Crece el clamor por más dignidad ciudadana
Muchos activistas en Suiza luchan por el cumplimiento sin fisuras de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad de la ONU. Una particular dinámica se creó en torno al proyecto Bla-Bla Vote en Lausana. Reportaje.
Está atardeciendo en Lausana y François Desgalier no pierde el aliento mientras cuenta su relato. Por otro lado, sus tres compañeros, representantes como él de Bla-Bla Vote, se toman el tiempo para beber una limonada.
“Alrededor de 1,8 millones de personas en Suiza tienen algún tipo de discapacidad, que van desde dificultades de aprendizaje hasta limitaciones graves”, explica Desgalier. Durante mucho tiempo, le consideraron en Suiza solo como un ciudadano “de segunda”. “Ahora soy sencillamente un ciudadano”, dice.
Hacen falta derechos para ser ciudadano. “Siempre tuve mis derechos políticos, pero conozco a mucha gente que nos los tuvo.” Desgalier ya no es un ciudadano “de segunda” porque en Suiza la Convención de la ONU sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad promete igualdad y autoempoderamiento, pero también porque ha encontrado un entorno que le permite vivir su pasión por la política y luchar por que se cumpla la Convención onusina.
Hace ya ocho años que Suiza ratificó la Convención de la ONU sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad. Sin embargo, en opinión de Desgalier —pero también según las asociaciones suizas de personas con discapacidad—, el país alpino está aún muy lejos de cumplirla. Si Desgalier, por un lado, reconoce que los políticos están asumiendo el compromiso, cree, por otro, que hará falta aún más presión internacional por parte de la ONU y la UE si la política suiza no mueve ficha. “La inacción es justamente lo que tenemos que evitar”, señala, mientras exhala el humo de su pipa.
Casi 15 000 suizos y suizas carecen de derechos políticos
Los derechos políticos son solo una parte de los bienes jurídicos que la Convención de la ONU protege, pero es justamente en este ámbito de los derechos democráticos en el que Suiza se está quedando atrás. El artículo 136 de la Constitución helvética dice: “Todos tienen los mismos derechos y deberes.” Sin embargo, esta frase es precedida por otra que la relativiza: los ciudadanos y ciudadanas que “por una enfermedad o una deficiencia mental” están “incapacitados”, no tienen derecho a participar en elecciones o votaciones.
En 2020 fueron casi 15 000 personas en Suiza las que no podían ejercer sus derechos políticos. Sin embargo, fuera de este grupo de personas legalmente excluidas, las organizaciones suizas de personas con discapacidad tienen constancia de otros casos en los que simplemente se destruyeron las papeletas de votación de personas discapacitadas que vivían en residencias.
Otros países como Alemania, Francia, Gran Bretaña, Italia, los Países Bajos o Suecia ya han eliminado la discriminación de las personas con discapacidad mental en el ámbito del ejercicio de los derechos políticos.
Pero, recientemente, se ha desarrollado una nueva dinámica en torno a este tema: en primavera comenzará la recogida de firmas para una nueva iniciativa popular; además, se han presentado peticiones y se han organizado varias manifestaciones. También el Consejo Federal, el Parlamento y algunos cantones se están moviendo. Actualmente, por ejemplo, el Gobierno federal está ocupado con la elaboración de un informe solicitado por el Parlamento, que deberá mostrar vías para ampliar la participación política. El hecho de que el autoempoderamiento de las personas con discapacidad ya cuenta con el respaldo popular, lo demuestra una votación celebrada a finales del año 2020 en el Cantón de Ginebra, en la que el 75% de la ciudadanía votó a favor de eliminar esa exclusión de las personas con discapacidad mental.
La actividad de Eben-Hézer se remonta al año 2014, cuando Suiza ratificó la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad. Entonces, Véronique Nemetz, animadora en el centro recreativo de Eben-Hézer, lanzó el movimiento “Tous citoyens” (Todos somos ciudadanos), que lucha por el cumplimiento de la Convención, para que las personas con discapacidad reciban el reconocimiento como ciudadanos de pleno derecho. En este contexto se fundó Bla-Bla Vote.
Sobre la demanda más importante de Bla-Bla Vote se votará en breve en el Cantón de Vaud. En otoño del año pasado, el parlamento cantonal aprobó una propuesta que pretende conceder los mismos derechos políticos a todos los ciudadanos con pasaporte suizo. Antes de la votación, los políticos recibieron folletos de los activistas que defienden los derechos de las personas con discapacidad. “Voter c’est exister” (Votar es existir) se titulaba el folleto. Ahora, el pueblo electoral tomará la decisión definitiva en una votación popular, como ocurrió en Ginebra.
