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«Jamás olvidaré los rostros de los soldados soviéticos»

La Primavera de Praga fue sofocada por los blindados soviéticos el 21 de agosto hace exactamente cuarenta años. Keystone

En la noche del 20 al 21 de agosto de 1968, la URSS invadió Checoslovaquia y deshizo el sueño de un "socialismo con rostro humano".

Decenas de miles de personas dejaron el país y muchas de ellas construyeron una nueva vida en Suiza, como Helena Kanyar Becker.

«Antes de la intervención soviética, regía en el país una atmósfera eufórica. Después de tantos años, desde el golpe de estado comunista en 1948, la población era de nuevo libre y con los políticos se podía debatir de manera despreocupada», recuerda Helena Kanyar Becker, en aquella época periodista y hoy historiadora en la Universidad de Basilea que emigró a Suiza en 1969.

La Primavera de Praga comenzó el 5 de enero de 1968, con la elección de Alexander Dubcek a la cabeza del Partido Comunista Checoslovaco.

La nueva directiva del partido aprobó una serie de reformas: abolición de la censura, democratización de la vida política, ampliación del margen de maniobras de los responsables de la hacienda pública…

El objetivo de la nueva directiva no fue la de derrocar por completo el viejo sistema, sino de dotar al socialismo de «un rostro humano», según la definición del propio Dubcek.

Caen los tabúes

Las reformas no tardaron en dar sus frutos. El país vivió un período efervescente. Varios ex prisioneros políticos crearon por ejemplo la organización ‘k231’, mientras que intelectuales influyentes dieron vida al club de empleados sin vinculación partidista, ‘KAN’.

«Era maravilloso para nosotros, los periodistas», subraya Helena Kanyar Becker. «Podíamos escribir sobre temas hasta entonces censurados, por ejemplo sobre los procesos de los años 50, sobre la Iglesia y, desde luego, también sobre todo lo que estaba sucediendo en el país.»

El Kremlin y los ‘ortodoxos’ checoslovacos guiados por Vasil Bilak no compartían, sin embargo, esta opinión. En Moscú, en plena Guerra Fría, el experimento fue percibido como una amenaza a la hegemonía soviética en la Europa del Este.

La invasión

En la noche del 20 al 21 de agosto, una treintena de divisiones soviéticas, apoyadas por unidades de otros cuatro países del Pacto de Varsovia (Bulgaria, Polonia, Hungría y la República Democrática de Alemania), invadieron la ČSSR, la República Socialista de Checoslovaquia.

«En aquella noche empezábamos a oír los aviones, pero aún no sabíamos lo que estaba pasando», recuerda Helena Kanyar Becker. «Después, la radio empezó a transmitir los comunicados del Comité Central del Partido Comunista, que instaba a todos a no oponer resistencia armada.»

«Jamás olvidaré los rostros de los soldados rusos. Muchos jóvenes checoslovacos perdieron sus vidas o fueron lesionados gravemente durante esa primera noche.» Gracias al llamamiento del gobierno se evitó probablemente un baño de sangre: según cifras oficiales, 108 personas encontraron la muerte y unas 500 sufrieron lesiones graves durante el día de la invasión y las semanas siguientes.

Resistencia vana

A las cuatro de la madrugada, los blindados se formaron delante de la sede del Comité Central del Partido Comunista (PC). Sacaron de su oficina a Dubcek y lo trasladaron a Moscú.

La resistencia pacífica se organizaba: «Entrábamos rápidamente en la redacción y empezábamos a imprimir periódicos murales», explica Helena Kanyar Becker.

Sin embargo, la esperanza se disipó después de una semana, cuando los miembros del gobierno que habían sido arrestados y transferidos a Moscú, volvieron a Praga.

«Dubcek hizo una declaración a la radio, en la cual admitió haber firmado los protocolos de Moscú. Era un hombre arruinado. Fue en aquel momento cuando nos percatamos de que todo se había terminado», recuerda con cierta conmoción la entonces periodista.

El exilio, un año después

Contrariamente a muchos de sus compatriotas, Helena Kanyar Becker no consideró primero irse al exilio. Pero con el tiempo la vida se hizo cada vez más complicada. «Aplicando una ‘táctica de salami’ se anularon una tras otra las reformas iniciadas.»

Casi un año después de la invasión soviética, el 11 de agosto de 1969, se fue de vacaciones a Escandinavia. «Al principio quise volver a Checoslovaquia. Durante mis vacaciones la situación empeoró. Los blindados volvieron a las calles de Praga, se produjeron disparos y se proclamó el estado de emergencia…»

La mujer decidió entonces exiliarse en Suiza, donde arribó a finales de octubre de 1969, a los 25 años de edad. «Elegí Suiza porque ya se habían instalado algunos de mis amigos en ese país», explica. Después de la invasión soviética, cerca de 150.000 checoslovacos dejaron su patria, de los cuales un 10% emigró a Suiza.

Una herida que queda abierta

«Si se piensa en lo que sucedió durante la II Guerra Mundial», recalca Helena Kaynar Bekcer, que ha realizado varios estudios sobre el tema, «la acogida fue fenomenal, tanto por parte de las autoridades suizas como de la población.»

Como otros miles de checoslovacos, Helena Kanyar Becker se integró de manera bastante rápida en la sociedad, gracias también a la universidad. «Los checoslovacos que huyeron del régimen comunista tenían por lo general una formación buena y no tuvieron muchos problemas, también porque encontraron enseguida un trabajo o porque pudieron continuar los estudios, como en mi caso.»

A pesar de la integración lograda, el dolor permanece en el tiempo: emigrar, sabiendo que no se puede volver nunca más, «significa cortar de inmediato con el pasado», comenta Helena. «Es como si tuvieras una herida que permanece abierta».

swissinfo, Daniele Mariani
(Traducción del italiano: Antonio Suárez Varela)

Los 13.000 refugiados checoslovacos que emigraron a Suiza después de 1968 se integraron bastante bien, sobre todo gracias al buen nivel de formación que habían adquirido en su país natal.

Los refugiados fundaron numerosas asociaciones cantonales y revistas especializadas.

Entre los que emigraron a Suiza cabe destacar, por ejemplo, al padre de las reformas económicas, Ota Sik. Ministro de Economía en el gobierno Dubcek, Sik se estableció en Suiza en 1969 y ha enseñado durante 17 años en las universidades de San Gall y Zúrich. Sik murió en 2004.

En los años sucesivos, la mayoría de esos refugiados solicitaron y adquirieron la ciudadanía helvética.

Después de la invasión soviética se puso en marcha en Checoslovaquia el llamado proceso de ‘normalización’, lo que equivalió a una restauración de la sociedad según el modelo totalitario.

Los checoslovacos tuvieron que esperar más de veinte años para vivir una nueva primavera. La Revolución de Terciopelo comenzó el 16 de noviembre de 1989 con una manifestación estudiantil pacífica en Bratislava. Las manifestaciones se extendieron luego a todo el país.

El 10 de diciembre, mientras los demás regímenes comunistas caían uno tras otro, el presidente Gustav Husek nombró un gobierno en buena parte no comunista. El famoso disidente Vaclav Havel fue elegido presidente. Los primeros comicios democráticos se organizaron en junio de 1990.

La República Federal Checa y Eslovaca dejó de existir el 31 de diciembre de 1992.

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