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Una gaita para evadirse del Kosovo

Ivan De Filippis, 'armado' de una gaita en Kosovo. swissinfo.ch

Cada día se eleva del campo kosovar una melodía que contrasta con la cultura y las tradiciones locales. Es el sonido de la gaita de Ivan De Filippis, militar de profesión que durante seis meses participa en la misión helvético Swisscoy en la antigua provincia serbia.

«Hoy hace calor y cuando las temperaturas son muy elevadas se deforma la madera y se vuelve a oír el sonido.»

La exhibición del oficial helvético dura solamente algunos minutos. Bastan, no obstante, pocas notas para desorientar a los visitantes del campamento ‘Casablanca’, alojamiento de los cerca de 200 efectivos suizos del contingente ‘Swisscoy’, y crear un contrasto vivo: melodías escocesas de un lado, y filas de containers blancos del otro.

En las inmediaciones, las colinas verdes de la región de Suva Reka, en el sudoeste del recién constituido Estado balcánico.

«Con un poco de fantasía», observa divertido Ivan De Filippis, «se podría creer en Escocia.»

«Mejor no tocar demasiado tiempo: no quiero enojar a los muecines de la vecindad», ironiza el soldado tesinés originario de Sementina, al echar un ojo al alminar que se eleva más allá del cerco del cuartel.

En el Kosovo para cumplir una misión de seis meses, De Filippis no ha querido renunciar a su pasión. La satisfacción de haber tocado frente a los demás graduados del Ejército suizo con ocasión del Día Nacional el 1º de agosto aún es reconocible en su rostro. «Creo que soy el único soldado de la Fuerza Multinacional de Paz para el Kosovo (KFOR) que se apasiona por la gaita.»

Basura dispersa

Suboficial del Ejército suizo desde la edad de 23 años, De Filippis participa en su primera larga misión en el exterior. Un día decidió dar una mano a las víctimas de la guerra de finales de los noventa —»un poco por vocación, porque me incorporaron en las tropas sanitarias»—, y luego de haber obtenido el consentimiento de la esposa, se unió al 18º contingente de Swisscoy.

A diferencia de otros militares, que vienen por que se les paga un suelo medio neto de 5.000 francos sin el más mínimo gasto adicional, su decisión no se basó sobre motivos económicos. «Si lo haces sólo por el dinero no resistirás hasta el término del servicio.»

«La primera cosa que me impresionó fue la basura tirada al suelo en el borde de la carretera y en los prado a lo largo del trayecto del aeropuerto hasta el cuartel», recuerda. Ya dentro de los espacios de ‘Casablanca’, puntualiza que los desechos son separados sistemáticamente. «No sabemos, sin embargo, donde van a para.»

Poca experiencia en el extranjero

«Yo me ocupo de los automóviles; soy el responsable de todo lo que se mueve aparte de las bicicletas», nos dice con cierto orgullo en la sombra de un coloso mecánico de unas cuarenta toneladas. «Algunos de nuestros medios vienen de los austriacos, con los cuales dividimos el campamento, aunque también proceden de otros contingentes. Con frecuencia debemos, pues, intervenir para ocuparnos de tareas que los otros no logran llevar a cabo.»

Los soldados suizos, minoritarios en el seno de las tropas integradas por 16.000 ejecutivos de la KFOR, son apreciados también por su nivel de instrucción y equipamiento. «Lamentablemente, nos falta la experiencia sobre el terreno, ya que el Kosovo constituye una de las pocas misiones del Ejército suizo en el exterior.»

De Filippis no busca la acción. La situación en Kosovo es por otra parte muy sosegada. Aparte de algunas tensiones en el área de Mitrovica, en el norte del país cerca de la frontera con Serbia, no se registran casi incidentes importantes.

«Los pueblos mixtos serbio-albaneses patrullados por soldados helvéticos no son problemáticos. La población es cordial y acogedora. Los niños que nos saludan en la calle me recuerdan mi infancia, cuando esperaba el paso de los militares para que me dieran chocolate.»

Combatir los prejuicios

Lo que falta en el interior del acampamento, en el que los soldados pasan la mayoría del período de su estacionamiento, es el contacto humano.

«Uno no está siempre de acuerdo con el otro, y de vez en cuando afloran roces. No obstante, tengo que admitir que si un compañero retorna a casa o se va de vacaciones, reina una cierta melancolía en el campo.»

Entre los colegas de Ivan De Filippis no hay solamente militares de carrera o colaboradores locales. «En Swisscoy participan también muchos civiles jóvenes, como mecánicos por ejemplo, que vienen al Kosovo para adquirir una experiencia diferente tras una formación militar previa de dos meses en Suiza.»

«Creo que puedo dar tanto», añade. «Cuando vine tenía diversos prejuicios, alimentados por lo que se leía y se veía en la televisión. En estos meses, sin embargo, he conocido mejor el país y su gente. Mi opinión sobre el Kosovo ha cambiado: hay mucha gente valiente que trabaja duramente, a pesar de los escasos medios de las que dispone.»

Evasión vespertina

Para evadirse de lo que en broma llama la «prisión a cielo abierto» de Casablanca, Ivan De Filippis —entre los «veteranos» del grupo— se deja llevar por la música de su gaita.

Antes del anochecer, al término de una larga jornada laboral, la bolsa de cuero de buey se llena de aire y de los tres tubos de madera escapan notas fuertes y claras. «Y pensar que mi padre insistía por que aprendiera a tocar el acordeón, un instrumento decisivamente más enraizado en el Tesino…»

swissinfo, Luigi Jorio, de regreso de Suva Reka
(Traducción del italiano: Antonio Suárez Varela)

Población del Kosovo: 2,1 millones de habitantes (estimaciones de 2007)
Superficie: 10.887 km2 (Suiza: 41.285 km2)
Lenguas oficiales: albanés y serbio
En Suiza viven entre 170.000 y 190.000 kosovares.

El 23 de junio de 1999, sobre la base de la resolución 1.244 de la ONU, el Consejo Federal (Gobierno) tomó la decisión de participar en la misión militar de la Fuerza Multinacional de Paz de Kósovo (KFOR).

Se trata de una disposición dentro de un paquete de medidas encaminadas a garantizar ayuda inmediata al Kosovo además de estabilizar la región.

Los 220 ejecutivos voluntarios suizos, equipados con pistola y fusil de asalto para la autodefensa, se han congregado en una compañía de infantería y de soporte que opera bajo la insignia de Swisscoy.

El contingente se encuentra estacionado en el campo austro-suizo ‘Casablanca’ de Suva Reka, a unos ochenta kilómetros al sudoeste de Pristina.

El 21 de diciembre de 2007, el Consejo Federal prolongó el mandato de Swisscoy hasta finales de 2011. La ampliación del mandato fue aprobada por el Parlamento suizo el pasado mes de junio.

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