«La población urbana no reconoce los esfuerzos de la agricultura en términos de ecología”
Férreamente combatida por la comunidad agrícola, la nueva iniciativa sobre biodiversidad redirige los reflectores hacia la brecha que existe entre la población rural y la urbana. El autor del libro "Faire Paysan" (Ser Campesino), el escritor y enólogo Blaise Hofmann, dilucida la compleja relación que existe entre dos mundos que no hablan el mismo idioma.
Actos de vandalismo, insultos e incluso amenazas de muerte empañaron las campañas previas a la votación de las iniciativas contra los plaguicidas en 2021. El escritor y enólogo del cantón de Vaud, Blaise Hofmann, lo pasó mal en aquel periodo. Pero su malestar lo impulsó a escribir el libro «Faire Paysan», que intenta tender un puente de diálogo entre las ciudades y el campo.
La actual iniciativa sobre biodiversidad, que intenta obligar a los poderes públicos a conceder más espacios y recursos a la naturaleza, irrita profundamente a una parte del universo agrícola porque teme que la producción de alimentos se vea seriamente afectada. La mayoría de las aglomeraciones urbanas, en contrapartida, está a favor de la propuesta, según una encuesta publicada en agosto por el instituto gfs.bern.
En 2024, la campaña que ha antecedido a la votación del próximo 22 de septiembre ha iniciado de forma pacífica. Blaise Hofmann cree que las relaciones entre las zonas rurales y urbanas son más serenas que hace tres años, aunque persistan las divisiones.
swissinfo.ch: Su experiencia personal lo ha llevado a cruzar la
frontera entre la ciudad y el campo. Es hijo y nieto de agricultores, pero vivió alrededor de 15 años en la ciudad antes de regresar a establecerse en el campo cerca de Monges, en el cantón de Vaud. ¿Cómo vivió usted esos cambios?
Blaise Hofmann: Siempre tendré una sensibilidad de agricultor. Eso jamás se pierde cuando uno fue criado en una granja. Aún tengo primos campesinos y cultivo una hectárea de viñedos. Solía ser pastor de ovejas y he escrito mucho sobre esa vida rural.
Mi vínculo con el mundo agrícola está presente aunque sé que ya no soy parte de ese universo porque viví en la ciudad, estudié en la universidad y tengo otro tipo de trabajo.
Hoy en día, soy escritor y enólogo. Me encuentro pues a la mitad del camino entre la ciudad y el medio agrícola. Descubrí que el malestar que experimenté podía convertirse en una ventaja, ya que mi posición podía tender un puente entre dos mundos distintos.
Su libro «Faire Paysan» (Ser Campesino) habla de la brecha entre la ciudad y el campo como el ‘nuevo röstigraben’
(barrera que divide lingüísticamente a Suiza). ¿Cuándo cree que el campo y la ciudad empezaron a tener divergencias en Suiza?
Yo diría que 1996 fue un año crucial. La crisis de las vacas locas provocó grande estragos y una crisis de confianza en los consumidores, que temían ser contagiados por esta enfermedad bovina que podía transmitirse a la gente. Además, ese mismo año una gran manifestación agrícola fue reprimida por la policía en Berna.
Pero lo más importante fue que en las votaciones federales la ciudadanía suiza votó a favor de una nueva política agrícola que concedió la consagración al sistema de pagos directos (contribuciones pagadas a los agricultores a cambio de servicios que son de interés general). Los agricultores dejaron de ser exclusivamente quienes alimentaban a la población para convertirse también en los encargados de mantener los paisajes. Esto produjo un cambio radical en la percepción de la agricultura.
¿Qué provocó exactamente?
Por un lado, las personas que no están en el medio agrícola dicen que son ellas quienes financian al campo con el pago de sus impuestos. Por el otro, los campesinos sienten que pierden una parte de su legitimidad y dignidad. En su mente, eligieron este oficio para alimentar a la gente, no para convertirse en jardineros paisajistas. Esto crea tensiones entre los campesinos y otras poblaciones.
