Violencia de bandas y matrimonios infantiles: La infancia es corta en los campos de refugiados rohinyá
Más de un millón de rohinyás viven en campos de Bangladesh en condiciones devastadoras. Las personas refugiadas en los campamentos fronterizos con Myanmar apenas tienen perspectivas: la violencia de las bandas va en aumento y crece el número de matrimonios infantiles.
En el campamento 3 de la región de Ukhia, cerca de la frontera con Myanmar, tiene lugar una representación teatral: un hombre golpea a una mujer, hay gritos, sobre todo por parte del público.
Decenas de niñas y niños asisten a la representación en el campo de refugiados rohinyá. El tema de hoy es la violencia doméstica, representada por un grupo de personas voluntarias que viven aquí.
Representaciones como esta son clave para educar y sensibilizar en los campos de refugio de Bangladesh. Sobre todo a los menores, que ya son la mitad.
Muchos de ellos no conocen otra cosa. No hay educación formal en los 33 campos de refugiados rohinyá repartidos por la región fronteriza al sur de la turística ciudad de Cox’s Bazar.
¿Por qué publicamos artículos sobre este tema?
Suiza fue uno de los primeros países en reconocer la independencia de Bangladesh, tras una guerra civil que concluyó en 1971 con su separación de Pakistán. Desde entonces, varias organizaciones no gubernamentales suizas y la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación están presentes en el país.
Las representaciones teatrales que hemos descrito anteriormente están dirigidas por personas voluntarias de la organización local ProttyashiEnlace externo, socio de la organización suiza HelvetasEnlace externo. Prottyashi también dirige los proyectos que se llevan a cabo con la población local.
Durante la semana del 16 al 20 de diciembre, la organización de recaudación de fondos Cadena de Solidaridad Suiza organiza la Semana de la SolidaridadEnlace externo. Los donativos recaudados se destinarán a financiar proyectos para proteger a las niñas y niños de la violencia y los abusos, incluidos los proyectos aquí descritos.
La Cadena de Solidaridad Suiza es la rama humanitaria de SRG (Sociedad suiza de radiodifusión y televisi, a la que también pertenece SWI swissinfo.ch.
Otro de los temas que se representan en estas escenas teatrales es el de los matrimonios forzosos infantiles, muy extendidos en estos campos para personas refugiadas. Se trata sobre todo de niñas que son obligadas a casarse a una edad temprana. A veces se llevan a cabo como mecanismo de protección, ya que cuando alcanzan la edad fértil, aumenta el miedo a las agresiones.
La situación de la seguridad ha empeorado, las bandas de delincuentes hacen de las suyas y el consumo de drogas es un grave problema. Algunos progenitores esperan que, casándose, sus hijas estén mejor protegidas.
Por otro lado, las familias tienen cada vez más dificultades para garantizar a sus hijos e hijas lo mínimo, es decir, poder alimentarles: Los rohinyás, que dependen totalmente de las raciones alimentarias, tienen que conformarse cada vez con menos.
Las organizaciones humanitarias disponen cada vez de menos recursos. Además, se calcula que el año pasado unas 40.000 personas más huyeron y llegaron a través de la frontera de Myanmar debido a la guerra.
Sin embargo, el gobierno de Dhaka no las registra y los habitantes del campo de refugio tienen que compartir su comida con las personas recién llegadas.
Matrimonios infantiles en Bangladesh
Bangladesh es uno de los países con mayor númeroEnlace externo de matrimonios infantiles, y las niñas se ven especialmente afectadas. Más de la mitad se casan antes de los 18 años, un tercio de ellas incluso antes de los 15 años.
Existe una clara correlación con los ingresos y el nivel educativo: cuanto más pobres y con menor nivel educativo, más probabilidades de casarse pronto. Se trata de un círculo vicioso, porque las niñas que se casan jóvenes tienen mayores tasas de abandono escolar, mayores riesgos para la salud y son más vulnerables en todos los aspectos.
Bangladesh ha hecho grandes progresos en materia de derechos de la mujer en las dos últimas décadas. Los programas a gran escala han fomentado la reducción de la pobreza y la escolarización, han reducido la tasa de mortalidad por maternidad, han generalizado el acceso a la atención sanitaria (incluida la planificación familiar y la anticoncepción) y han reducido la tasa de fertilidad a unos 2 hijos por mujer. En la década de 1970, una mujer en Bangladesh aún tenía una media de 7 hijos.
Los rohinyás apenas se benefician de ello. La población de los campos se considera más conservadora que la local, y se calcula que la tasa de fecundidad es varias veces superior. La presión socialEnlace externo para casar a las niñas a una edad temprana encuentra un terreno fértil en la falta de perspectivas de vida en los campamentos.
