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CICR: ¿un mecanismo al servicio de los intereses suizos?

Una viñeta sobre Suiza y Cruz Roja Internacional
El estrecho vínculo entre Suiza y el Comité Internacional de la Cruz roja se refleja en sus respectivos emblemas. Ruedi Widmer

Desde sus orígenes, el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) se enfrenta al dilema de servir a los intereses filantrópicos, económicos y políticos de Suiza. Una situación que continúa hasta nuestros días. Y a veces con consecuencias nefastas.

Para la historiadora Beatrice Veyrassat, Suiza y su economía se adaptaron al siglo XIX gracias a la fórmula de “pragmatismo y flexibilidad”. Y esto también se aplica a la creación y el desarrollo del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR). Ayer y hoy.

En el plano diplomático, el trabajo humanitario del CICR neutral e imparcial– es un argumento que permite al gobierno defender su neutralidad cuando esta es cuestionada. Para la gran industria suiza, esta objetividad al servicio de las víctimas de la guerra ofrece una imagen tan positiva como esencial.  

No sorprende, por tanto, que Peter Maurer, presidente del CICR y miembro de la junta directiva del Foro Económico Mundial, celebre abiertamente la relación cada vez más intensa entre el CICR y el ámbito económico, mientras que los Estados asumen su papel con más frecuencia.                                                       

En un folletoEnlace externo destinado a las empresas donantes (publicado en noviembre de 2016) el presidente del CICR se refiere a “la relación constructiva que nuestra institución desde su fundación, hace más de 150 años, ha tenido con el sector privado. Ya se trate, por ejemplo, del apoyo financiero inicial de los bancos de Ginebra y de particulares o de la creación del Grupo de Apoyo CorporativoEnlace externo, el CICR aprecia y cultiva el vínculo que le ha unido al sector privado. Esta relación se ha fortalecido y desarrollado considerablemente en los últimos diez años”.

Oportunidades y nuevos mercados”

El exdiplomático y secretario de Estado, Peter Maurer, añade que “el sector privado ha demostrado una riqueza de ideas, experiencias y recursos (…) que se han convertido en esenciales para ayudar a que el CICR cumpla mejor su misión. Asimismo, la colaboración intersectorial en entornos sensibles ofrece a nuestros socios del sector privado nuevas oportunidades y mercados, permitiéndoles ser los primeros en ofrecer sus productos y servicios. Aunque queda mucho por hacer”.

En ese mismo folleto, el CICR declara que desde 2005 participa en el Foro Económico Mundial (WEF) de Davos, y que el presidente del CICR es miembroEnlace externo de su junta fundadora desde noviembre de 2014. Se trata de un foro que recuerda el papel ejercido por las sociedades suizas de geografía en el siglo XIX.

Sin embargo, entre los miembros y socios del WEF figuran algunos de los pesos pesadosEnlace externo de la industria armamentista, como la europea Airbus Defence and Space, la compañía británica BAE Systems o la estadounidense Lockheed Martin.

“Responsabilidad social”

En enero de 2015, el Consejo Federal (gobierno suizo) alcanzó un “Acuerdo de SedeEnlace externo” con el Foro Económico Mundial por el que otorga a este el estatus y los privilegiosEnlace externo correspondientes a las organizaciones internacionales con sede en Ginebra y en el resto de Suiza.  

Asimismo, cabe recordar que este tipo de asociaciones público-privadas han estado muy en boga, en Ginebra, desde principios de este siglo. De hecho, en el Foro de Davos de 1999, el entonces secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, anunció su idea del Pacto MundialEnlace externo para –en nombre de su “responsabilidad social”– alentar (no obligar) a las empresas a respetar los derechos humanos y las normas internacionales del trabajo. Un ‘partenariado’ que ha generado en el mundo muchas dudas y críticas. Varias ONGEnlace externo lo ven, sobre todo, como un modo de que las empresas maquillen su imagen y han cuestionando la eficacia de esta “responsabilidad social”.

Esta duda podría plantearse también para la institución humanitaria, tal y como han hecho varios historiadores. El CICR siempre ha estado vinculado en parteEnlace externo a la política y economía de Suiza, con un flujo constante de dirigentes entre la Confederación, los consejos de administración de las grandes empresas y la presidencia del CICR.  

