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Pobreza: «Lo peor es el futuro sin perspectivas»

Los más pobres en Suiza se ven privados de lo que es obvio para otros. RDB

Casi 84 millones de europeos son afectados por la pobreza. En Suiza, una de cada diez personas. El porcentaje de pobres entre la población en edad productiva oscila entre 7 y 9% en los últimos 15 años, según Caritas.

La pobreza no se ha reducido pese a los esfuerzos, y amenaza sobre todo a desempleados, a familias con más de tres hijos, a divorciados, a víctimas de la crisis económica, a quien tiene escasa formación…

O a quien padece una enfermedad. Es el caso de Alfonso (46 años), que hizo el bachillerato y trabajaba como informático hasta que, hace 7 años, le diagnosticaron un defecto genético que le hace 200 veces más proclive a sufrir trombosis.

“No puedo estar sentado más de una o dos horas diarias. Hoy reparto periódicos muy temprano, lo que para mi salud es ideal pues camino mucho. Pero en este oficio pagan poquísimo”, dice en un español pulcro este suizo “de las montañas” que vivió casi dos años en América Latina.

Alfonso, nombre con el que prefiere identificarse, trabaja tres horas diarias por un salario de 16 francos por hora. “Con estos ingresos no es posible costearme una vida normal. Tengo una ‘bici’ con la que me movilizo en la ciudad. Pero no puedo comprar un pasaje de tren para ir a Zúrich o a Ginebra, que sería como el 10% de mi salario mensual”.

Un país como Suiza tendría que garantizar un salario mínimo, como Francia y otros países europeos, opina este hombre, a quien sus magros ingresos le impiden participar de la vida cultural.

Su única fuente de información es Internet, a la que accede sin costo. “Dependo de las instituciones sociales de Berna”, refiere Alfonso a swissinfo.ch en el centro apoyado por el Colectivo de las Iglesias Cristianas de Berna (AKIB) y el Ejército de Salvación en Berna, donde puede desayunar y comer gratis.

Inalcanzable, lo que es sobreentendido para otros

“No tengo problemas de alcoholismo o drogadicción, pero estoy fuera de la sociedad”, se queja Alfonso, cuya situación ilustra lo que significa ser pobre en la rica Suiza: un estilo de vida con menos opciones, que puede llevar a la exclusión social.

Como él, los otros huéspedes de AKIB, casi todos hombres, casi todos en edad productiva, están excluidos, aunque por otras razones. Markus, por ejemplo, lleva una vida al margen de la sociedad normal porque quiere “que lo dejen en paz”.

Markus tiene 53 años, aunque aparenta muchos menos. Estudió para ser empleado de comercio pero nunca encontró un empleo duradero. “Me mandaban a hacer trabajos tontos. Ahora soy voluntario en el Centro Paul Klee y sólo aceptaré un trabajo remunerado cuando contribuya a un mundo más justo y aumente el bienestar espiritual y no el material”.

Preguntado si se siente satisfecho con su situación responde casi poéticamente: “He caído del cielo y he salido de infierno, a veces me siento de maravilla y a veces por los suelos. Lo único que quiero cambiar en mi vida es tomar alcohol dosificadamente… si es posible”.

“Tuve todo, pero Dios no estuvo de mi lado”

A diferencia de Alfonso y Markus, Thomas (de 44 años), desayuna y duerme en el local. “Soy un ‘sin techo’ por convicción, no quiero vivir en lugares donde la gente se miente a sí misma”, dice este hombre.

Sus palabras reflejan confusión, incoherencia, desesperación. “Soy turista en mi propio país. En dos semanas tengo una habitación o, lenta pero seguramente, me destruyo”.

Thomas sueña con vivir en Bolivia, “el país preferido de este planeta”. ¿Y cómo financiará su viaje? “Justamente ése es el problema, el vuelo es muy caro. A México o a República Dominicana, donde ya estuve, sólo cuesta 700 francos”.

Este hombre, que evidentemente no ha tomado un baño hace semanas y en pleno verano lleva la barba crecida y un gorro, confiesa: “Tengo padres y hermanos, y quise todo de la vida, niños saludables, que no fumen cigarrillos ni marihuana, pero Dios no estuvo a mi lado. La vida no es como la cuenta la Iglesia, que abusa de los niños”.

El mundo se ha vuelto complicado, continúa, lo gobierna la computadora, los niños de hoy no pueden siquiera hacer fuego en la naturaleza… Es un crazy, crazy world…”, reflexiona este hombre que al ver la cámara advierte que no quiere ser fotografiado. “No soy un ejemplar de muestra”.

Este trabajo da sentido a mi vida

Además de las pocas huéspedes femeninas, en el local llama la atención la presencia de dos mujeres. Una de ellas es Ursula Küenzli, jubilada que hace 4 años trabaja voluntariamente para AKIB. Ella es parte de un equipo formado por 11 mujeres y cuatro hombres, casi todos suizos, excepto un alemán y un holandés.

“Hago este trabajo por convicción y tengo simpatía por estas personas. Esta es una forma de vivir mi religión, creo en un poder sobrenatural, en la reencarnación. Cada ser humano elije su destino y cualquiera que sea éste, merece respeto y aceptación. Hace mucho buscada un sentido a mi vida y aquí lo he encontrado”, expresa Küenzli.

Para su colega Vreni Habegger, este trabajo es la continación de otro que ella y su marido, ambos campesinos, hicieron hace 30 años con niños en situaciones difíciles. “Recibo mucho de estas personas, si no los veo una semana, los extraño. Con el tiempo son como parte de la familia”.

Su experiencia le ha demostrado que la mejor manera de llevarse bien con ellos es no intentar cambiarlos. “Nos limitamos a darles consejos, pero no sabemos si los siguen. El porcentaje de las personas que salen de esta situación es mínimo”.

Alfonso lo sabe muy bien. “Lo peor de la pobreza es la falta de perspectivas. Eso lo sienten todos los que vienen aquí. Ya no creen en la sociedad ni en sí mismos. Han renunciado a lograr algo en la vida, a tener una pareja, a un mínimo de bienestar. Han aceptado el hecho de que nada cambiará”.

Rosa Amelia Fierro, swissinfo.ch

En el Año Europeo de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social, Caritas exhorta a llevar adelante una década de lucha contra este fenómeno: hasta 2020 debe reducirse a la mitad.

Según Caritas, la pobreza en Suiza tiene varias facetas: ingresos muy bajos, desempleo, inestabilidad laboral, familias grandes en viviendas pequeñas y ruidosas, problemas de salud crónicos, escaso contacto social.

Muchos pobres son «Working Poor» (trabajan a tiempo completo, pero con ingresos tan bajos que no cubren sus necesidades).

Muchos callan para no ser víctimas de la estigmatización.

4 factores determinan el riesgo de caer en la pobreza:

– el nivel educativo: a menores calificaciones, menores ingresos

– el número de hijos: aun cuando ambos padres trabajen, los ingresos no aseguran la existencia.

– el lugar de residencia: los impuestos, el precio de las viviendas y el seguro de salud pueden determinar que una familia esté debajo de la línea de pobreza.

– la procedencia social: niños de hogares afectados por la pobreza y con bajos niveles de formación están en riesgo de ser pobres como adultos.

Suiza es, según Caritas, una sociedad con estratos poco permeables. Quien cae en la pobreza, queda pobre para siempre. Muy pocos alcanzan la movilidad social.

La Unión Europea ha declarado a 2010 Año Europeo de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social.

Objetivos de este Año Europeo son sensibilizar sobre esta cuestión y renovar el compromiso político de la UE con la lucha contra la pobreza y la exclusión social.

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