En su opinión, ¿qué divide estos dos mundos?
En la actualidad, solo el 2% de la población se dedica a la agricultura. Por lo tanto, hemos perdido el vínculo directo. Vivimos cerca de los agricultores, pero no necesariamente conocemos su trabajo. No tenemos un amigo agricultor que nos pueda explicar su labor. Como resultado, los habitantes de las ciudades no entienden la realidad de los agricultores y viceversa.
Incluso vemos esta distancia en el lenguaje. Por ejemplo, el campesino hablará del valor de su terruño, mientras el habitante de la ciudad se referirá a los “circuitos cortos”, un término que molesta a los agricultores. Hablan de lo mismo, pero no utilizan los mismos códigos.
¿No tiene la impresión de que esta división es menos
pronunciada en Suiza que en otros países, por ejemplo, en Estados Unidos o Francia?
Desde que escribí el libro en 2021, me he dado cuenta de que estos dos mundos están más vinculados en Suiza que en otros países. Aquí, las ciudades son tan pequeñas que todo el mundo tiene algún tipo de conexión con el campo: recuerdos de la infancia, vacaciones, un conocido o un familiar que cultiva la tierra.
Creo que también ha habido una evolución desde la pandemia. La gente comenzó a cultivar su propio huerto y descubrió la venta directa.
Con el estallido de la guerra en Ucrania surgieron nuevas preguntas sobre la soberanía alimentaria. En el presente, hay agricultores jóvenes que abordan su profesión de una forma distinta, se comunican mejor y tienen cada vez más conciencia de la biodiversidad.
Mostrar más
Por qué la brecha entre el campo y la ciudad es menor en Suiza que en otros lugares
Usted ha conocido a muchos agricultores que se esfuerzan por modernizar sus granjas y volverlas más sostenibles. ¿Las ciudades aprecian suficientemente este esfuerzo?
Pienso que los habitantes de las ciudades no ven los esfuerzos de la agricultura en términos de ecología. Desde hace 30 años se está produciendo una transformación ecológica. Ha sido muy lenta, pero se dan pasos muy importantes hacia una mayor sostenibilidad.
Cada vez se prohíben más los productos fitosanitarios o estos son usados con mayor moderación. Ya hay tierras que se dedican exclusivamente a la biodiversidad. Muchos campesinos cultivan una parte de sus parcelas ecológicamente, aunque no se hagan acreedores a ninguna etiqueta de reconocimiento por ello. Se han replantado setos y se desarrolló la agrosilvicultura, que mezcla árboles y cultivos para una mejor protección de la tierra.
Pero todas estas iniciativas que favorecen al medio ambiente deberían ser explicadas a las personas ajenas al negocio agrícola. Los campesinos podrían comunicarse más, popularizarlo, pero la población urbana también debe ser más curiosa y no solo ir al campo a practicar deportes y a serenarse.
¿Los agricultores más reacios, aquellos que se niegan a cambiar, aún tienen futuro?
Este tipo de agricultura está desapareciendo. Hay resistencia, pero se concentra fundamentalmente en los ancianos. Como en todos los oficios, siempre hay gente innovadora que desea arriesgar y hay quienes temen al cambio.
No olvidemos todo el peso de las tradiciones que recae en el trabajo de la tierra, que siempre se mantendrá ligado al respeto a los mayores. Si se cambian las prácticas cotidianas, se tiene la impresión a veces de que se les falta al respeto.
Mostrar más
Texto adaptado del francés por Andrea Ornelas / Carla Wolff
En cumplimiento de los estándares JTI
Mostrar más: SWI swissinfo.ch, certificado por la JTI
Puede encontrar todos nuestros debates aquí y participar en las discusiones.
Si quiere iniciar una conversación sobre un tema planteado en este artículo o quiere informar de errores factuales, envíenos un correo electrónico a spanish@swissinfo.ch.