Antoinette Quinche, figura clave del sufragismo helvético
Su mayor éxito fue la conquista del voto femenino en Vaud en 1959, el primer cantón suizo en conceder este derecho a las mujeres. Inspirada en su juventud por las sufragistas inglesas y gran amiga de la española Clara Campoamor, fue en su época una de las principales adalides del movimiento feminista. Este 13 de mayo se cumplen 40 años de su muerte.
Antoinette Quinche fue una pionera. Fue la primera chica en el Colegio clásico cantonal de Lausana, una de las primeras mujeres en terminar la carrera de Derecho en la Universidad de Lausana y la primera jurista inscrita en el Colegio de Abogados de esta ciudad. Su vocación feminista la había desarrollado en su juventud, al asistir en Londres a una manifestación de sufragistas en la catedral de Westminster en 1912.
Explorando la vía judicial
Las inglesas fueron las más atrevidas. En Suiza, sin embargo, el movimiento sufragista nunca llegó a tener la misma virulencia, aclara Elisabeth JorisEnlace externo, una de las máximas expertas del feminismo suizo. Una excepción fue Antoinette Quinche: “Tenía un espíritu combativo y estaba dispuesta a hacer cosas que no necesariamente eran del agrado de las autoridades”, apunta la historiadora valesana.
Quinche era una clara partidaria de la vía judicial, un modus operandi que ya había defendido en 1890 la primera abogada suiza Emilie Kempin-SpiryEnlace externo. “Su criterio inequívoco fue que no era necesaria una votación popular para introducir el sufragio femenino”, sostiene Joris.
En los años cincuenta el ministro Markus Feldmann elaboró un plan para extender el servicio civil obligatorio a las mujeres, desatando la protesta de las mujeres, que reactivaron el viejo lema de la ginebrina Emilie GourdEnlace externo: “Derechos iguales, responsabilidades iguales”.
La fuerte oposición provocó que se moderara el proyecto. Pero las sufragistas no cejaron y, en colaboración con el político conservador Peter von Roten, esposo de la célebre feminista Iris von Roten, decidieron solicitar el peritaje del magistrado del Tribunal Federal Werner Stocker (socialista), que emitió un dictamen favorable a las sufragistas.
El juez propuso que se inscribiesen en los registros electorales para hacer valer sus derechos. El Gobierno suizo y las autoridades cantonales enseguida descartaron semejante interpretación, invocando la tradición suiza.
“Tras este varapalo, muchas se desanimaron. Pero Quinche no vaciló”, subraya Joris. Junto con sus compañeras francófonas se sumó a la iniciativa de Peter von Roten en el municipio valesano de Unterbäch, para asegurar la participación de las mujeres. El referéndum fue rechazado en marzo de 1957.
Como de costumbre, el electorado estaba conformado exclusivamente por hombres, con la única excepción de Unterbäch, donde 33 mujeres introdujeron sus papeletas en una urna separada, pero sus votos fueron invalidados. “La urna de Unterbäch no existiría sin Antoinette Quinche”, insiste Joris. Unterbäch, conocido hoy como “Rütli de la mujer suiza”, fue noticia en prestigiosos medios como Der Spiegel o The New York Times.
Vaud abre la brecha
En 1956 arrancaban dos iniciativas que acabarían por encumbrar a Quinche. La letrada convocó a sus socias francófonas de la Asociación Suiza por el Sufragio Femenino para que solicitasen su cartilla electoral, atendiéndose al dictamen del magistrado. Ante la previsible negativa, recurrió a los tribunales para exigir una nueva interpretación del artículo 4 de la Constitución que estipulaba la igualdad de “todos los suizos” ante la ley.
Tras recorrer varias instancias, la “causa Quinche” se elevó al Tribunal Federal que la rechazó en 1957, alegando que “por razones históricas” el término “suizos” solo podía referirse a los hombres. Sin embargo, dos de los nueve jueces discreparon, con lo que se abrió un resquicio importante en el pétreo dique doctrinal. Para la veterana feminista Simone Chapuis-BischofEnlace externo, compañera de lucha de Quinche en las décadas de 1960 y 1970, la jugada estratégica supuso “un golpe absolutamente magnífico”.
El 1 febrero de 1959 llegaría la famosa votación. Una mayoría del electorado y de los cantones la rechazó, excepto Ginebra, Neuchâtel y Vaud. Pero como en Vaud se aprobó al mismo tiempo un referéndum sobre el sufragio femenino, se convirtió en el primer cantón en conceder este derecho a las mujeres. Quinche fue una de las principales responsables de que ambas votaciones coincidieran en la misma fecha.
“Hoy solo podemos quitarnos el sombrero ante esas mujeres, porque fueron ellas quienes consiguieron romper la lanza por la igualdad”, insiste la historiadora Bettina VincenzEnlace externo, autora de dos reseñas biográficas sobre Quinche y de un libro sobre académicas suizas en la época de entreguerras. Quinche fue “una protagonista incuestionable del movimiento sufragista en Suiza, desempeñando una labor infatigable y tirando sin cesar del carro hasta conseguirlo”, afirma.
Haciendo campaña en la España republicana
Quinche se adhirió al movimiento feminista siendo joven. En agosto de 1929 conoció en Ginebra a la abogada española Clara Campoamor, una de las principales impulsoras del sufragio femenino en España (1931). Ambas mujeres tenían mucho en común. Eran abogadas y políticas y compartían los mismos valores liberales. Las dos fueron destacadas sufragistas en sus países y se dedicaron a una vida activa, renunciando al matrimonio y a una familia para conservar su independencia.
