Los iroqueses en el origen del federalismo suizo
En ningún otro país del mundo los derechos populares en materia de democracia directa son tan amplios como en EE.UU. o Suiza. Sin embargo, entre estos dos países existe una gran diferencia: los ciudadanos norteamericanos no pueden participar en la vida política a escala nacional.
Este artículo es parte de #DearDemocracy , la plataforma para la democracia directa de swissinfo.ch.
“Una asamblea constitucional para Nueva York”, “Obamacare para todos en Maine”, “Medicamentos baratos para los ciudadanos de Ohio”: estas son tres de las 27 propuestas sobre las que deberán pronunciarseEnlace externo los ciudadanos de nueve estados el próximo 7 de noviembre.
En casi todos los estados que forman parte de Estados Unidos las enmiendas y modificaciones constitucionales tienen que ser directamente aprobadas por el electorado. La única excepción es Delaware. Por otra parte, en más de la mitad de los cincuenta estados los ciudadanos pueden recurrir a iniciativas populares y referendos para exigir cambios.
Los derechos populares de la democracia directa están también fuertemente arraigados a escala local: “La participación de los ciudadanos es un elemento central de nuestra democracia”, afirma Dane Waters, director del Centro de Investigación para la DemocraciaEnlace externo, perteneciente a la Universidad del Sur de California. “En la actualidad, los temas más importantes para votar están relacionados con el sistema sanitario, la liberalización de la marihuana y la protección de los animales”.
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Vuelta al mundo en 200 días por la democracia directa
Gemelos separados desde su nacimiento
Más que en ningún otro país del mundo, con excepción de Suiza, la vida política diaria de EE.UU. está caracterizada por el uso de instrumentos de la democracia directa moderna, como iniciativas populares y referendos.
No es ninguna casualidad que ambos Estados, a pesar de ser tan desiguales, se hayan influido mutuamente en el pasado. “Somos como gemelos que nos hemos criado en familias distintas desde nuestro nacimiento, pero con una estrecha relación entre nosotros”, señala el politólogo suizo Andreas Gross.
Me encuentro con él en el Wilson CenterEnlace externo de Washington, en la Avenida Pennsylvania, a dos pasos de la Casa Blanca. El centro de estudios está dedicado a Woodrow Wilson, presidente de Estados Unidos desde 1913 a 1921.
Gracias al apoyo económico del EuropaInstitutEnlace externo de la Universidad de Zúrich, Andreas Gross lleva a cabo una investigación para la publicación de un libro dedicado a la influencia recíproca y el intercambio de ideas entre Estados Unidos y Suiza. “Podemos aprender mucho uno del otro”, afirma el exdiputado zuriqués. “Aquí, en la biblioteca del expresidente norteamericano, ferviente partidario de los derechos populares de la democracia directa, tengo acceso a todos los documentos y libros necesario para mi investigación”.
Los iroqueses como origen del concepto
Históricamente Suiza se ha inspirado en el modelo de EE.UU. para construir su sistema federal, mientras que los norteamericanos han tomado de Suiza su modelo de democracia directa. “Sin embargo, ni unos ni otros son los inventores de estos importantísimos elementos de nuestro actual sistema político”, afirma Gross.
Hoy parece demostrado que Benjamin Franklin –uno de los padres fundadores de Estados Unidos– al redactar la primera Constitución norteamericana se inspiró en la Federación de los indios iroquesesEnlace externo.
“Si seis diferentes tribus de indios salvajes han podido llegar a conformar tal alianza, no debería ser imposible para diez colonias inglesas, o algunas más, formar un Estado Federal”, afirmó Franklin en el Congreso de Albany en 1754. Treinta y tres años después, en la definitiva Asamblea Constituyente de Filadelfia consiguió que se adoptara el sistema federal para el nuevo país que se denominaría Estados Unidos de América.
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¿Qué es una iniciativa popular o ciudadana?
Hoy día sigue en vigor el mismo sistema: en el Senado (cámara alta) cada estado está representado por dos diputados, con independencia del número de habitantes. En la Cámara de Representantes (cámara baja) los estados están representados en proporción al número de ciudadanos. Este mismo modelo fue el que se incluyó en la primera Constitución suiza de 1848. La única diferencia es que en Suiza el Senado se llama Consejo de los Estados y la Cámara de Representantes, Consejo Nacional.
