Heidi, una bebita siria nacida en Suiza
Cuando su agenda se lo permite, Sarah Dürr visita a los Monjid una vez por semana. De ese compromiso voluntario con la familia de refugiados sirios, nació una verdadera amistad.
En 2015, a la familia Monjid se le permitió abandonar Líbano, a donde había huido tras el bombardeo de su casa en Damasco, para venir a Suiza. Los Monjid forman parte de los llamados refugiados de reasentamiento que Suiza acoge como consecuencia de la guerra en Siria.
En el marco del programa de reasentamientoEnlace externo del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), Suiza apoya a las personas consideradas especialmente vulnerables, y que han sido reconocidos como refugiados por esa organización de la ONU, lo que incluye a familias con niños y personas con discapacidades.
Traductor de Google
La familia Monjid vive en un pequeño apartamento en Muhen, una comuna de Argovia. Como de todos los refugiados reasentados en el cantón, Caritas se ha hecho cargo de ellos. La organización de autoayuda trabaja con voluntarios, que apoyan a las familias en su integración.
Al principio, explica Sarah Dürr, la asistencia se centraba en cosas básicas como la explicación de las reglas de la casa o la manera de separar la basura. La comunicación era difícil y a menudo había que recurrir al traductor de Google. Hoy, después de haber tomado varios cursos de idiomas, Ibrahim, el joven padre de familia, habla un alemán rudimentario. Sin embargo, su nivel está lejos de ser suficiente para comprender formularios complicadas y rellenarlos.
Se supone que después de dos años de vida en Suiza, las familias alcanzan un grado de integración suficiente para poder prescindir de ayuda externa en su nuevo entorno. También significa que esas personas podrían encontrar un trabajo.
Desde hace un año con Heidi
La familia Monjid aún no llega a ese estadio. Moatasim, de seis años, asiste al jardín de infantes y acude al entrenamiento de fútbol una vez por semana. Su madre, Taghrid, asistió a dos clases de alfabetización, pero aún no a un curso de alemán. Hace un año nació su hija. Los Monjid la llamaron Heidi en agradecimiento a Suiza por haberlos acogido.
Sarah Dürr intenta enseñarle alemán a la madre. La joven considera que Ibrahim debería aprender alemán de forma más intensiva para que pueda realizar su sueño: seguir el aprendizaje de pintor en Suiza para poder ejercer en Suiza el oficio que desarrolló en Siria y en Líbano. Como el cantón ya le ha pagado un total de cuatro cursos de idiomas, su cuota está agotada. Si Ibrahim quiere mejorar su nivel de alemán, tendrá que pagar las nuevas lecciones de su bolsillo.
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