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Antoinette Quinche y la República española
Quinche visitó al menos dos veces España. En abril de 1931 fue testigo junto a Campoamor de la caída de la monarquía y de la proclamación de la República. Y dos años más tarde volvió para acompañar a la política madrileña en su campaña electoral para las elecciones municipales, la primera vez que las españolas pudieron votar en igualdad de condiciones. En aquella ocasión, la republicana recorrió la provincia de Madrid al volante de su propio automóvil en compañía de tres fieles compañeras: entre ellas, Quinche.
En la prensa suiza se podían leer crónicas que hacían referencia a esas “cuatro mujeres intrépidas”. La amistad entre las dos se mantuvo después de la Guerra Civil (1936-1939), cuando Campoamor decidió exiliarse en Suiza, alojándose en en Lausana en la casa de Antoinette Quinche. Ahí escribió su libro La revolución española vista por una republicanaEnlace externo (París, 1937) que su amiga suiza tradujo al francésEnlace externo. Y tras su regreso de Argentina en 1955, se instaló de forma definitiva en Lausana.
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El exilio suizo de la última sufragista española
Un reconocimiento incompleto
Chapuis-Bischof no llegó a conocer a Campoamor, de cuya existencia solo se enteró mucho después. A sus 88 años y tras casi seis décadas de lucha, sigue militando en la Asociación Suiza por los Derechos de la Mujer, de la que fue presidenta entre 1988 y 1995. Hoy se dedica a gestionar, como una socia más, la pequeña biblioteca de la Maison de la femme (Casa de la mujer) en Lausana. “Si decidí quedarme en esta asociación fue por su historia apasionante”, dice. En 1997 colaboró en un homenaje a Quinche en Lausana, cuando se colocó una placa conmemorativaEnlace externo en el número 2 de la calle Lion-d’Or, donde la letrada tenía su bufete. No fue una tarea fácil, recuerda, ¡pues había que convencer al propietario, preocupado por la desvalorización del inmueble!
Según Vincenz, el reconocimiento a esas mujeres pioneras deja mucho que desear. “Apenas se ha escrito nada sobre Antoinette Quinche. Lo cual es inadmisible si consideramos todo lo que ha hecho”, dice. Además, lamenta la pérdida de sus bienes relictos, que no se tuvo a bien de conservar en un archivo, una negligencia que, en su opinión, tiene mucho que ver con la desigualdad.
La igualdad salarial, una asignatura pendiente
Hoy, tras más de un siglo de lucha, algunas reivindicaciones feministas siguen incumplidas, por ejemplo la igualdad salarial. Para Chapuis-Bischof fue la razón principal para sumarse al feminismo en los años 1960, pues ganaba un 30% menos que sus colegas varones.
Si bien no se ha logrado eliminar todavía la brecha, confía en que las cosas mejoren. Vincenz, en cambio, no es tan optimista. Considera la desigualdad salarial “un escándalo”, sobre todo en relación con “las discrepancias porcentuales que no se justifican”. Por eso espera que la huelga feminista del próximo 14 de junio sea multitudinaria y despierte conciencias en la opinión pública.
Antoinette Quinche nace el 25 de febrero de 1896 en Diesse (Jura bernés). Es hija del pastor Hermann Quinche, de Neuchâtel, y de la inglesa Florence Sedgwick. En 1911 la familia se traslada de La Neuville a Lausana, donde el padre funda y dirige un internado para niños.
Después de estudiar Derecho en la Universidad de Lausana, en 1926 se inscribe como primera mujer en el Colegio de Abogados de Lausana y se afilia al Partido Radical-Liberal Federalista de Vaud, fundando la sección femenina local.
Como abogada, se ocupa sobre todo de divorcios, acciones de paternidad y accidentes laborales y administra una consulta jurídica gratuita de la Unión de las Mujeres.
Feminista desde su adolescencia, se adhiere en 1927 a la Asociación Valdense por el Sufragio Femenino (AVSF) y empieza a colaborar con la revista feminista Le Mouvement Féministe, fundada en 1912 por Emilie Gourd, la más antigua del mundo.
En 1929 participa en el V Congreso de la Federación Internacional de Mujeres Universitarias en Ginebra, donde conoce a la sufragista española Clara Campoamor y promueve una petición federal, reuniendo 250 000 firmas a favor del sufragio femenino.
En 1944 apoya el postulado Oprecht por el sufragio femenino y en 1948 organiza una manifestación de protesta en Berna con conferencias en la universidad. En 1953 forma parte de una comisión federal de expertos encargada de preparar una nueva ley para regular la nacionalidad de suizas casadas con extranjeros.
En 1956 convoca a las sufragistas francófonas a inscribirse en el registro electoral, llamamiento seguido por más de 1 400 mujeres. Ante la negativa de las autoridades, propugna una causa judicial para exigir una nueva interpretación del artículo 4 de la Constitución, que el Tribunal Federal rechaza en 1957. Tras la aprobación del voto femenino en Vaud en febrero de 1959, decide dejar la presidencia de la AVSF después de 17 años en el cargo.
Durante décadas representa a Suiza en organizaciones como la Alianza Internacional por el Sufragio Femenino, la Federación Internacional de Mujeres Universitarias o la Federación Internacional de Mujeres de Carreras Jurídicas.
El 13 de mayo de 1979, a los 83 años, fallece en Lausana.
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