Democracia directa, una idea francesa
El camino seguido por el concepto de los derechos populares de la democracia directa fue distinto. La idea se debe al francés universal marqués de Condorcet. En la Asamblea Constituyente de 1792, Condorcet afirmó que “la República debe contar con ciudadanos activos y personalmente comprometidos”.
Amparándose en este argumento propuso el derecho a la iniciativa popular. Este instrumento de participación política no sobrevivió, como tampoco el propio Condorcet, a los desórdenes que se sucedieron en Francia durante los años siguientes. Hoy día la Constitución francesa sigue sin reconocer el más poderoso de los derechos populares.
Sin embargo, el impulso democrático de Condorcet encontró terreno fértil en la vecina Suiza. Desde el primer momento, el derecho de iniciativa popular, junto al referéndum (derecho de veto del pueblo), fue adoptado por casi todos los cantones. En 1891 se incorporó a la Constitución Federal.
Viaje educativo por Suiza sobre la democracia
La evolución y el desarrollo pacíficos de la democracia moderna interesó, a finales del siglo XIX, a algunos periodistas norteamericanos que iniciaron un viaje de estudio sobre la democracia por toda Suiza.
El periodista J. W. Sullivan describió en sus artículos el ‘Swiss model’ (modelo suizo) de manera tan apasionada que el tema de la democracia directa pasó rápidamente a ser asunto de la reforma política en EE.UU. “Queremos gobernarnos mediante el debate (‘Government by discussion’)”, escribía en 1892 el político conservador Nathan Cree, exigiendo la introducción de derechos populares de democracia directa a escala nacional.
Ronda de conversaciones en Washington
Sin embargo, los más de 320 millones de estadounidenses siguen esperando este instrumento democrático. “La posibilidad de una participación directa del electorado en las decisiones a nivel federal haría innecesaria una elección de protesta, como la de Donald Trump”, señala Dane Waters.
A mediados de octubre pasado, el experto norteamericano participó, junto a Andreas Gross, en un debate público que tuvo lugar en la embajada suiza en Washington, dedicado al tema: ‘La democracia directa y participativa, ¿puede realmente cambiar a EE.UU.?’
El embajador suizo Martin Dahinden afirmó que la democracia directa suiza no es un producto de exportaciónEnlace externo, pero podría perfectamente servir de fuente de inspiración.
Numerosos representantes del Gobierno, del Parlamento y de la sociedad civil, que participaron en la ronda de conversaciones sobre la democracia suizo-estadounidense, evocaron esta cuestión. Destacaron, en particular, los plazos de tiempo significativamente más generosos que existen en Suiza para las iniciativas populares.
Desde el lanzamiento de una iniciativa hasta su votación pueden transcurrir entre cuatro y ocho años. Por el contrario, en Estados Unidos lo normal es que pase menos de un año hasta llegar a las urnas. “Esto frena la interacción entre Gobierno, Parlamento y pueblo”, afirma Julia Fromholz, experta norteamericana en derechos humanos.
Financiación transparente
Por otra parte, quedó claramente demostrado en el debate de Washington que lo más sólido de la práctica estadounidense de los derechos populares es el alto grado de transparencia del uso de fondos en las campañas de votación. “Tenemos que dar a conocer a todos nuestros patrocinadores”, señala Wayne Pacelle, presidente de la Organización Nacional de Protección de los Animales Human SocietyEnlace externo, quien ha impulsado más de 50 iniciativas y ha ganado la mayoría.
Pacelle se reveló en Washington como un claro defensor de los derechos populares de la democracia directa. “Creo que nuestro país está maduro para dar un paso semejante”, afirmó.
No obstante, el camino hacia la democracia directa a escala nacional en Estados Unidos sigue siendo muy largo. A diferencia de Suiza, para modificar la Constitución en Estados Unidos se requiere una mayoría de dos tercios, tanto en el Senado como en el Congreso. Y como segundo obstáculo, las modificaciones tienen que ser ratificadas al menos por 38 de los 50 estados.
Traducción del alemán: José M. Wolff
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