Una Suiza detenida en el tiempo
Un valle agreste que queda a veinte minutos de Nova Friburgo concentra la mayor cantidad de inmigrantes helvéticos por metro cuadrado en el área serrana. Casi todos ellos son de una misma familia originaria de la región de Gruyère.
Vivían en condiciones de absoluta pobreza y por desconfianza de los extraños se casaban entre sí. Las nuevas generaciones ya toman otros caminos.
La invitación de uno de los organizadores del 6º Encuentro Suizo-Brasileño de Nova Friburgo fue bien acogida por los periodistas. Una oportunidad para encontrar descendientes directos de inmigrantes helvéticos que llegaron a principios del siglo XIX y aún viven como sus antepasados. A un joven reportero del diario La Gruyère le era difícil creerlo, pero los presentes confirmarían su existencia.
En el pequeño pueblo de Lumiar, 5º distrito de Nova Friburgo en la región serrana del estado de Río de Janeiro –situado a 28 km de la sede del municipio-, existe una localidad llamada Benfica. Para acceder allí hay que vencer un inclinado camino de tierra, en pésimas condiciones, que atraviesa un valle estrecho. Casi todas sus casas son de empalizada. Salvo pocas excepciones, fueron construidas en los últimos años.
Después de arrastrar muchas piedras, el carro llega a un caserón. Los visitantes baten palmas ante el portón para anunciar su llegada. Desde el interior se escucha «están llegando». Poco después sale un señor encorvado de cabellos canos y ojos azules vivaces. Se apoya en un bastón para caminar. Un sombrero de paja, una camisa vieja y pantalones cortos completan su atuendo. Los rudos pies descalzos aún tienen lodo.
Luís Otilio Ouverney, de 83 años, es el patriarca de una familia numerosa. Casado desde hace 60 años con su prima Anise Zenith Ouverney, tienen 12 hijos, la mayoría de los cuales se quedó en el mismo valle. Él tiene a su vez muchos hermanos. «Éramos 13, cinco murieron y siete viven», cuenta. Consultado sobre sus orígenes, responde inmediatamente: «Desde que me conocen, la gente sabe que provengo de Suiza».
Pocos recursos
El guía precisa que los Ouverney partieron en 1819 de la región de Gruyère -zona de lengua francesa en el cantón de Friburgo, con rumbo a Brasil. Según los investigadores locales, como Alberto Lima Wermelinger, se les dijo que obtendrían tierras fértiles en Lumiar. Pero los visitantes ponen en duda al evaluar la topografía del valle: por todos los lados se ven colinas cubiertas de selva tropical, terrenos inclinados y pedregosos donde es muy difícil cultivar.
Debajo de algunos bananeros y jabuticabeiras que cubren el camino detrás de su casa, Luís Ouverney explica que acostumbraba plantar ñame, maíz, café y mandioca en una pequeña superficie plana al lado de una de las colinas. «Era en lo alto del morro. La gente tenía que subir por el bosque, trabajar la tierra y bajar cargando las plantas en una tuia», describe señalando un cesto de bambú. Para los suizos presentes, el término ‘tuia’ viene probablemente del ‘patois’, un dialecto francés.
El trabajo era hecho con azada o azadón, machete y hoz. Las herramientas como el arado no servían para las tierras de Benfica. «Lo eran al otro lado de Lumiar, pero aquí es muy alto y hay mucha piedra. Donde hay piedra, el arado no vale nada». Para complementar su alimentación, la familia criaba una decena de cabezas de ganado –de las cuales aún quedan seis-, además de algunos puercos y gallinas. El exceso de la producción, especialmente de ñame, era vendido a los comerciantes locales de Lumiar, a pesar de las dificultades del transporte. «No había carretera. Todo era a lomo de burro».
«Gente extraña»
Otros rasgos del pasado suizo puede también encontrarse en algunos utensilios usados por los Ouverney. Uno de ellos es el recipiente de acero para hacer ‘brechi’, una especie de bizcocho suizo típico. Sin embargo, un hecho trágico provocó su desaparición. «Tenía una prima que no quiso casarse con un primo. Lo hizo con un extraño y se fue Espíritu Santo. Tuvo siete hijos disminuidos. Además, se llevó el recipiente para hacer brechi».
