¿Cuán eficaz y útil es el comercio de emisiones?
Gracias a la adquisición de Certificados de Emisiones Reducidas (CER) en el extranjero, Suiza ha alcanzado el objetivo fijado en el Protocolo de Kioto. La pregunta es si los proyectos creados en los países en desarrollo y en transición contribuyen realmente a proteger el clima. Las opiniones difieren.
Ji’an, provincia de Jiangxi, en el sur de China. Toneladas de cascabillos de arroz y de vainas que envuelven los garbanzos alimentan el fuego de una caldera. La electricidad y el calor que produce una central municipal de biomasa se distribuyen a los habitantes de la zona que así pueden reducir el consumo de carbón. Los promotores del proyecto quieren que sea un modelo para toda China.
¿Pero qué tiene que ver el arroz chino con la política climática de Suiza? A primera vista, nada. Y, sin embargo, es también gracias a los desechos de los campesinos de Jiangxi que la Confederación Helvética ha conseguido reducir sus emisiones de efecto invernadero.
16 millones de certificados para reducir el CO2
La explicación reside en los denominados Certificados de Emisiones Reducidas (CER), un instrumento que figura en el Protocolo de Kioto. Los CER permiten a gobiernos y empresas compensar el impacto ambiental que causan, a través de proyectos climáticos en el extranjero (un certificado corresponde a la eliminación de una tonelada de CO2 de la atmósfera), o sea allí donde económicamente más les conviene.
En el caso de la central de Ji’an, Suiza ha adquirido 53.967 certificados, según el informe final de la Fundación Céntimo para el Clima publicado a finales de abril. Con la financiación de la planta china, Suiza ha restado prácticamente 53.967 toneladas de CO2 a sus propias emisiones. A título de ejemplo, un ciudadano suizo emite una media anual de cerca de 6 toneladas de CO2.
La fundación, que se financia por medio del impuesto sobre cada litro de carburante que importa Suiza, adquirió más de 16 millones de CER entre 2008 y 2012 en todo el mundo. Las inversiones -244 millones de francos- se realizaron en una treintena de países, sobre todo en China, Brasil e India, en proyectos que van desde la promoción de las energías renovables hasta la reducción de los gases dañinos.
Los proyectos de energías renovables en sustitución de las centrales de carbón o gas constituyen una alternativa eficaz para reducir las emisiones, explica a swissinfo.ch Renat Heuberger, responsable de South Pole Carbon, una sociedad con sede en Zúrich especializada en el comercio de certificados de emisión. “No obstante, hay muchas otras opciones: eficiencia energética de edificios e industrias, tratamiento de aguas residuales y desechos, reforestación o conservación de los bosques o reducción de las emisiones de metano en la agricultura”.
Existen también proyectos que conciernen directamente a las economías domésticas, como los hornillos eficientes, los sistemas de purificación del agua o la electrificación rural con plantas solares, agrega Renat Heuberger. “Estos proyectos conllevan beneficios sociales significativos para las familias campesinas en los países pobres”.
Alcanzado el objetivo de Kioto
Además de contribuir a la transferencia tecnológica hacia los países más pobres, los Certificados de Emisiones Reducidas, y en especial el Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) de Naciones Unidas, son un instrumento fundamental también para los países industrializados.
Gracias al cálculo de las emisiones reducidas en el extranjero, la Oficina Federal de Medio Ambiente (OFEM) pudo anunciar a mediados de abril que se ha alcanzado el objetivo de Kioto fijado para el periodo 2008-2012 (un 8% de emisiones menos respecto a 1990). Más de la mitad de las reducciones se deben a los certificados, el resto al papel de los bosques suizos como pozo de carbono.
La promoción del transporte público, el saneamiento de los edificios u otras medidas nacionales, en cambio, no han conseguido invertir la tendencia. Es cierto que desde 1990 la población helvética ha crecido un 18% y la flota de vehículos, un 34%, como destacó el director de la OFEM, Bruno Oberle. Las emisiones en Suiza, sin embargo, se han mantenido estables.
Las cuotas y los certificados para reducir las emisiones pueden intercambiarse en las bolsas internacionales del CO2. Sin embargo, hace tiempo que el mercado europeo está en crisis y el precio medio de una tonelada de CO2 ha pasado de los 20-25 euros a finales de 2008 a 5 euros.
La caída se debe esencialmente a que durante la fase inicial del sistema de intercambio se distribuyeron demasiadas cuotas de emisiones. La crisis económica que estalló en 2008 redujo luego la actividad industrial y, por consiguiente, la demanda de cuotas.
