zona. En combinación con la difícil situación económica del país, la precaria vida de las mujeres se ha agravado.

Hasta hace unos años, se calculaba que en Daulatdia trabajaban unas 2.000 trabajadoras sexuales; en la actualidad, la cifra ha disminuido a menos de 1.500.
Hasta hace unos años, se calculaba que en Daulatdia trabajaban unas 2.000 trabajadoras sexuales; en la actualidad, la cifra ha disminuido a menos de 1.500. Afp Or Licensors

¿Por qué publicamos artículos sobre este tema?

Suiza fue uno de los primeros países en reconocer la independencia de Bangladesh tras una guerra civil que terminó en 1971 con su separación de Pakistán. Desde entonces, varias organizaciones helvéticas no gubernamentales y la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (COSUDE)Enlace externo están presentes en el país.

Los proyectos presentados en el artículo son ejecutados por la organización local Mukti Mohila Samity (MMS). Esta organización implementa proyectos como socio de la ONG suiza de ayuda a la infancia Terre des hommes (TdH).Enlace externo

La Cadena de la Solidaridad organizó la semana de ayuda del 16 al 20 de diciembre pasado.Enlace externo Las donaciones recaudadas son para financiar proyectos de protección de menores contra la violencia y el abuso, incluidas las iniciativas descritas en este artículo.

La Cadena de la Solidaridad es una fundación y el brazo humanitario de Sociedad Suiza de Radio y Televisión (SSR SRG), ente público del que también SWI swissinfo.ch forma parte.

Una vida como persona excluida

Bangladesh es uno de los pocos países musulmanes donde la prostitución es legal. Sin embargo, las mujeres que ejercen la actividad son vistas con rechazo y excluidas socialmente. En los últimos 20 años, ONG locales han luchado por mejorar el estatus jurídico de estas mujeres y el de sus hijas e hijos. En el área del burdel viven más de 500 menores de edad, la mayoría, en las mismas habitaciones donde trabajan sus madres.

Abordar la seriedad de la vida a través del juego: las actividades organizadas por la ONG local MMS están dirigidas a las niñas de Daulatdia, que a menudo crecen en condiciones extremadamente difíciles
Abordar la seriedad de la vida a través del juego: las actividades organizadas por la ONG local MMS están dirigidas a las niñas de Daulatdia, que a menudo crecen en condiciones extremadamente difíciles Giannis Mavris / SWI swissinfo.ch

Cerca del burdel, la ONG Mukti Mahila Samiti (MMS) ofrece actividades recreativas y deportivas para las niñas. Antes de jugar al balonmano, las jóvenes participan en ejercicios con los ojos cerrados, diseñados para fortalecer la confianza de las adolescentes que crecen en Daulatdia. “El objetivo es mejorar las habilidades de negociación y comunicación y desarrollar la confianza en las personas, ya que la mayoría ha tenido una infancia traumática”, explica una trabajadora social.

Alrededor de 50 niñas y jóvenes asisten a las clases, programas de formación y actividades deportivas que ofrece el centro, que también brinda atención diurna y nocturna. “Hacemos todo lo que podemos”, dice el personal de la ONG. “Pero en Daulatdia casi no hay esperanza”, admiten, sin hacerse falsas ilusiones.

No obstante, comienzan a vislumbrarse algunas señales positivas. Evitar que una niña siga los pasos de su madre es un gran éxito, tanto desde el punto de vista individual como estructural, ya que demuestra que es posible escapar a la explotación sexual.

Cómo se han organizado las mujeres

Eine zentrale Rolle in Daulatdia spielt Morjina Begum. Läuft sie durch das Bordell, wird sie von allen Seiten respektvoll begrüsst – kaum eine andere Person hat so viel für die Leute hier geleistet.

Morjina Begum es una figura central en Daulatdia. Cuando camina por las callejuelas del burdel, todo el mundo la saluda porque ha hecho mucho por las personas que trabajan aquí.

Begum conoce muy bien las condiciones de quienes trabajan en el prostíbulo. Ella también ha sido trabajadora sexual. Tuvo que casarse a los 13 años y pronto fue madre de una hija, pero con el paso del tiempo, la convivencia con su marido, mucho mayor que ella, se tornó insoportable. Por eso lo abandonó y, unos años después, acabó trabajando en el burdel. Sobre la situación entonces no hace ningún comentario, pero subraya: «No llegué aquí de forma voluntaria».