No obstante, Luís añade con premura que la mayor parte de los Ouverney permaneció en el valle. Al casarse construían una casa de empalizada junto a la de los padres. Según la tradición, un tercio de la producción: una ‘terça’, era para los padres o para los dueños de las tierras plantadas. Preguntado sobre las épocas de penuria, el anciano replica: «En aquellos tiempos se cosechaba mucho, mucho maíz, muchas judías y mucho boniato. La gente no pasaba hambre. Sólo cuando iba a trabajar lejos sin comer».
Humor campesino
La sencillez de las palabras empleadas por los descendientes de suizos se explica por el aislamiento de la comunidad en Lumiar. «Ninguno de nosotros fue a la escuela, jamás supimos de nada. Nuestra vida siempre fue la de sufrir y trabajar», relata. Por esos sus palabras son directas. El queso cuajado que prepara su esposa se llama simplemente ‘queso’, y las vacas nunca tuvieron un apelativo, siempre fueron eso: sólo animales.
Pero un humor agudo demuestra la perspicacia del campesino. «Si puede come una banana que no haga daño a la barriga» le dice a un joven suizo tras haber devorado éste una banana que estaba en el suelo.
El hablar de dolencias en una región sin hospitales ni puestos sanitarios suena extraño a los oídos de Luís. Eso explica por qué enfermó sólo dos veces. «Una vez estuve cuatro años sin poder caminar y luego, dos años. Ahora me apoyo en un palo», dice mostrando el bastón de bambú. Hoy vive gracias a la jubilación de trabajador rural que le asegura una suma mensual de 465 reales.
Su esposa Anise aprovecha la charla en la cocina para servir un café extremadamente azucarado para el gusto de los periodistas suizos, queso cuajado y bizcochos. Ella también cuenta que la casa donde viven fue construida hace apenas 10 años. La hicieron con la ayuda de los familiares para reemplazar la vivienda tradicional de empalizada. Hoy ya no dependen del fogón a leña; hoy disponen de microondas, televisión y refrigerador. La electricidad llegó a la región hace apenas 20 años.
Modernidad
Olvidada durante un siglo y medio después de la llegada de los inmigrantes suizos, Lumiar comenzó a ser conocida desde los años 70 como un punto de encuentro para ‘hippies’ y amantes de la naturaleza. En pocas décadas pasó a ser una referencia en todo el país gracias a la popularidad del turismo ecológico y a las mejoras de infraestructura. Los cambios son considerables.
Luís Ouverney cuenta que las autoridades ya no permiten la tala de árboles en las laderas de Benfica. Relata asimismo que algunos de sus 38 nietos ya no necesitan la agricultura para sobrevivir. «Una de las hijas es profesora de escuela», dice orgulloso. Otros miembros de la familia Ouverney –unos 240 según el patriarca-, estarían trabajando como taxistas de Lumiar, dueños de posadas, restaurantes y hasta de funcionarios del gobierno municipal en Nova Friburgo.
Una de las tradiciones del valle ha trascendido sus fronteras. La Fiesta de Benfica cierra la temporada de las celebraciones ‘juninas’ en toda la región. En 2009 hubo tres días de baile entre el 18 y el 20 de septiembre, lo que demuestra que a pesar de los cabellos rubios ya se adaptaron bien a la cultura brasileña.
Alexander Thoele, Nova Friburgo, swissinfo.ch
(Traducción: Juan Espinoza)
Lumiar es el 5º distrito del municipio de Nova Friburgo, en la región serrana de Rio de Janeiro. Está situado a 28 km de la sede del municipio y a 150 km de la capital del estado.
Lumiar está localizada en la sierra fluminense a aproximadamente 700 metros de altitud. La zona surgió con la llegada de los inmigrantes a los márgenes del río Macaé y sus afluentes.
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