La lucha de Anne Tercier
En comparación intercantonal sale particularmente mal parado el Cantón de Vaud, donde con mayor frecuencia se han rechazado o denegado los derechos políticos a los ciudadanos con algún tipo de discapacidad mental: en 2020 vivían aquí 4 000 ciudadanos excluidos, más de un cuarto del número total de discapacitados sin derechos en Suiza. A la ciudadana Anne Tercier, de Lausana, que de los 18 años de edad no ha faltado a ninguna elección ni votación, le privaron en 2018 de sus derechos políticos por su discapacidad mental tras una reforma de la Ley de asistencia cantonal. Para ella, la participación política estaba estrechamente vinculada con su autopercepción como ciudadana: “Poder votar significaba para mí ser reconocida como ciudadana de pleno derecho, pues mi voz contaba igual que la de los demás.”
Tercier habló con muchos medios de comunicación y logró, de este modo, influir en la votación en Ginebra. Solo un mes después del éxito en las urnas, falleció a los 41 años de edad. Tercier vivía desde 2002 en una residencia de una fundación para personas con discapacidad en Lausana. Allí dicen que Tercier fue la persona “que había iniciado la lucha por el reconocimiento de los derechos políticos para las personas con discapacidad en Ginebra y en Vaud”.
François Desgalier trabaja en los talleres de ese mismo centro. Lo hace como “residente externo” porque tiene su domicilio privado fuera de la residencia. “Anne Tercier lo ha conseguido; ha ganado la batalla política. Su caso ha contribuido a que los políticos empiecen a tratar de otra manera a las personas con discapacidad a las que se les priva de sus derechos electorales”, afirma Desgalier.
Los talleres protegidos suelen asociarse con la imagen estereotipada de los trabajos simples y repetitivos. Pero en los talleres de la fundación Eben-Hézer, las cosas son distintas. Aquí, Desgalier realiza entrevistas radiofónicas con especialistas de la historia de la seguridad social en Suiza. Además, los beneficiarios y residentes de Eben-Hézer editan su propio periódico, producen sus podcasts y llevan una agencia de comunicación propia. También están detrás del proyecto Bla-Bla Vote, que dirigen en colaboración con el centro vecinal Chailly. El proyecto se centra en el autoempoderamiento, dice Desgalier.
El concepto de Bla-Bla Vote
Bla-Bla Vote es una mesa redonda en la que intervienen políticos para debatir sobre un tema electoral. Se celebra periódicamente y se emite también como podcast. En los debates siempre se confrontan los pros y los contras. “Pero los debates rara vez son exasperados. Se trata más bien de reformular una y otra vez los argumentos de los tertulianos para que todos los participantes entiendan sobre qué se vota”, explica Omar Odermatt de Eben-Hézer, comoderador de los debates de Bla-Bla Vote. Los presentadores y presentadoras se limitan a moderar las discusiones. Pero las preguntas las formulan los que participan en Bla-Bla Vote.
Al principio, Omar Odermatt trabajaba como guardia nocturno. “Cuando las noches se hacían largas, solía explicar a los residentes los asuntos que se sometían a votación”, recuerda. Finalmente, el vicedirector de Eben-Hézer se enteró de estos coloquios nocturnos. “Y así me convertí al final en una especie de animador de debates políticos”, recalca risueño Odermatt, que estudió ciencias políticas.
Desgalier se crio en casa de sus padres, donde los debates formaban parte de las sobremesas cotidianas. Su padre era sindicalista. Otros participantes de Bla-Bla Vote, sin embargo, no están acostumbrados a los debates. “Por eso, se requiere cierto tiempo para preparar las tertulias de Bla-Bla Vote”, dice. Lo más importante es que todos se sientan involucrados. Se trata, probablemente, de la tertulia política más accesible de Suiza: términos complejos como “SVS” se explican con paciencia y en un lenguaje simplificado.
A las rondas de discusión de Bla-Bla Vote también acude gente sin discapacidad. “De hecho, la oferta se dirige a la población local”, explica la comoderadora Nadège Marwood del centro vecinal Chailly. “Se trata de crear un entorno en el que todos pueden expresarse.” Jamás un político o una política ha rechazado una invitación de Bla-Bla Vote, reitera.
Adaptado del alemán por Antonio Suárez
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