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“Rebelde por naturaleza”, empezó a luchar contra las injusticias. “Somos ciudadanas de este país, ¿por qué no tenemos derechos?”, se preguntaba. En el burdel, el acceso a los servicios estatales era inexistente y la violencia omnipresente. Las hijas y los hijos no recibían certificados de nacimiento y a las mujeres fallecidas se les negaba un entierro religioso; sus cuerpos eran arrojados al río. “Tuvimos que luchar mucho por nuestros derechos”, resume Begum.

Fue un encuentro casual con una empleada de la organización humanitaria Save the ChildrenEnlace externo lo que la motivó a implicarse en la mejora de las condiciones de vida de las mujeres. Encaró una lucha que la chocó con un aparato estatal represivo, hasta el punto de que fue encarcelada por su activismo. Con los años, sin embargo, logró obtener los derechos que les corresponden a todas las ciudadanas de Bangladesh, alcanzando a mejorar, al menos en parte, sus vidas.

“Hubo una época en la que no podíamos salir del burdel; luego, sólo se nos permitiría salir descalzas para que la gente nos reconociera. Cuando intentaba hablar con las autoridades, me negaban la entrada a sus oficinas”, relata Begum. “Hoy, en cambio, se sientan conmigo en la misma mesa y me respetan como interlocutora”.

Las personas que habitan en Daulatdia tienen mucho que agradecerle: Morjina Begum es una figura central en la lucha de las trabajadoras sexuales por más derechos y aceptación
Las personas que habitan en Daulatdia tienen mucho que agradecerle: Morjina Begum es una figura central en la lucha de las trabajadoras sexuales por más derechos y aceptación. Giannis Mavris / SWI swissinfo.ch

Trata de seres humanos, problema central

Cada historia de vida en Daulatdia es diferente, pero todas están unidas por la trata de personas. Muchas mujeres han sido vendidas por personas que han fungido tareas de intermediarias como parientes o parejas y han sido obligadas a tener un empleo sexual para pagar la deuda impuesta por las personas que las explotan.

Es casi imposible escapar a este destino. En Bangladesh, las mujeres están marginadas socialmente y muy a menudo no pueden volver con sus familias. Además, las madres solteras con hijas o hijos nacidos fuera de un matrimonio tienen pocas posibilidades de mantenerse en un país extremadamente pobre. Por eso, ante la falta de alternativas, permanecen en Daulatdia. Y su descendencia con ellas.

“Crecen en un entorno de violencia. No es un lugar para niñas y niños”, afirma Jiniya Afroze, responsable de programas de Terre des Hommes. Uno de los principales problemas es el abandono escolar después de la escuela primaria, lo que también es una realidad generalizada en todo Bangladesh debido a los matrimonios precoces y al trabajo infantil. Sin embargo, en el mayor burdel del país, esto implica que las hijas terminarán siguiendo los pasos de sus madres. “Nuestro objetivo es romper el ciclo intergeneracional de explotación sexual”, asegura Afroze.

Hay formas de salir de Daulatdia, pero los obstáculos a superar son numerosos. Giannis Mavris / SWI swissinfo.ch
Hay formas de salir de Daulatdia, pero los obstáculos a superar son numerosos. Giannis Mavris / SWI swissinfo.ch

Las niñas y los niños deben ir a la escuela y continuar su educación: éste es el principal objetivo de las organizaciones activas en el terreno. Además, con las instituciones locales se lucha contra la trata de personas y se trabaja para mejorar la protección de los menores, algo que se ve obstaculizado por las redes de poderosas estructuras criminales. “Existen programas estatales de asistencia para las víctimas”, dice Afroze. Sin embargo, muchas mujeres que trabajan en el burdel no los conocen o no recurren a ellos: se necesitan acciones de sensibilización y educación.

Las organizaciones apoyan a las personas que ejercen el trabajo sexual con ayudas económicas puntuales e incondicionales. Así, algunas mujeres pueden comprar un terreno o abrir una pequeña tienda, lo que les permite generar unos ingresos alternativos. “Pero los fondos disponibles son limitados”, recuerda Afroze.

Hace veinte años, Morjina Begum logró salir del burdel para dedicarse al activismo. Vive cerca de Daulatdia y sigue trabajando por una mejor vida para las trabajadoras sexuales y su descendencia. Su proyecto de vida ha permitido que 700 menores continúen con su educación escolar, un logro importante para su organización, de la que está muy orgullosa.

Su próximo objetivo es ofrecer a las y los jóvenes un futuro lejos de la realidad del prostíbulo: “Viven en condiciones precarias y a menudo terminan en el mundo de las drogas o la delincuencia. Nadie cuida de esta juventud”.

Editado por Benjamin von Wyl, adaptado al español por Norma Domínguez y Patricia Islas

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