La huida tras la expulsión
La mayoría de los rohinyás huyeron de Myanmar en 2017 tras la violencia extrema del ejército contra ellos, una minoría musulmana que vive en la región budista de Rakhine del país -la ONU habló de limpieza étnica y genocidioEnlace externo-.
El fiscal jefe de la Corte Penal Internacional, Karim Ahmad Khan, solicitó recientemente una primera ordenEnlace externo de detención por crímenes de lesa humanidad, deportación y persecución.
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Al principio, hubo conflictos con la población local del Bangladesh musulmana: los rohinyás, en su mayoría indigentes, entraron en el mercado laboral y los salarios en la región de Ukhia, ya estructuralmente débil, cayeron en picado. Además, los refugiados desbrozaron grandes extensiones de tierra para construir cabañas.
Posteriormente, los esfuerzos de la comunidad internacional demostraron que sí es posible afrontar a este tipo de crisis. Bangladesh puso a disposición tierras, las grandes organizaciones de la ONU crearon los campos de refugiados y otras más pequeñas se encargan de gestionarlos.
La población local también se ha beneficiado y puede ahora vender sus productos agrícolas a los campos de refugiados y, a veces, encontrar trabajos ocasionales.
La presencia internacional ha mejorado la atención sanitaria, que está disponible tanto para los habitantes de los campos de refugiados como para los de fuera. Además, la población local participa en campañas de sensibilización contra los matrimonios infantiles.
Entre la pobreza y la violencia
Sin embargo, la situación de las personas residentes en los campos no ha mejorado, sino todo lo contrario. No se les permite salir de los campamentos, trabajar ni recibir formación alguna. Las bandas, que marcan la pauta tras la puesta de sol como el llamado «gobierno nocturno», también causan miedo y terror en los campos de refugiados. El secuestro forma parte de los negocios.
Jamila nos invitó a su modesta casa, que comparten nueve personas. Aparte de utensilios de cocina y unas cuantas esterillas de ACNUR, su familia no tiene prácticamente nada. «Después de que el ejército matara a mi marido y a un hijo, huí al otro lado de la frontera con el resto de mis hijos en agosto de 2017», nos cuenta.
En el campamento, su hijo mayor, Alungi, fue secuestrado por una banda que exigió un rescate de 50.000 takas (370 francos suizos), unos cuatro meses de salario. La comunidad ayudó a Jamila, que se encontraba completamente desamparada, y reunió todos sus recursos para rescatarle.
«Las condiciones de vida son muy malas, la comida no es suficiente y vivimos en una inseguridad constante», dice Jamila con resignación.
Su hijo Alungi es ahora voluntario en el grupo de jóvenes de la organización que dirige los teatros educativos. Al menos tiene algo que hacer, dice.
Se espera que, al educar a los niños, el mensaje de las obras de teatro llegue también a los padres. Sobre todo, se espera llegar a las madres, que apenas salen de casa, a través de los niños.
Dada la desesperada situación, se trata de una tarea heroica: en los últimos meses, cada vez hay más informesEnlace externo sobre matrimonios infantiles concertados rohinyá.
El problema hace tiempo que se ha extendido a otros países, como Malasia. También ha aumentado la trata de seres humanos de mujeresEnlace externo– con fines de esclavitud sexual en burdeles de todo el sudeste asiático.
¿Qué futuro les espera?
El gobierno de Bangladesh quiere deshacerse de los rohinyás. Deben regresar a Myanmar, pero los apátridas rohinyá no quieren volver a la controvertida guerra civil, y el gobierno bangladeshí tampoco puede obligarles.
El gobierno provisional del premio Nobel de la Paz Muhammad Yunus ha pedido a la comunidad internacional que acepte contingentes de refugiados rohinyás de los campos.
Bangladesh es uno de los países más pobres de Asia, el país vivió una convulsión política en verano y la economía se encuentra en una situación gravemente tensa: los rohinyás no son una prioridad para el gobierno de este país de 170 millones de habitantes.
Mientras tanto, se está gestando un nuevo desastre en los campos de refugiados: A puerta cerrada, los expertos afirman que «los campos se están convirtiendo en un lugar de residencia para muchos soldados que han luchado en la guerra civil de Myanmar». Aquí hay muchos jóvenes desilusionados y sin perspectivas.
Sin embargo, la situación de las personas refugiadas en Bangladesh apenas ocupa ya titulares. El sufrimiento de los rohinyás no cesa.
Editado por Benjamin von Wyl; adaptado del alemán por Carla Wolff
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