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Celebración en una Europa frágil, pero resistente

El 25 de marzo de 1957, Alemania, Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo y los Países Bajos firman en Roma dos tratados: el primero crea la Comunidad Económica Europea, el segundo, la Comunidad Europea de la Energía Atómica. Keystone

¿Qué tipo de festejo puede haber en el LX Aniversario de los Tratados de Roma cuando la Unión Europea parece más frágil que nunca? Aunque penosamente, la construcción europea ha superado crisis más graves que la actual, subraya el profesor René Schwok, familiarizado con los arcanos de Bruselas.

El ‘Libro blanco’ presentado por el presidente de la Comisión de Bruselas, Jean-Claude Juncker, el 1 de marzo, apenas generó entusiasmo. Sus propuestas para reimpulsar el proyecto europeo carecen de aliento y son solamente una recuperación de viejas ideas, según los críticos. Como aquella de una Europa a varias velocidades con el “núcleo unificador” de Alemania y Francia.

¿Pero Jean-Claude Juncker podría proclamar sus convicciones federalistas con un proyecto más audaz? “Sin duda, no quiso meterse en la boca del lobo cuando se avecinan elecciones en Francia y Alemania, cruciales para el futuro de la Unión Europea”, comenta René Schwok, director en Ginebra de Instituto de Estudios GlobalesEnlace externo y especialista en integración europea.

Edad de oro

De hecho, el impulso que imprimieron a finales del siglo pasado el canciller alemán Helmut Kohl, el presidente francés François Mitterrand y el presidente de la Comisión Europea Jacques Delors, se ha quebrantado.

“Estos tiempos representan una edad de oro para la construcción europea. Se mantiene la personalidad de esas grandes figuras, así como el contexto muy favorable nacido de la caída del Muro de Berlín”, destaca Schwok quien acaba de publicar ‘¿La construcción europea contribuye a la paz?’Enlace externo

René Schwok. UNIGE

Tras la adopción del Acta Única Europea en 1986 y 1992, el Tratado de Maastricht, la Comunidad Europea se convirtió en la Unión Europea (UE) con miras a la creación de una unión económica y monetaria con una moneda única, el euro, cuya área cubre hoy 19 países de los 28 miembros de la UE (27 sin el Reino Unido).

Tiempo de crisis

La dinámica se rompió en la década de 2000 con el fracaso de la Constitución Europea, la crisis financiera y económica de 2008 – que socavó en gran medida a la UE -, señala el especialista – y luego las crisis del euro, la griega y, más recientemente, la de los refugiados, el Brexit y el fortalecimiento de los partidos antieuropeístas en diversos Estados miembros.

“El ascenso del populismo se mantiene como el mayor peligro para la UE”, advierte, aun cuando las recientes elecciones en Holanda – con una votación más baja de la esperada en favor del líder de la extrema derecha Geert Wilders – muestran que el empuje populista nada tiene de inexorable.

“La historia nos lo enseña: todo es posible y las dificultades aún son importantes para Bruselas. Pero hace muchos años que existe un discurso exagerado y catastrofista. Siempre que hay problemas en la UE, muchos comentaristas (periodistas, expertos, políticos) anuncian el fin de la Unión Europea o del euro. Sin embargo, esas predicciones no se han cumplido”.

Pero eso no es todo. La Rusia de Vladimir Putin se muestra particularmente intrusiva en los procesos electorales europeos a través de su maquinaria de propaganda y el apoyo a los partidos antieuropeístas.

“Esto es nuevo -comenta Schwok-, pero nos falta distancia para medir el efecto de esas intervenciones. Las manipulaciones de Putin pueden debilitar a la UE desde el interior. Pero también pueden tener el efecto contrario y favorecer la marginación de esos partidos si son percibidos como peones de Putin”.

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¿Una Europa ultraliberal?

Entre las críticas recurrentes a la UE una de las principales denuncia la política económica favorecida por Bruselas, demasiado liberal para la izquierda y la derecha soberanista.

Una crítica exagerada, de acuerdo con nuestro interlocutor: “Contrario a lo que se escucha con frecuencia, la UE no es puramente neoliberal como se puede ser en Estados Unidos, en Asia y en buena parte del resto del mundo. Desde el principio, la integración europea es más bien liberal-social. Preconiza el libre comercio para la competencia y contra el proteccionismo. Pero esta apertura de los mercados se acompaña de políticas reglamentadas en materia de medioambiente, salud y seguridad social. No es un liberalismo desenfrenado. Recordemos que los países europeos son los más sociales del mundo. Pero los Estados no han querido que sus experiencias sociales sean transferidas a la UE”.

¿Déficit democrático de la UE?

Otra crítica que se escucha a menudo subraya la ausencia del voto ciudadano sobre las medidas decididas en Bruselas, y la falta de elecciones paneuropeas para aumentar la legitimación de los órganos de la UE.

René Schwok las aprueba con una advertencia: “Una democracia participativa, las posibilidades de referéndum para cuestionar la legislación adoptada permitirían crear un gran debate europeo. Pero es difícil imaginar este tipo de consultas a nivel europeo, ya que no existen dentro de los países miembros. Y cuando se consulta a los ciudadanos mediante referéndum es con un espíritu plebiscitario”.

Cabe señalar que en Suiza, o bien la ley impone una consulta, en caso de modificación constitucional, o bien es el resultado de una acción ciudadana. 

Existe un derecho de iniciativa para los ciudadanos europeos, pero parece más una petición, explica Schwok: “En la UE, se trata únicamente de la posibilidad para un millón de ciudadanos de pedir a la Comisión Europea elaborar un proyecto de ley. Sin embargo, la Comisión puede rechazarlos. Lo que hace la mayor parte del tiempo. Y si la propuesta es retomada, no es sometida al pueblo, sino al Consejo de Ministros y al Parlamento Europeo. En Suiza es sometida al pueblo incluso si el Gobierno y el Parlamento están en contra. Lo que suele suceder”.

Con todo, la participación popular en las decisiones legislativas no preserva a Suiza de dudas, rechazos o cambios de humor que atormentan a los ciudadanos de los países miembros de la UE. Lo que sucede es que aparecen más rápido en la escena política dada la frecuencia de las consultas, el minucioso reloj democrático helvético que atenúa sus elementos más perturbadores.

Traducido del francés por Marcela Águila Rubín

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