Cuando lobos gobiernan con corderos
Un gobierno en el que todos los grandes partidos están representados, desde socialistas hasta nacional-conservadores: ¿quién cometería semejante atrevimiento? ¡Los suizos! El país alpino emplea este sistema desde hace décadas. Es la consecuencia inmediata de la democracia directa.
Este artículo forma parte de #DearDemocracy, la plataforma de la democracia directa de swissinfo.ch. Aquí expresan sus opiniones autores de dentro y de fuera. Sus posiciones no deben por qué coincidir con la de swissinfo.ch.
En mayo de 2017, casi 30 años después de la ‘Primavera de París’, tuvo lugar en Francia un gran terremoto político: Emmanuel Macron fue elegido presidente del país galo con un resultado claro.
Macron ya había sido ministro en el gabinete de su antecesor Hollande, pero la presidencia la ganó como cabeza del nuevo movimiento ciudadano En Marcha.
Es verdad que apenas obtuvo el 24 por ciento de los votos en la primera vuelta, pero como en la segunda solo tuvo que enfrentarse a Marine Le Pen, del Frente Nacional ultranacionalista, muchos votantes prefirieron el mal menor. En Francia prevalece la fórmula de “el ganador se lo lleva todo”, por eso, desde las elecciones, la Gran Nación está En Marcha.
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Una ecuación política basada en la fórmula mágica
Cuatro meses más tarde también se recompuso el Gobierno suizo. Hubo que ocupar uno de los siete escaños del Consejo Federal después de que Didier Burkhalter anunciara su dimisión.
En comparación con el vecino occidental, el relevo fue mucho menos espectacular en la Confederación, porque solo un partido podía proponer candidato para la elección.
Nadie discutía el derecho del Partido Radical Democrático (PRD) al escaño vacante, y, por eso, solo se trataba de elegir entre los tres candidatos presentados por ese partido centrista.
Poca expectación causan, por tanto, las elecciones del Ejecutivo en Suiza. Y la razón para ello hay que buscarla en la concordancia, un sistema de reparto del poder establecido desde hace décadas en el Consejo Federal, el poder Ejecutivo. En lugar de centrar el poder en un partido, como ocurre en Francia, tienen representación en el Gobierno las formaciones políticas más importantes.
La famosa fórmula mágica
La composición del Ejecutivo se rige por un esquema conocido bajo el misterioso concepto de “fórmula mágica”. Y eso que los partidos en el Gobierno no consideran este arreglo precisamente como algo mágico: en un gobierno de consenso pocas veces se consiguen grandes éxitos, dominan más bien la estabilidad y el mínimo denominador común.
Los partidos políticos participan de este juego no porque les encante el compromiso, sino por puro cálculo estratégico, porque la concordancia está directamente vinculada con la democracia directa.
Salida del bloqueo constante
Basta con echar una ojeada a la historia. Cuando el Consejo Federal suizo fue constituido por primera vez en 1848, el Gobierno solo lo conformaba un partido: todos los siete consejeros federales eran radicales liberales.
Serie ‘Arsenal de la democracia’
Suiza es una combinación entre democracia indirecta y democracia directa. Esta última está tan desarrollada como en ningún otro país. Así lo demuestra, por ejemplo, la cifra de más de 620 votaciones nacionales, todo un «récord mundial».
En una serie de #DearDemocracy, Lukas Leuzinger examina los instrumentos, mecanismos y procedimientos más importantes y básicos de la democracia directa en Suiza.
El autor estudió Ciencias Políticas en la Universidad de Zúrich. Hoy trabaja como periodista y coeditor del blog político ‘La pesadilla de Napoleón’.
Incorporación de la oposición
Tener un escaño en el Consejo Federal no significa que un partido deba compartir todas las decisiones del Gobierno. Pero la participación en el Gobierno le permite participar en el desarrollo de la política del Consejo Federal para poder estar más acorde con la misma.
En la práctica, los partidos que conforman el Gobierno defienden normalmente la política del órgano colegiado, aunque también se toman la libertad de discrepar de sus posiciones en determinadas cuestiones.
En el caso de los católico-conservadores, la incorporación al Gobierno fue un éxito. Su primer consejero federal, el lucernés Josef Zemp, contribuyó a la nacionalización de los ferrocarriles y, con ello, al nacimiento de los Ferrocarriles Federales Suizos (FFS), a pesar de que hasta entonces su partido se había opuesto con vehemencia a la estatalización.
También la socialdemocracia fue “domesticada” hasta cierto punto tras su ingreso al Gobierno, a pesar de que la prensa liberal había advertido del peligro de la elección de un segundo socialista al Consejo Federal en 1959. Los “lobos” no pacerían mansamente al lado de los “corderos” si tomaran asiento en el Gobierno.
Frágil estabilidad
Pese a todas las dudas, los lobos sí acabaron arreglándoselas con los corderos en el seno del Consejo Federal. No obstante, en el pasado reciente, la estabilidad conseguida por medio de la concordancia se ha hecho cada vez más frágil.
En los años 1970, los cuatro partidos en el Gobierno todavía se ponían de acuerdo en emplear la misma consigna en más de la mitad de las votaciones. En cambio, esto sucede hoy tan solo en muy contadas ocasiones. Además del PS, se posiciona cada vez más la UDC en la oposición al Consejo Federal.
En los últimos años ha aumentado la polarización en la política helvética. Al mismo tiempo se ha agudizado la competencia entre los partidos. Sienten una presión creciente para acentuar sus perfiles. Y para ello poco ayuda defender compromisos.
¿Qué nos depara el futuro?
Con ello también está en tela de juicio el futuro de la concordancia. Es verdad que todos los partidos la defienden, pero al mismo tiempo disminuye su interés por llegar a soluciones consensuadas.
Esto se puede convertir en un problema, sobre todo porque se hacen cada vez más apremiantes las reformas de la previsión de la vejez o del régimen fiscal de las empresas. Concluir con éxito estas reformas en un sistema democrático-directo se convertirá en una tarea cada vez más difícil de lograr en tiempos en los que los consensos se descomponen.
(Traducción del alemán: Antonio Suárez Varela)
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