En lucha por derechos humanos en Colombia (2/2)
En 1983, cuando Bruno Rütsche llegó a Colombia como voluntario social, el país se zambullía en el optimismo de una tregua entre Gobierno y fuerzas beligerantes que sería firmada un año más tarde y que no sobreviviría mucho tiempo al horror de las masacres de activistas y la proliferación del paramiltarismo.
Hoy, a más de dos décadas, considera que la represión y el hostigamiento persisten, pero “los movimientos populares, los sindicatos, los estudiantes siguen pujantes, y eso es admirable porque todas esas organizaciones han pagado con mucha sangre”.
Además, y a diferencia de aquel entonces, “ahora hay una oficina permanente de la ONU en Bogotá, de ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) y organizaciones de la Unión Europea dan seguimiento a los defensores de los derechos humanos… es decir, hay una presencia internacional”.
Y justo en ese esquema de presencia foránea que busca garantizar la integridad de la sociedad civil local se inscribe el Grupo de Trabajo Suiza-Colombia (ask!), una ONG que fundó Bruno Rütsche a su vuelta del país sudamericano, luego de que las autoridades allanaran su casa, torturaran a su empleada y lo sometieran a interrogatorios interminables e intimidatorios.
“Me hablaban en inglés. Yo les decía que no entendía, que me hablaran en castellano o en alemán porque venía de Suiza. Uno de ellos se enfureció y con profundo desprecio me dijo: ‘No me eches el cuento de que vienes de un país tan rico para trabajar con esas ratas”, recuerda nuestro interlocutor.
“Para ellos -continúa- las personas con las que trabajábamos, de barrios pobres, indígenas y afrodescendientes, no eran gente. Sólo eran chusma. No contaban… y no cuentan. Y, en su lógica, nosotros sólo podíamos estar ahí con fines subversivos”.
Una traumática salida
Corría el 1986 cuando Bruno salió de Colombia bajo la protección de la Embajada de Suiza y en compañía de su esposa y sus hijos de seis y dos años.
“Fue algo muy traumático. Era la época en la que empezaban los escuadrones de la muerte, la ‘limpieza social’, todos los asesinatos políticos. Cuando el encargado de la Embajada salió del avión, nos bajaron y hubo otra requisa. Lo mismo al llegar a Caracas. Durante el vuelo también tuve mucho miedo”.
Al año siguiente, y con la idea de ejercer presión desde el exterior en favor de los derechos humanos en el país andino y de concientizar a sus compatriotas sobre esa situación, Bruno creaba el Grupo Suiza-Colombia (ask!)
Durante más de dos décadas se mantuvo al frente de la ONG. Sin embargo, la suma de sus muchas tareas lo decidió a mantener su colaboración con el Grupo, pero ya no desde el puesto de mando. Así que, desde este 2010 “tengo la expectativa de concentrarme en asuntos muy puntuales”, confía a swissinfo.ch.
“No voy a leer todas las denuncias porque un ser humano no lo puede digerir. Son tantas tantos desastres diarios que uno acaba por volverse indiferente y no quiero volverme indiferente, por eso hago el corte”.
El inicio del Grupo de Trabajo
Denuncias, protestas, manifestaciones, la elaboración de un boletín mensual para difundir el estado de cosas en Colombia, la ONG inició sus labores en 1987. Entre una larga lista de actividades está, por ejemplo, el intenso trabajo de información sobre los asesinatos en la zona bananera de Urabá, donde un ex paramilitar mandó asesinar a cerca de 1.500 personas, entre 1995 y 1996.
Se cuenta igualmente la introducción del sello Max Havelaar en el comercio de las flores procedentes de Colombia “porque nadie quiere regalar rosas ensangrentadas”.
Hoy, amén de las tareas de cabildeo en la ONU y ante las autoridades helvéticas para tratar de influenciar la política suiza hacia Colombia, ask! mantiene un seguimiento puntual del impacto de las trasnacionales entre las poblaciones desfavorecidas, sea desde el punto de vista laboral, ecológico o social.
Labor de apoyo y de denuncia
Merced a su empeño se conoce en Suiza la represión sistemática de que son víctima los sindicalistas y los despojos que sufren las comunidades desplazadas por el desarrollo de las grandes firmas, así como los embates contra los grupos indígenas, en cuya defensa Bruno ha participado activamente.
El presidente Uribe “tiene una visión de Colombia como su propia finca. Su política es clara: neoliberal, de globalización y de extracción. Ese es su programa y todo lo supedita a él. Quiere seis millones de hectáreas de palma y la gente… fuera. Dice incluso que en los llanos orientales, poblados por afrodescendientes ¡ni hay gente!”
¿Un reflejo de una actitud de racismo en el país? “Más que racismo, en Colombia hay un desprecio hacia los pobres. Se dice que el pobre lo es por su propia culpa y el pobre lo asume. Es como un estigma”.
Entre esa población vivió Bruno Rütsche a su arribo a Colombia con 27 años, su esposa Daniela y su hijo Samuel (Cristina nacería más tarde en ese país). Él profesor, ella enfermera, integraban un equipo pastoral de la Misión de Belén.
América Latina vivía momentos intensos: el asesinato de Monseñor Romero en El Salvador, la Revolución Sandinista en Nicaragua, La Teología de la Liberación en pleno auge. Cruzaron el Atlántico exultantes. “¡Estábamos fascinados¡ ¡Sentíamos que ahí era el pulso de la Historia!”
Al hacer ahora un balance de todo ese tiempo, del constante ir y venir entre los dos países de sus querencias, Bruno Rütsche no escatima entusiasmo…
“Tengo un gran agradecimiento. Colombia sigue emocionándome, fascinándome… He tenido oportunidad de conocer a mucha gente realmente maravillosa, muy humana, con sus defectos también pero con una gran hospitalidad y un corazón muy grande”.
Marcela Águila Rubín, swissnfo.ch
En Colombia hay un impresionante fraccionamiento político de la izquierda y es lamentable cuando por ejemplo, el Polo Alternativo Democrático tiene en Carlos Gaviria la figura de un demócrata, un humanista de alto perfil.
Está pendiente la construcción de un programa civil claro y amplio, no basta con criticar al Gobierno actual y decir que tiene nexos con el narcotráfico y los paramilitares, hay que construir una alternativa positiva.
De manera contraria, el presidente Álvaro Uribe tiene bien claro lo que quiere y trabaja con todo empeño para lograrlo: abrir su país a la globalización… venderlo.
Conoce el país, va a las comunidades más remotas, habla con la gente, es un presidente “palpable”. Es mucha propaganda, pero va.
El Ministerio de Defensa colombiano inauguró este 2010 con el anuncio de un nuevo golpe a las FARC: Sorprendidos en plena celebración de fin de año, los rebeldes habrían perdido 18 efectivos.
La acción militar sería una respuesta de Bogotá al plagio y asesinato días antes del Gobernador de Caquetá, Luis Francisco Cuéllar, atribuido a la primera guerrilla del país.
Los hechos reflejarían una suerte de intercambio de mensajes entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, diezmadas pero aún con una gran capacidad operativa, y el Gobierno de Álvaro Uribe, resuelto a poner fin a más de medio siglo de conflicto armado justamente por la fuerza de las armas.
Las FARC y el Ejército de Liberación Nacional (ELN), las dos mayores guerrillas colombianas, anunciaron a mediados de diciembre pasado en un comunicado conjunto un nuevo frente común contra el Gobierno de Álvaro Uribe, así como el fin de los enfrentamientos entre ellas.
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