“Entre la ratificación y la aplicación del Protocolo de Kioto han transcurrido diez años. En este periodo el mundo ha cambiado. Entre 2008 y 2012, países como Rusia redujeron sus emisiones de CO2 sencillamente porque produjeron menos. El resultado es un excedente de certificados y la caída de los precios”, explica Gaëlle Fumeaux, de la Fundación KliK.
“La situación es dramática”, comenta Renat Heuberger, responsable de South Pole Carbon. Miles de empresarios en el mundo han invertido en el lanzamiento de proyectos en el marco del Mecanismo del Desarrollo Limpio, dice. “Pensaban que se pagaría un precio razonable por los certificados. Sin embargo, muchos han perdido su dinero. No volverán a invertir jamás en tecnologías limpias”.
Los que más sufren las consecuencias son los países más pobres, subraya Kathrin Dellantonio, de la asociación suiza para la compensación voluntaria del carbono, myclimate. “Tenemos muchos proyectos que podían ser ampliados o replicados en diferentes países. Pero no podemos respaldarlos, ya que no hay suficientes compradores. Y esto tiene consecuencias directas para los países en vías de desarrollo”, explica a swissinfo.ch.
Utilidad de los certificados en entredicho
Sin embargo, el mecanismo MDL, que entre 2004 y 2014 ha distribuido más de 1.500 certificados, no es impecable. Los certificados han perdido buena parte de su valor (véase recuadro) y el sistema ha sido objeto de reiteradas críticas. Según varios análisis, muchos proyectos no satisfacen los requisitos de Naciones Unidas y no recortan realmente las emisiones.
Uno de los criterios más controvertidos el principio de adicionalidad. “Para entrar en el esquema, los promotores deben demostrar que el proyecto puede llevarse a cabo únicamente a través de la venta de certificados y, por ende, mediante la financiación de países con obligaciones de reducción”, explica a swissinfo.ch Gaëlle Fumeaux, de la Fundación para la Protección del Clima y la Compensación de CO2 (KliK).
Según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), no siempre está garantizada la adicionalidad de los proyectos. “En India, varias instalaciones de energía eólica recibieron estos certificados, pese a ser simultáneamente promovidas por el Estado. Se hubieran construido de todos modos”, denuncia Pierrette Rey, portavoz de la filial suiza del WWF.
El balance de diez años de MDL “es negativo”, afirma Pierrette Rey. “Estimamos que al menos el 40% de los certificados no valen gran cosa, ya que no comportan una reducción adicional de las emisiones de gases de efecto invernadero. Además, un buen número de certificados no han contribuido a un desarrollo económico sostenible en los países interesados”.
Un gran éxito
Es una crítica en parte justificada, reconoce el director del Céntimo Climático. Marco Berg puntualiza, no obstante, que las múltiples evaluaciones científicas no han permitido cuantificar la proporción de proyectos ineficaces. Y en cuanto a su fundación, Berg asegura que solamente se han adquirido certificados de proyectos que cumplían los requisitos.
Los del MDL figuran entre los proyectos “verificados y controlados con el máximo cuidado y transparencia que yo conozco”, sostiene Renat Heuberger. Existen cinco niveles de certificación, subraya, y cada año expertos independientes se encargan de verificar la reducción de las emisiones.
Para Marco Berg, el MDL representa “un gran éxito”, sobre todo, si se tiene en cuenta lo difícil que resulta ponerse de acuerdo a escala internacional sobre cualquier estándar de política climática. “Es el producto más concreto y más exitoso del Protocolo de Kioto”.
Suiza se ha comprometido a reducir sus emisiones un 20% entre 2013 y 2020 (respecto a los niveles registrados en 1990).
El objetivo inscrito en la ley sobre CO2 debe alcanzarse principalmente con medidas en el interior del país. La adquisición de certificados en el extranjero será posible solo en determinadas condiciones.
El Gobierno suizo considera que los sectores con el mayor potencial de reducción de emisiones son el transporte, los edificios (eficiencia energética), la industria y los servicios.
Para lograr su objetivo, Suiza apuesta por varios instrumentos, entre ellos el impuesto sobre el CO2 que se aplica a los combustibles fósiles, el mercado de intercambio de cuotas de emisión (Berna auspicia una integración del sistema helvético en el europeo) y la compensación parcial de las emisiones que generan los carburantes fósiles a través de un impuesto sobre las importaciones de gasolina y diésel.
El compromiso de Suiza se inscribe en un contexto global de reducción de las emisiones. Según el Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC), la reducción de aquí al año 2050 debe oscilar entre el 40 y el 70%, si se quiere limitar el aumento de la temperatura a 2 °C.
Traducción del italiano, Belén Couceiro
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