¿Salvar la democracia local con regalitos?
Salchichas para asar y cerveza, bonos para canjear en la panadería o en el restaurante: con este tipo de obsequios, los gobiernos locales buscan que sus ciudadanos acudan a las asambleas comunales, parte esencial de la democracia local helvética. Pero, ¿la democracia directa necesita regalos?
La democracia directa en tierra helvética está algo enferma. Al menos uno puede pensar esto al ver unas 4 000 sillas vacías en las asambleas comunales que se celebran en alrededor de 2 000 poblados. En esos encuentros, normalmente programados por la noche, los ciudadanos deciden a mano alzada sobre temas como cuánto dinero debe gastar el gobierno local para algún proyecto, si una escuela puede ser construida o si hay que subir los impuestos.
Según el profesor en Ciencias Políticas y director del Centro para la Democracia en Aarau, Daniel Kübler hay pocos datos sobre la participación ciudadana en las asambleas comunales. “No obstante, desde hace varias décadas se observa un continuo descenso en el número de participantes”.
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Según el profesor en Ciencias Políticas y director del Centro para la Democracia en Aarau, Daniel Kübler hay pocos datos sobre la participación ciudadana en las asambleas comunales. “No obstante, desde hace varias décadas se observa un continuo descenso en el número de participantes”.
Las cifras varían de un sitio a otro, pero, en promedio, se puede decir que menos del 10% del electorado acude a esas citas. Las razones de la falta de interés son diversas: la complejidad de los temas que se abordan, la falta de información al respecto o la creciente actitud de anonimato que asumen los ciudadanos en su vida diaria en una comuna. Un desarrollo que afecta a la totalidad del sistema de la democracia directa, puesto que solo puede funcionar si la gente participa, y sobre todo, si tiene la voluntad de participar.
Bonos para un restaurante
Muchas comunas no quieren que esa parte esencial del ejercicio democrático en Suiza se extinga. Por ello brindan varios servicios sin costo a sus electores para que tomen parte. Por ejemplo, cuando una pareja asiste a la asamblea comunal de su pueblo, el pago de la persona que se hace cargo de sus hijos corre por cuenta de las autoridades. Otros poblados organizan el encuentro en la tarde del sábado para evitar colisiones con los horarios laborales. Otros organizan rifas entre los presentes de boletos de tren, por ejemplo, o de un bono para un restaurante del pueblo. O tal vez la sorpresa es de otra índole: un paquete de bolsas plásticas para la basura con un valor de 22 francos.
Durante la Copa de Europa una comuna invitó a sus ciudadanos a ver un partido en el que participaba la escuadra helvética en una pantalla gigante, antes de la asamblea. Pero lo que predomina en estas citas es el aperitivo al final del debate. Una comuna en las montañas bernesas, Wimmis, se esfuerza particularmente por evitar las sillas vacías. “Buscamos constantemente encontrar algo nuevo que atraiga a la gente. A veces funciona, a veces no”, dice el alcalde, Peter Schmid.
El pequeño encuentro con bocadillos y bebida al final de la asamblea se ha vuelto tradición. En invierno, Wimmis ofrece una copa de vino, trocitos de queso y rebanadas de una buena trenza helvética, un pan blanco hecho con mantequilla, típico de Suiza. En verano hay salchichas asadas en el exterior.
“Solo un agradecimiento”
Peter Schimid lo considera como una pequeña recompensa y la posibilidad de conversar con los otros. “Estos encuentros son muy útiles. Mucha gente hace preguntas solo entonces, pues tal vez no ose hacerlas durante la asamblea”, explica. Desde que esta oferta se introdujo, la asistencia aumentó en Wimmis de 40 o 50 personas a unas 60 u 80 actualmente. Un avance, pero eso solo representa un reducido número si se compara con los 1 800 ciudadanos de la comuna convocados.
En diciembre pasado, Wimmis introdujo un servicio de transporte para personas con problemas para caminar o que viven lejos y no tienen otra posibilidad de acudir a la cita ciudadana. Pero se usa poco. Apenas una persona lo utilizó en el último encuentro.
Para las elecciones, la comuna ideó una estrategia para motivar la participación: bonos para canjear en la carnicería o en el restaurante local. Pero el alcalde subraya que hay que cuidar de no caer en exageraciones. “Esto debe ser una acción discreta, un pequeño agradecimiento”, estima Schmid.
Los regalos minan el deber cívico Allí, justamente, radica el problema de este tipo de sistema de incitación, como lo muestra un estudio del Centro para la Democracia de Aarau (CDA). Estas incitaciones bien pueden enterrar el sentido cívico que empuja a la gente a participar en la política.
En el marco de un estudio, se distribuyeron invitaciones entre un grupo de personas para asistir a unas asambleas comunales ficticias. Los participantes regulares a estos encuentros cívicos se sintieron desanimados a causa de los ofrecimientos inscritos en algunas invitaciones para agradecer su eventual asistencia. Explicaron que para ellos la discusión sobre temas como el aumento de impuestos resultan más atractivos para que decidan asistir a la asamblea, en lugar de recibir un regalo.
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Efecto contrario: Regalitos
“Recibir un presente se percibió como una desvalorización del deber cívico”, explica el profesor en Ciencias Políticas, Daniel Kübler. Cita al respecto otra investigación cuyos resultados fueron en el mismo sentido: La aceptación de un reservorio de desechos radioactivos disminuye cuando a los ciudadanos se les dice que recibirán dinero a cambio de su consentimiento.
Con esto se destruyó la motivación personal de los participantes en la prueba. En lugar de regalos, Daniel Kübler recomienda medidas que faciliten la participación ciudadana en las asambleas comunales, como por ejemplo, el servicio de taxi gratuito o la presencia de una niñera en casa para poder acudir al debate. Otra idea: un folleto informativo que ofrezca las diferentes perspectivas, en contra y a favor, sobre los temas que se decidirán en el encuentro.
¿La asamblea local, la forma más antigua de la democracia, padece en los pueblos suizos? ¿Está en riesgo de muerte? Daniel Kübler responde con una negativa: “La asamblea comunal funciona”. Su estudio muestra que el abstencionismo no es motivado por el rechazo del sistema. Al contrario. Todas las personas que respondieron a su encuesta -activos participantes o no en las asambleas- se muestran satisfechos del trabajo de sus autoridades locales. “Los habitantes consideran legítimas las decisiones tomadas en las asambleas comunales, sin importar si tomaron o no parte en ellas”.
(Traducción: Patricia Islas)
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