“El CICR se creó y desarrolló en estrecho y permanente contacto con la Confederación. Desde 1864, Suiza, depositaria de los Convenios de Ginebra y sus Protocolos adicionales, organiza conferencias diplomáticas para elaborar el derecho humanitario internacional, hasta tal punto que la neutralidad del CICR paulatinamente se va confundiendo con la neutralidad de la Confederación. Si esta proximidad ha beneficiado a ambas partes, el principal beneficiario parece ser Suiza”, escribieron Thomas David y Bouda Etemad en 1998 en un artículoEnlace externo que cuestionaba la noción de imperialismo aplicada a Suiza.

Un documentoEnlace externo del Ministerio helvético de Asuntos Exteriores, confidencial en la época, dijo lo mismo. En un argumentario destinado a animar al gobierno a donar más dinero al CICR, un jefe de sección de dicho ministerio escribió el 30 de enero de 1965:

“Que el CICR quiera permanecer independiente a la influencia y lealtad a cualquier gobierno, incluso al gobierno suizo, proviene del deseo de poder invocar, en cualquier momento, esta independencia necesaria para protegerse de cualquier posible influencia exterior. Sin embargo, el CICR nunca ha tenido secretos para el gobierno suizo que siempre ha contribuido al Comité de alguna manera. Para algunos observadores extranjeros, este vínculo es incluso tan obvio, como lo es a la inversa –el CICR es un instrumento de la política suiza–, que justificaría la abstención de algunos grandes Estados de participar en la financiación del CICR”.​​​​​​​

Una institución pasiva ante el Holocausto

Esta influencia de Berna en CICR hizo que la organización humanitaria se dejase llevar por la pasividad ante el exterminio de judíos europeos por parte de la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Una cuestión que ha sido objeto de varios estudios históricos. De hecho, el CICR aceptó abrir parte de sus archivos y en 2006 reconoció oficialmenteEnlace externo un “fracaso” por no brindar protección a las víctimas del genocidio nazi.

La historiadora Irène Herrmann y el responsable de la investigación histórica en el CICR, Daniel Palmieri, en un estudioEnlace externo sobre este tema, escribieron en 2009: “¿Fracasó el CICR? Es una cuestión que habría que analizar en profundidad, desde el punto de vista de un concepto entonces muy en boga, la moderación [respecto a la Alemania nazi, nota del redactor]. En el caso de la organización de Ginebra, esta política de conciliación abarcaba dos aspectos: uno puramente humanitario, un sentimiento en el corazón mismo del mandato del CICR, y otro mucho más político que claramente iba en contra de la neutralidad y la independencia que la institución se jactaba de tener en esta área”.

Durante esos dramáticos años, el presidente del CICR encarnó los vínculos existentes entre la Confederación, la gran industria y el CICR. Max HuberEnlace externo, presidente de la organización humanitaria de 1928 a 1944 y ferviente defensor de la mayor moderación con respecto al Tercer Reich, compaginó esa presidencia con la dirección de los consejos de administración de Oerlikon (1921-1944) y de Aluminium Industrie SA (1929-1941). Empresas que, siendo Alemania el principal socio comercial de Suiza desde finales del siglo XIX, se beneficiaron en gran medida del rearme del Tercer Reich. Para más información, véase el númeroEnlace externo de la revista de la historia del Holocausto dedicado a la Europa neutral ante el genocidio, publicado en 2015.

¿Qué neutralidad?

Fue una época excepcionalmente dramática en Europa. Y Suiza, atrapada entre los países del Eje, tenía un estrecho margen de maniobra. No obstante, esta no ha sido la única vez en la que la proximidad entre el CICR y los líderes políticos y económicos de Suiza ha causado problemas a la organización humanitaria. Durante la guerra de BiafraEnlace externo (1967-1970), el CICR fue acusadoEnlace externo de ser el “servicio postventa de Bührle”, el fabricante de armamento suizo que, violando las directivas federales, vendió armamento a NigeriaEnlace externo. Y esto cuando la misión del CICR de Biafra la encabezaba August R. LindtEnlace externo, un embajador especialmente ‘desapegado’ de Berna.   

Mientras el gobierno suizo y los poderes económicos del país se han beneficiado, en buena medida, de su proximidad al CICR, solo podemos constatar que con esta alianza la organización humanitaria, en determinados momentos de su historia, ha asumido gran riesgo en términos de independencia e imparcialidad; dos elementos básicos de sus Principios FundamentalesEnlace externo. La neutralidad política del Estado suizo necesariamente no se corresponde con la neutralidad humanitaria que debe observar el CICR.

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Traducción del francés: Lupe Calvo

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